El atlas de afrodisíacos de Christian Rätsch

La vid, el ajo, la zanahoria, el ajenjo, y, sobre todo, el cannabis y el chamico (datura) son de esas plantas prodigadas por los dioses que llamamos afrodisíacos

El atlas de afrodisíacos de Christian Rätsch

Autor: Mauricio Becerra

La vid, el ajo, la zanahoria, el ajenjo, y, sobre todo, el cannabis y el chamico (datura) son de esas plantas prodigadas por los dioses que llamamos afrodisíacos. ‘Las plantas del amor. Los afrodisíacos en los mitos, la historia y el presente’ del etnobotánico Christian Rätsch, es un completo atlas dedicado a divulgar sus secretos.

En la antigua india les llamaban vajikarana y gran parte de los pueblos del mundo han recurrido a ellos para vivificar la sexualidad. Son los afrodisíacos, que integran la enciclopédica obra de Christian Rätsch, “Las plantas del amor. Los afrodisíacos en los mitos, la historia y el presente”, una exhaustiva y erudita obra ilustrada hecha con los ingredientes que sólo la botánica, la química, la farmacología, la historia, la etnología y el autoensayo pueden dispensar.

“Desde tiempos remotos las personas buscaban medios para conseguir los efectos que hasta entonces sólo la diosa del amor causaba: amor donde no existe, deseo donde sólo hay languidez, goces carnales donde domina el hastío y aventuras eróticas donde la fantasía está ausente”- comenta Rätsch a poco de iniciado el libro.

‘Afrodisíaco’ deriva de Afrodita, la diosa del amor en la mitología griega y romana (Venus), divinidad que además estaba relacionada con la fecundidad y la energía primaveral.

Hace 60 mil años los neandertales conocían y usaban las plantas que hoy conocemos como afrodisíacas. “En las cuevas de Shanidar se descubrieron sepulcros de los neandertales que muestran cómo los cadáveres eran enterrados bajo flores y hierbas”- cuenta Rätsch.

En las tablas sumerias de escritura cuneiforme, en los rollos de papiro del antiguo Egipto y en las inscripciones de los huesos oraculares de la antigua China se repiten los indicios de su uso.

ETNOBOTÁNICA Y AUTOENSAYO

Christian Rätsch sigue la tradición inaugurada por Albert Hoffman y suma dos décadas de investigaciones a la biblioteca universal de psicoactivos, donde comparte anaquel con Richard Evans, Terence McKenna, Josep María Fericgla y Jonathan Ott, entre varios otros químicos, antropólogos o simples curiosos que se abocaron a dar luces sobre plantas cuyos usos fueron satanizados ayer por el cristianismo, hasta hace poco por las ciencias de la conducta y aún hoy por las leyes contra la libre mudanza de la conciencia.

El valor de la obra de Rätsch es dar un panorama de los afrodisíacos que a la vez sirve de manual de uso, recomienda dosificaciones, da cuenta de los últimos hallazgos respecto de las propiedades químicas de cada una de ellas, sin dejar de remitir a la historia y los contextos culturales de uso de los más apetecidos por la humanidad.

El libro además está cuidadosamente acompañado de más de un centenar de imágenes que nos muestran el uso de afrodisíacos a través de los tiempos y las culturas que han poblado el planeta. Imágenes de códices mayas, grabados de la Antigüedad, esculturas y fotos de las 113 especies reseñadas realzan el valor de la obra.

Rätsch realizó estudios en lenguas y culturas americanas antiguas, etnología y antropología. En sus dos décadas dedicadas a investigar plantas con efectos sobre la conciencia, vivió durante tres años con los indios lacandones en la selva mexicana. La amplitud de las disciplinas atesoradas le permite señalar que además de los efectos fisiológicos inherentes al consumo de alguna de estas plantas, las expectativas culturales son fundamentales a la hora de experimentar sus efectos. “Los etnofarmacólogos han descubierto que lo que se espera de una sustancia tiene una fuerte influencia sobre sus efectos”- comenta.

Rätsch es de los científicos que alejándose de la medicina occidental funcionalista que exige la distancia del objeto de estudio respecto del investigador, construye sus conclusiones a partir de autoensayos, noción usada por el químico Albert Hoffman, quien además de una gran gama de medicamentos, se le considera el padre del LSD y sintetizó la psilocibina de los hongos que la sabia mazateca María Sabina le regalara.

Hoy Rätsch asesora el Colegio Europeo para el Estudio del a Conciencia y es miembro destacado del Círculo de Estudios Etnomédicos. Además de decenas de artículos publicados en revistas científicas publicó Indianische Heilkräuter (Plantas medicinales de los indios), en 1987.

DEL ANTIGUO SOMA AL VINO

Se sospecha que el afrodisíaco más celebrado en la historia antigua, el soma de los arios, era preparado con Amanita muscaria, aunque no hay conocimiento de la receta utilizada. Así también pasa con la hierba de Moly, recomendada por Hermes a Odiseo en La Ilíada.

Papiro de Turín que representa encuentros eróticos en el antiguo Egipto

El hachís es el primer afrodisíaco del subcontinente indio y junto a las daturas y otras plantas solanáceas, integra el selecto grupo de los más potentes y usados. No en vano hay un capítulo entero dedicado a dichas especies.

También producen efectos en el ánimo sexual el peyote, la mandrágora, la enredadera ololiuqui, y el floripondio (Brugmansia). La más conocida es sacada de la corteza del árbol yohimbe, la yohimbina, de la que se ha comprobado que estimula la sinapsis nerviosa de la médula sacra, responsable de la erección.

Otro capítulo está dedicado al vino, embriagante que hunde su historia en Mesopotamia hace 5 mil años atrás y que además de provocar un relajo sensual, activa el metabolismo.

AFRODISÍACOS EN LA COCINA

La papa, el tomate, la zanahoria y el ají también tienen propiedades estimulantes. Revisemos algunas de las reseñadas por Rätsch:

Romero: usado como condimento y como baño para erotizar la piel.

Ajo: Se recomienda comer los dientes, crudos o cocidos. Los egipcios ya lo conocían y los romanos lo consagraban a

Estatuas africanas. En Africa la Iboga y la yohimbina son afrodisíacos muy extendidos

la diosa de la fertilidad, Ceres, mezclándolo con cilantro para un brebaje amoroso.

Ají: Descrito como “una comida caliente que impulsa el apetito sexual”, debido a la  capsaicina, su compuesto que le da su sabor picante.

Espárrago: Se dice que el que come muchos espárragos tiene muchos amantes.

Piña: Además de sus cualidades tonificantes, diuréticas y digestivas, la piña mezclada con ají en polvo, miel macerada en ron blanco incrementa el deseo sexual.

‘Plantas del Amor’ culmina entregando recetas a partir del conocimiento acumulado sobre los afrodisíacos. Así se recomienda el café con cardamomo, el vino con mandrágora o una mezcla que tiene Amanita muscaria, datura y cannabis.

La mejor forma de disfrutar estas plantas es con un compañero sexual. A diferencia de las aventuras eróticas, dicho vínculo permite la exploración, el ensayo y se acumula experiencia. Rätsch agrega que “quien quiera experimentar con afrodisíacos debe empezar siempre con la dosis más baja e incrementarla de a poco – según experiencia y necesidad – al repetir su uso”.

Mauricio Becerra Rebolledo

@kalidoscop

El Ciudadano

Imagen de portada: Vasija con representación erótica de la Cultura Moche que vivió entre los siglos III-VIII en las cercanías de Trujillo, Perú.


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