Como una fecha para repensar el futuro energético del planeta y hasta la propia supervivencia de la humanidad calificó Greenpeace la conmemoración del Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, fecha acordada por Naciones Unidas el año 2009.
Iniciados en 1945, los ensayos nucleares ya acumulan cerca de 2 mil pruebas realizadas en distintas partes del mundo, las cuales han dejado una estela de graves consecuencias e impactos para el planeta.
De hecho, fueron las pruebas nucleares estadounidenses en la zona de Amchitka en Alaska, en 1971, los que generaron las protestas de un grupo de activistas a bordo de un viejo barco pesquero rebautizado Greenpeace y que sirvió como nacimiento de la organización medio ambiental que hoy tiene presencia mundial.
“Greenpeace debe su nacimiento a la oposición que tuvo a los ensayos nucleares. Lo cierto es que, desde que comenzó la experimentación nuclear hemos tenido demasiadas las tragedias humanas y ambientales relacionadas con este tipo de pruebas. Hoy, las armas nucleares son cada vez más poderosas y destructivas y no solo suponen una amenaza para el patrimonio medio ambiental del planeta, sino que una alerta para la sobrevivencia misma de la humanidad. Es hora avanzar hacia un mundo no solo sin armas nucleares, sino con más energías renovables y menos centrales nucleares y sus peligros asociados”, señaló Matías Asun, vocero de Greenpeace Andino.
Desde la ONG alertan respecto de la huella altamente contaminante, dañina y duradera de la energía nuclear, con accidentes icónicos –como los de Fukushima y Chernóbil–, los cuales han dejado consecuencias devastadoras y prolongadas en las salud de las personas y la destrucción de los ecosistemas.
“La energía nuclear apenas aporta el 4,5% del total de la energía primaria comercial del planeta. Además, se trata de plantas cada vez más envejecidas y donde las nuevas construcciones suelen tener importantes aumentos en sus presupuestos y plazos prolongados en sus construcciones. Y no es una energía barata ya que la construcción y desmantelamiento de las centrales son altísimos. A ello se suma la compleja gestión de los residuos nucleares, los cuales se mantienen radiactivos por un período que va de los 20.000 a los 100.00 años. Es evidente que la energía nuclear no es una alternativa sostenible en el tiempo y por eso debe ser desechada y reemplazada por opciones renovables”, señala Asun.
Mientras el 76% de la energía en Francia proviene de sus centrales nucleares, esa dependencia baja al 19,5% en Estados Unidos (similar al 18,6% de Rusia), 4,8% en Argentina y el escaso 0,5% de Japón, exponen desde la organización.