San Pedro la Laguna, municipio al occidente de Guatemala poblado por la etnia Tzutujil, es el primero donde está prohibido el uso de plásticos en el país.
Esta legislación comunitaria, llevada adelante por el alcalde Mauricio Méndez, es una excusa para recuperar las prácticas ancestrales que el plástico fue dejando tras de si.
Por ejemplo, ahora se usan servilletas con bordados para envolver las tortillas, en lugar de las miles de bolsas plásticas que se utilizaban. De la misma manera, se han sustituido otro tipo de empaques por hojas de plátano.
Esta conciencia indígena contemporánea surge de una cuestión muy concreta: la imposición no logró matar ni a la tradición ni a la cosmovisión.
Los pueblos originarios, como habitantes de la naturaleza, mantienen todavía profundos lazos con ésta, y son más conscientes del daño que el plástico y la contaminación le están provocando –por ejemplo, a sus lagos–. Por eso ahora, como desde hace siglos, los indígenas son los protectores de la biodiversidad.
A San Pedro la Laguna se une Totonicapán, un cantón que recientemente se comprometió a dejar de utilizar plástico y está apoyando la implementación de una Política Ambiental que no se quede sólo en el papel, sino que irradie a las comunidades guatemaltecas y transforme los hábitos de sus habitantes.
Por su parte, el municipio purépecha de Cherán, en México, se convirtió en 2016 en el primer municipio 100% libre de basura, consiguiendo reciclar todos los residuos inorgánicos.
Así, estos pueblos marcan el paso rumbo un mundo libre de plástico pero, además, ponen el ejemplo de que relacionarnos de otra manera con el medio ambiente es posible, no necesariamente innovando, sino volviendo a tradiciones y prácticas ancestrales de infinita sabiduría.