La política exterior norteamericana hacia América Latina ha vuelto a dar valor a la frase “América para los americanos”, que sintetiza la denominada doctrina Monroe , ideada en 1823 por el entonces secretario de Estado John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe.
El objetivo norteamericano, en esos años y también hoy, ha sido legitimar su agenda de dominio político y comercial sobre el continente, contando las intervenciones militares, para asegurarse el control de una región que considera su «patio trasero» pródigo en recursos energéticos y minerales, además de su carácter estratégico en cuanto a lo geopolítico.
En 1823 Estados Unidos (EE. UU) se enfrentaba a la posible restauración de los dominios coloniales europeos en los recién independizados países latinoamericanos y por lo tanto al riesgo de ser nuevamente fagocitados como colonia.
Varios asesores le recomendaron al Presidente Monroe establecer una fuerte cooperación con Inglaterra, cuestión que dejaba a EE.UU. en una incómoda posición de sometimiento ante su antiguo dominador. John Quincy Adams, en cambio, le aconsejó que debía actuar de manera unilateral con respecto a Europa, dando así una señal de fortaleza que posicionaría al joven gigante norteamericano. Esa fue la opción elegida.
A partir de allí cualquier intervención de los europeos en el continente americano sería vista como un acto de agresión contra la región que requeriría la intervención de Estados Unidos.
Pero en la práctica, no fue hasta tiempo después que la Doctrina Monroe se aplicó a cabalidad, pues en el internato se produjeron intervenciones europeas en países americanos, que fueron apoyadas o simplemente ignoradas por el Gobierno estadounidense. Esto se atribuye a que en un comienzo EE.UU. fue cauto y prefirió negociar su posición, fortaleciéndose de a poco, hasta alcanzar un status que le permitiera pararse de igual a igual con poderío europeo sin poner en riesgo su posicionamiento como imperio.
En el fondo, la Doctrina Monroe no tenía como objetivo prioritario proteger el continente americano del colonialismo europeo, sino más bien ejercer sobre el mismo el dominio que habían avizorado como una de las claves para su establecimiento como imperio.
Entre las intervenciones europeas que EE.UU. toleró, figuran la ocupación de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833, el bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos entre 1839 y 1840, la invasión española a la República Dominicana entre 1861 y 1865, la intervención francesa en México entre 1862 y 1865, la ocupación inglesa de la Guayana Esequiba en 1895. Todas ellas funcionaron como parte de una larga negociación tras la cual EE.UU. logró establecer su dominio, con el visto bueno europeo, sobre América Latina.
“América para los estadounidenses”
Durante la Guerra de la Independencia de Texas (1835-1836) rancheros y esclavistas se apropiaron d e grandes extensiones de México, al norte del río Bravo. El general estadounidense Gaines ocupó la población de Nocagdoches, enTexas, bajo la excusa de que se estaba produciendo una sublevación indígena.
En 1845, Estados Unidos se anexó los territorios de Texas y California, que pertenecían a México.
Un año después, el Gobierno norteamericano le declaró la guerra a México con el objetivo de conquistar más tierras.
Este conflicto finalizó en 1848 con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el que México debió ceder más de 2,1 millones km² de tierra, el 55% de su territorio de entonces.
En 1855, el esclavista estadounidense William Walker invadió Nicaragua y se proclamó presidente. Durante sus dos años de gobierno también invadió a los países vecinos de El Salvador y Honduras.
En 1898, Estados Unidos le declaró la guerra a España, bajo el pretexto de apoyar a los independentistas cubanos. Con la derrota de las tropas españolas la nación norteamericana tomó el control de los territorios de Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawai.
En 1903, Estados Unidos promovió la separación de Panamá de Colombia, con lo que adquirió los derechos para abrir el Canal de Panamá, pagándole a la nación neogranadina una compensación de apenas 25 millones de dólares.
El “Gran Garrote”
En 1904 Estados Unidos reafirmó su intervencionismo, el entonces presidente Theodore Roosevelt emitió el corolario para la interpretación de la doctrina Monroe.
Roosevelt emprendió la denominada política del “Gran Garrote” o Big Stick, una expresión que tomó del proverbio africano: “habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegaras lejos” (speak softly and carry a big stick, you will go far).
Con el corolario se planteó que si un país latinoamericano y del Caribe situado bajo la influencia de EE.UU amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el Gobierno norteamericano estaba obligado a intervenir en los asuntos internos del país para reordenarlo, legitimando incluso el uso de la fuerza.
