Hace unos días me llegó una solicitud de amistad en Facebook de alguien que no conocía -o eso creía-. Le di click al perfil y la foto de entrada mostraba a este hombre posando cagao de risa junto a sus compañeros de pega y esa misma risa, su cara grandota conteniendo sus ojos achinados, lo trajo a mi recuerdo: Patricio, el papá de la Camila, una alumna de hace muchos años atrás a la que le hice clases y de quien fui profe jefe.
Pato era un tipo bien piola, iba a casi todos los miércoles de reunión y pese a su timidez, se prestaba siempre a participar de muchas de las ocurrencias jilas que decide la autoridad educativa para rellenar esas dos horas de encuentro mensual. Pero hubo una oportunidad en que él se me acercó al final de la reunión para contarme que le había hecho muy feliz una actividad que hice con l@s chiquill@s a partir de la exhibición de una parte de “La Batalla de Chile” de Patricio Guzmán. Me decía entusiasta que ese documental le recordaba a su viejo, que la había visto hacía poco tiempo y que ver a todas esas y esos trabajadores tan enteros, tan organizados, le habían devuelto algunas de las cosas lindas que eran parte de su taita. Feliz me recuerdo de su apretón de mano, de su “gracias, profe”.
Pequeñas historias, gigantes historias
La Nueva Imperial es un proyecto de jóvenes músicos en que su Quinta Normal de origen y un amor irrestricto por los sonidos de viejo cuño como el foxtrot, el bolero o el jazz guachaca, lo hace una propuesta tentadora entre tanta canción oportunista y de tiro corto. Postales es su primer larga duración y “Volemos juntos” el videoclip que lo inaugura en donde cuentan la secreta historia de un obrero (interpretado por el capo Gastón Salgado) de un centro de chatarra quien rememora -en una jornada cualquiera de laboreo- un amor perdido, uno arrebatado por algo que quizá sea la muerte.
El relato visual se arma con pequeñas escenas domésticas, reconocibles, pero que propuestas desde el paso de este solitario trabajador de alma herida, configuran una historia oportuna de conocer, casi como un acto reivindicatorio de que todas nuestras dolorosas experiencias, por más anónimas que parezcan, siempre son merecedoras de brillar, de saberlas mientras seguimos cargándolas entre viajes en micro y la pega diaria.
Son varios elementos los que engrandecen a esta pieza, partiendo por el jazz guachaca y el foxtrot como trazado sonoro. Hay algo en esta cruza, en este ritmo juguetón de voluntad tristona, que calza perfecto en este contexto de laboreo en pleno galpón de acopio de materiales de demolición, como si el eco de viejos bailes de salón ocuparan sin culpa nuevos salones, nuevos lugares.
Salgado en algún minuto abre un libro y toma un marcador que señala el poema “A un viejo púgil” de Jorge Teillier. “La tarde cuelga frente a su ventana / como una raída y sucia bata de combate”, decía el poeta de Lautaro, blindando de algún modo las dolencias de este hombre, apuntalando su pena, sus ensoñaciones que traen la figura de esa mujer perdida en medio de tablones y polvo. Decidir por este poema, por Teillier, por esta discursividad que logra hermanar a los escritores con los boxeadores y de paso, a este obrero nostálgico, sensible y capaz de encontrar en la literatura un refugio ante sus propias tragedias, es un gesto de profunda trascendencia, porque recupera la figura de un humano lúcido, de un asalariado que le hizo el quite a los lugares comunes que ofrecen los nuevos tiempos y se lanzó al vértigo del verso, así mismito como lo hicieron nuestras mamás y papás trabajadores años atrás.
Y hay un último recurso que aplaudo desde su bella poética y es que muchos de los tránsitos de Gastón por ese centro de acopio son a través de pasillos armados por viejas puertas y ventanas, como diciéndole en secreto que más allá de nuestras cansadoras fragilidades, late siempre la posibilidad de abrir algo y empezar de nuevo.
Volando juntos
Me gusta pensar que los chiquillos de La Nueva Imperial y que Patricio -mi antiguo apoderado-, andan caminando por rutas parecidas. Porque cada uno de ellos, desde el lugar que les tocó o del que decidieron vivir, andan luciendo en la solapa olvidadas prácticas de cómo encarar este siglo y su desidia. Volando juntos no han olvidado que trabajar, que cantar, que sufrir, que leer o amar, son algunos de esos nobles materiales con los que estamos hechos para romper el olvido.
La Nueva Imperial son:
Sebastián Vásquez ( Guitarra y voz principal)
Lalo Vásquez ( Contrabajo)
Marcelo Cornejo ( Acordeón)
Diego Galdames ( Violín)
Camilo Morales (percusión)
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