Ya no resulta sorprendente que las encuestas muestren altos niveles de rechazo al Congreso Nacional. Este fenómeno ha venido intensificándose desde hace dos años. En la encuesta Adimark de abril de 2010, la Cámara de Diputados mostraba un nivel de aprobación del 43% y de desaprobación de un 37%, y para junio de 2012 Adimark nos muestra un nivel de aprobación de un 17% y desaprobación del 73%. El Senado presenta un comportamiento similar al descrito.
Observamos, además, ya casi sin capacidad de asombro, cómo las discusiones en el Congreso presentan una desconexión preocupante con las demandas ciudadanas, se habla de una crisis de representatividad en el Congreso Nacional.
En términos simples, cuando hablamos de representación, debemos pensar en una ciudadanía que entrega su poder a una persona “x” para que interprete y represente sus posturas en el mundo legislativo. Hasta ahí todo está bien.
No obstante, para que alguien nos represente, además se requiere que este representante conozca cuáles son nuestras opiniones respecto a las temáticas que se están tratando y luego exponerlas en las discusiones legislativas. Si esto no ocurre, entonces sólo estamos entregando nuestro poder a una persona sin generar una relación posterior. Estaríamos sólo en un sistema de democracia delegativa.
La representatividad requiere un constante flujo de opiniones entre representantes y representados, sobre los temas que se están discutiendo en el Congreso Nacional (y por favor, no nos vengan con que en las jornadas distritales eso es lo que se hace).
Lamentablemente, la representación no se está logrando, quizás producto del tratamiento “amateur” que se le da al acto mismo de la representación. Sin embargo es posible pensar en metodologías que permitan recoger información relevante por parte de los parlamentarios en sus distritos y circunscripciones que aporten a mejorar el proceso de representación y alejarse de la simple delegación de poder.
Elaboración de encuestas, sistemas de votación on-line, mesas de trabajo, focus group. Existen muchas opciones. Pero lo importante es que realmente exista una correspondencia entre la opinión ciudadana de un territorio y las argumentaciones (y votaciones) que realiza un determinado congresista.
Lo principal, a juicio de quien escribe, es terminar con las votaciones por “órdenes de partido”, ya que eso anula toda posibilidad de discusión ciudadana, elimina toda posibilidad de representatividad de los territorios y fomenta el poder de las elites políticas.
Pero ojo, todas estas metodologías que puedan recoger la opinión ciudadana deben ser pensadas con el fin de mejorar la participación y no pensadas para instrumentalizar a la ciudadanía, legitimando posturas predefinidas por el congresista. De ahí que la transparencia en la elaboración y aplicación de estas metodologías resulte fundamental.
Para finalizar, le recomiendo que haga el ejercicio de preguntarle a su representante en el poder legislativo qué metodología utiliza él o ella para recoger las opiniones ciudadanas sobre los temas que se están viendo en el Congreso. Pregúntele también si es posible acceder a los resultados de la aplicación de esas metodologías, consúltele cuánta gente participa en esas jornadas de discusión y aproveche de interrogarlo si acaso realiza sondeos en el territorio que le permitan orientarse al momento de votar en las sesiones del Congreso.
Álvaro Jorquera Mora
@jorqueramora