El reconocido jurista argentino e integrante de la Corte Suprema desde el 2003 reflexiona sobre los efectos de las leyes de droga. A su juicio todo el planteo punitivo sobre los tóxicos es aberrante desde el punto de vista criminológico, ya que entre los procesados hay miles de consumidores que ni siquiera son adictos, lo que genera grandes costos al sistema penal y el desvío de recursos en la tarea de perseguir el tráfico.
Ocho proyectos de ley que apuntan a la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal comenzaron a ser revisados esta semana por la Cámara de Diputados argentina.
Desde que en agosto del 2009, la Corte Suprema de Justicia argentina declarara inconstitucional un artículo de la ley de drogas debido a que viola la ‘autonomía personal’, el país trasandino ha avanzado en un intenso debate sobre la despenalización del consumo de drogas.
Un gran rol en iniciar esta discusión ha desempeñado el ministro de la Corte Suprema, juez Raúl Eugenio Zaffaroni, que en entrevista reciente con el Sindicato de Docentes de la Universidad de Buenos Aires opinó que el tema deberá encararse “hacia el lado de salud por parte de consumidores dependientes”.
¿Por qué la Corte Suprema argentina declaró inconstitucional la ley de drogas?
– Más que declarar inconstitucional la ley, lo que hizo fue declarar así la punición de la tenencia para consumo cuando no pone en peligro ningún bien jurídico ajeno al consumidor. Es elemental que no puede haber un delito si no hay un daño o un peligro cercano de daño. Por cierto que esto lo están olvidando los legisladores en muchas materias: inventan peligros todos los días y así se produce una regresión a tiempos en que se confundía pecado y delito. Creo que la distinción es el mayor mérito de nuestra civilización y costó mucha sangre.
¿Qué situación lo llevó a plantear la necesidad de modificar las leyes de drogas?
– Todo el planteo punitivo sobre las drogas es aberrante desde el punto de vista criminológico. Nadie puede resolver un problema de salud mental con el derecho penal, nunca se resolvió y nunca se resolverá; los problemas de salud se resuelven en el ámbito que le es propio.
A partir de su experiencia como juez ¿cuál era el perfil más recurrente de los procesados por las leyes drogas?
– Entre los procesados miles de consumidores que ni siquiera son adictos. Esto genera papeleo que casi nunca terminaba en condena y que desviaba esfuerzos de la tarea de perseguir el tráfico. Todo para nada. Sobre los condenados, se trata de pequeños vendedores o auxiliares menores. Casi nunca empresarios del tráfico.
¿Podría detallarnos un caso que aún recuerde respecto de personas procesadas por esta ley?
– Si, hace muchos años. Hubo un motín en la cárcel de Villa Devoto. Hubo un joven muerto entre más de cien. Era un simple consumidor. Pena de muerte por consumir un tóxico.
¿La prohibición ha logrado contener el tráfico ilícito de drogas?
– Una cosa es la punición del consumidor y otra la prohibición del tráfico. Son dos cuestiones diferentes. En cuanto a lo primero es el como del absurdo. En cuanto a lo segundo, no lo podemos decidir nosotros en este momento: hay tratados internacionales que nos obligan a eso. Además del impedimento legal internacional, no podría levantarse la prohibición por ningún país aislado, salvo que lo hagan los países demandantes. Es una cuestión política mundial y no nacional.
¿Y el resultado?
– Está a la vista: empresas mafiosas formidables, más muertos por balas que por sobredosis, chicos usando porquerías que los matan y que circulan sin ningún control, economías complementarias internacionales, concentración de capital y tecnología en las empresas criminales mas fuertes, ampliación del consumo, etc. Un desastre con muchísimos muertos. En eso no podemos hacer nada, porque son los grandes que deciden y parece que no hay espacio económico para hacer otra cosa. La renta del tráfico queda en los países centrales, aceita la economía mundial y nadie quiera cambiar eso. Los países productores llevan la peor parte y en el centro no se reprime el servicio de distribución.
¿Qué efectos cree que estas leyes provocan en la sociedad?
– Permiten que la policía se meta en la vida privada de toda la gente, crea fuentes de extorsión policial, facilitan la corrupción, permiten la organización de mafias, en una palabra: los mismos efectos de la “ley seca” de los años veinte del siglo pasado, sólo que internacionalizados y en mucha mayor medida y con mucha mayor tecnología.
Así las cosas, pareciera que las leyes anti drogas son una locura…
– Hay demasiadas cosas lógicas que aparecen como ilógicas: el consumidor que compra un tóxico prohibido y es procesado, tiene derecho a negarse a declarar (como todo procesado o imputado) cuando se le pregunta dónde lo compró. Si se lo cita como testigo tiene obligación de declarar o se lo procesa por falso testimonio. Sin embargo, los prohibicionistas prefieren lo primero ¿Se dan cuenta de que encubren a alguien?
¿Cuál es la principal resistencia que ha tenido a estas propuestas de cambiar la ley y qué argumentos se utiliza?
– La resistencia proviene de las agencias que han hecho de la represión una forma de vida y de recursos. Es natural. Quienes viven de la prohibición y de la represión indiscriminada no quieren perder su fuente de ingresos. Además, hay personas de buena fe que tienen una visión parcial y que son los formadores del discurso prohibicionista. Por otra parte, hay organizaciones internacionales dedicadas a apoyar a esas agencias. Estamos hablando de una renta anual de cientos de miles de millones de dólares detrás de esta política. Los beneficiarios de esa renta harán todo lo posible para que nada cambie. Es tan natural como pensar que los fabricantes de armas quieren guerras.
¿Podría explicarnos su aseveración respecto de que si cada consumidor de marihuana pudiera tener una planta se acaba el tráfico?
– La marihuana no es lo más preocupante en este momento. Lo preocupante es el veneno barato que se vende a los más pobres: paco, residuos, etc. Matan por las porquerías que contienen, no por el contenido cocaínico, que es mínimo. Ese es el problema más grave y no tiene nada que ver con el gran tráfico rentable. Es un tráfico de supervivencia en su mayor parte, marginal, con mafias locales. Respecto de la pregunta que me haces, ironicé con la “plantita”. La explicación es obvia: si el consumidor de marihuana tiene una “plantita” no tiene necesidad de comprarla a una delincuente que la trafica.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
Entrevista publicada en Softsecrets Chile
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