El Gran Garrote también contempla las intervenciones ocasionadas por la “discapacidad” de los Gobiernos locales de resolver asuntos internos desde el punto de vista del Gobierno de Estados Unidos.
El corolario fue defendido por Roosevelt ante el Congreso en el discurso del 6 de diciembre de 1904, cuando Inglaterra, Alemania e Italia amenazaban con un bloqueo naval a Venezuela para cobrar una deuda que mantenía ese país.
Estados Unidos se escudó en esta política para intervenir militarmente en Nicaragua entre 1912 y 1933, en Panamá desde 1908, en México desde 1914 a 1917.
Asimismo, llegó a ocupar República Dominicana entre 1916 y 1924 y Haití desde 1915 hasta 1934.
OEA al servicio de la doctrina Monroe
Entre el 30 de marzo y 2 de mayo de 1948 se levó a cabo en Bogotá, Colombia, la Conferencia Internacional Americana que sirvió de marco a la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En medio de esa reunión fue asesinado el 9 de abril el líder liberal colombiano Jorge Gaitán, lo que provocó una gran insurrección popular conocida como el Bogotazo, que fue brutalmente reprimida por las autoridades.
Este hecho le sirvió para manipular el curso y los resultados de la Conferencia.
Estados Unidos se encargó de alertar al resto de los países de la región sobre los peligros que significaban para la democracia la influencia de la Unión Soviética y el comunismo, a quienes se les achacaron las muertes del Bogotazo.
Bajo esta presión y el interés de formar alianzas económicas con Estados Unidos, los 21 países participantes en el encuentro adoptaron la Carta de la OEA.
De hecho en 198 también aprobaron la “Resolución sobre la Preservación y Defensa de la Democracia en las Américas”, con el objetivo de perseguir a todo Gobierno que pareciera de ideas comunistas o tuviera una política ajena a las doctrinas de Washington.
Aunque la organización surgió para fortalecer la paz y seguridad, consolidar la democracia, promover los derechos humanos, apoyar el desarrollo social y económico en América, ha servido de un foro político en el que se toman decisiones acordes a los intereses de la Casa Blanca.
La OEA parte del principio de la no injerencia en los asuntos de los Estados miembros. Sin embargo, desde su sede se condena a los países progresistas acusándolos de regímenes corruptos y violadores de derechos humanos y se pasan por alto las situaciones que afectan a los pueblos de los gobiernos de derecha aliados de EE. UU.
Expediente de intervenciones
En 70 años, la OEA ha cumplido el rol de instrumento jurídico para justificar las intervenciones militares y políticas perpetradas por el Gobierno norteamericano en la región.
Antes de su creación, la opinión pública podía señalar a Estados Unidos por sus agresiones, pero ahora estas acciones son producto de las decisiones tomadas en el seno de la organización.
En 1954 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) orquestó el derrocamiento del Gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, quien se había atrevido a nacionalizar las tierras que eran cultivadas por la compañía estadounidense United Fruit Company.
Estados Unidos organizó un ejército de exilados derechistas, que, con la ayuda de bombardeos aéreos, atacaron la ciudad de Guatemala para sacar del poder a Arbenz y colocar a Carlos Enrique Díaz en el poder, quien respondía a las órdenes de la Casa Blanca.
Previo a esta agresión, la OEA había aprobado una resolución que introducía la variante de intervención colectiva regional, en expresa violación de su propia carta fundacional.
Invasión a Cuba
En 1960 el presidente Dwight David “Ike” Eisenhower emprendió acciones para derribar a la revolución cubana y al gobierno de Fidel Castro.
Con el beneplácito de la OEA se produjo en 1961 la invasión de Bahía de Cochinos, en la que una brigada de mercenarios entrenados y dirigidos por EEUU, desembarcaron en la isla para ser derrotados.
Posterior a este suceso, en 1962 la OEA decidió expulsar a Cuba y guardar silencio sobre el bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por la Casa Blanca, que ha generado pérdidas multimillonarias a la mayor de las Antillas.
En 1965 Estados Unidos se valió de 42.000 marines al país para reprimir en República Dominicana a un movimiento que intentaba restaurar en el poder al anteriormente derrocado presidente progresista y democráticamente electo Juan Bosch; alrededor de 3.000 muertos.
