La población de Uruguay consume en promedio el 65% de las frutas y verduras recomendadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para tener una alimentación saludable.
“No podemos ignorar que esta recomendación representa un mínimo, no es ni un promedio ni el ideal, es la cifra menor que sugiere la FAO y Uruguay produce la mitad de ese monto”, puntualizó Alberto Gómez, representante del Colectivo Tá, un núcleo interdisciplinario de la Universidad de la República.
Explicó que los productores nacionales tampoco podrían asumir el 50% restante de frutas y verduras que le falta a Uruguay para acercarse al mínimo de la FAO. Primero, por una eventual falta de capacidad y de recursos para elaborar el doble de lo que hoy alcanzan, y segundo, por el riesgo que implica producir para que después nadie lo compre.
“Este problema no es de la producción en si, sino del sistema alimentario en general. Es necesario plantearse estas discusiones y tener como meta las sugerencias internacionales, pero acompañarlas también con políticas públicas porque es un tema de salud”, declaró el ingeniero.
En este sentido Gómez puso sobre la mesa los conceptos vinculados a la agroecología, una ciencia que reúne los aportes de distintas disciplinas científicas, ecológicas y sociales y se presenta como un modelo alternativo al sistema alimentario industrializado. Desde ese lugar, el agrónomo sugirió un paquete de políticas públicas que permitan revertir el esquema general de la alimentación de los uruguayos.
Se refirió a implementar el etiquetado de alimentos transgénicos a nivel nacional, a la ley sobre el derecho a la alimentación -que se presentó en 2015 en el Parlamento pero todavía no ha tenido avances- y, por último, a la reglamentación del Plan Nacional de Agroecología, que ya lleva dos años encajonado en el Palacio Legislativo, y sobre el cual Gómez mantiene la esperanza de ver aprobado antes de que acabe la actual administración.
Dos sistemas alimentarios incompatibles
Actualmente, la agricultura industrial ocupa el 80% de la tierra cultivable del planeta, utiliza el 70% del agua del riego y consume el 80% del combustible. Con esos números, produce el 30% de los alimentos, según informó Mauricio Vives, fundador de la empresa autosustentable Graneco.
“La agricultura campesina y familiar, en cambio, tiene el 20% de la tierra, maneja el 30% del agua, utiliza el 20% del combustible y produce el 70% de los alimentos del planeta. ¿Qué es lo que tenemos que seguir debatiendo?”, comparó y se preguntó cuál es el objetivo real que debe perseguir un sistema de alimentación saludable.
“En todo sistema existe un objetivo coherente y todo se organiza para alcanzarlo. El sistema industrial tiene como principal fin generar dinero y no alimentar. El alimento para ellos es secundario, es menor”, aseguró Vives y explicó que eso trae como consecuencia que lo que se consume no sea, necesariamente, un alimento en si mismo. “Hay que saber distinguir la comida del alimento. Las instituciones y los Gobiernos deben diferenciarlo”, aseguró.
El sistema industrial no es una opción viable, dijo el productor, y sugirió que “en lugar de dedicar tanto esfuerzo, energía y tiempo para demostrar que el veneno es veneno”, se destinen esas mismas ganas a profundizar el sistema que persiga la alimentación saludable.
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