El economista especializado en temas energéticos Nicolas Mazzucchi advierte en una entrevista a Atlantico.fr. Que las empresas europeas se enfrentan cada vez más a diversas «técnicas y herramientas» empleadas por Estados Unidos para proteger su estatus de mayor economía del mundo.
En opinión del experto, si bien sería un error emplear el término de «guerra económica», una visión «más justa» sería considerar que Washington implementa «todas las técnicas y herramientas a su disposición» para mantener su lugar «de la primera economía mundial», especialmente en medio de la «competencia exacerbada de las empresas emergentes en los sectores más tecnológicos».
Competencia desigual
El analista destaca que las empresas europeas sancionadas a menudo tienen «dos características importantes en común».
Por un lado, son las principales competidoras de consorcios estadounidenses en «los sectores más tecnológicos», como el de la energía, y, por otro, son «mucho más» vulnerables que las compañías chinas o rusas, debido a que a menudo trabajan en el país norteamericano. Lo que a su juicio las expone “al uso del arma de la ley” en una competencia global”.
Palancas de presión
El experto detalla que Washington posee diversas medidas para condenar a las empresas europeas, entre ellas varias «palancas puramente legales» —como la ley d’Amato-Kennedy de 1996, que prohíbe el comercio con Irán—, así como normativas, como el estándar ITAR, que requiere que para cualquier material de defensa que incluye componentes de EE.UU. Washington tenga el derecho a examinar la venta, o incluso a prohibirla.
Resalta Mazzucchi que el uso del dólar como moneda comercial ofrece a EE.UU. «una palanca de presión sin paralelo» en la economía internacional, con la que sanciona a cualquier compañía en el planeta por el comercio con países considerados peligrosos para ellos.
Destaca, al respecto que no se debe minimizar el papel de los instrumentos reales, como la moneda y la Inteligencia. En particular la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA, por sus siglas en inglés), extendida por la Ley de Enmienda de FISA de 2008, permite a EE.UU. interceptar todas las comunicaciones en el mundo «por el bien de la seguridad nacional», lo que puede derivar en «la promoción de los intereses económicos estadounidenses». Por ejemplo, a través de la vigilancia de las compañías extranjeras más importantes, precisó Mazzucchi.
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