La OEA envió a la capital dominicana a su entonces secretario general, el uruguayo José A. Mora, con el aparente propósito de obtener una tregua en el conflicto, mientras que en seno de la organización se debatía la presencia militar norteamericana.
Estados Unidos logró con una margen de un voto la aprobación de una resolución que dispuso la creación de una Fuerza Interamericana de Paz, produciéndose, por primera vez bajo el sello de la OEA, una intervención colectiva en un país de la región, que ocasionó la muerte de 3 mil personas.
El golpe de Pinochet
En 1973 el militar Augusto Pinochet tomó el poder en Chile, a través de un golpe de Estado apoyado por la CIA contra presidente electo Salvador Allende.
Pinochet instauró su dictadura por 17 años, que contó con la complicidad de la OEA. De hecho, en 1976 se instaló en Chile la VI Asamblea de la organización.
En esa sesión, el presidente estadounidense Henry Kissinger dio un discurso sobre derechos humanos en el que le dijo a Pinochet: “Deseamos que el suyo sea un gobierno próspero. Queremos ayudarle y no obstruir su labor”.
La OEA permaneció en silencio ante la muerte de Salvador Allende y el asesinato y desaparición forzosa de miles de chilenos.
A favor de Inglaterra y contra Argentina
Quizá el episodio que puso en evidencia el verdadero objetivo de la doctrina Monroe se produjo en marzo de 1982 con la intervención británica que dio inicio a la Guerra de las Malvinas y a la primera agresión de una potencia internacional a un país del continente americanano.
Según el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) este hecho debía convocar la solidaridad continental con el agredido, pero bajo su premisa de “América para los americanos (estadounidenses)” la Casa Blanca decidió apoyar política y militarmente a Gran Bretaña, su aliado en la Guerra Fría, e imponer sanciones económicas contra Argentina.
La OEA se limitó a aprobar resolución llamando al cese del conflicto, para posteriormente condenar el ataque armado e instar a los EE.UU. a levantar las medidas aplicadas a Argentina.
Agresión a Panamá y Haití
En 1989 se produjo la décima tercera invasión de EE.UU. a Panamá. Las autoridades norteamericanas, dirigidas por George H.W. Bush, justificaron la muerte de más de siete mil panameños con la intención de capturar al general Manuel Antonio Noriega por sus presuntos vínculos con el narcotráfico.
Aunque la invasión fue evidentemente ilegal y violatoria de la carta de la OEA, el entonces secretario general del organismo João Clemente Baena Soares “condenó” los hechos de una manera tenue y no se emprendieron ningunas acciones.
En 1994 más de 24 mil efectivos norteamericanos invadieron Haití con el pretexto de garantizar la transferencia de poder de la cúpula golpista, encabezada por el general Raúl Cedras, al presidente electo Jean Bertrand Aristide.
10 años después, Aristide ejercía su segundo mandato constitucional cuando fue víctima de un golpe de Estado, apoyado por Washington.
La OEA decidió designar la evaluación del tema en el Consejo de Seguridad de la ONU, que aprobó una fuerza militar multinacional liderada justamente por Estados Unidos.
Mesa servida para la intervención
Con el cambio del mapa político de América Latina, que experimenta un giro hacia la derecha, Estados Unidos cuenta con gobierno aliados que le facilitan el camino para seguir imponiendo su doctrina Monroe en la región, y continuar así con política agresiva e intervencionista.
Los ojos están puestos en países progresistas de la región como Venezuela, Nicaragua, Bolivia, que se oponen al restablecimiento del orden neoliberal.
Desde la OEA, la mesa está servida para propiciar una intervención. En el caso de Venezuela, el secretario general del grupo, Luis Almagro ha intentado por todos los medios, y sin éxito, aplicar la Carta Democrática a Venezuela, a pesar de que esta nación anunció su retiro del grupo en 2017.
Asimismo, ha pedido “endurecer” las sanciones económicas y políticas impuestas por Washington y la Unión Europea (UE), y acusa al Gobierno de Nicolás Maduro de cometer crímenes de lesa humanidad, que pueden ser denunciados ante la Corte Penal Internacional (CPI), con miras a una intervención militar.
“No podemos descartar ninguna medida para tirar abajo esta dictadura. No podemos ser permisivos», amenazó el pasado viernes.
https://www.elciudadano.cl/latino-america/elprontuariodealmagro/09/11/
https://www.elciudadano.cl/latino-america/el-oscuro-lobby-de-la-oea-para-desarticular-la-izquierda-latinoamericana/09/13/