El petróleo constituye la sangre de la economía capitalista mundial desde hace un siglo. Aunque todavía existan muchas incertidumbres sobre cuándo será el agotamiento final de las reservas mundiales, lo seguro es que la era del “oro negro” fácil y barato está en declive. El momento es un gran desafío para la humanidad y los guiones posibles tienen muchas salidas.
“Vivimos en la era del petróleo”, plantea Jean Laherrère, presidente de la sección francesa de la Asociación para el Estudio del auge del Petróleo y del Gas (ASPO) y ex-dirigente encargado de las técnicas de exploración en la empresa petrolera Total. Max Weber en ‘La jaula de hierro’ reconocía hace unas décadas que el combustible fósil es la sangre y el corazón del sistema. El petróleo es omnipresente en nuestra vida desde hace un siglo. La mayoría de lo que consumimos proviene del ‘oro negro’: plástico, medicamentos, cosméticos, fibras sintéticas… Sobre todo, dos ámbitos fundamentales dependen fuertemente del petróleo: la agricultura y los transportes.
En agricultura, el petróleo una vez refinado permite producir el carburante que permite a la maquinaria agrícola que funcione. Constituye también la base de los abonos químicos y de los pesticidas utilizados a ultranza en el campo. De promedio, entre 25% y 50% de los gastos de un agricultor son vinculados directamente con el petróleo. Es por eso que existe una fuerte correlación entre el precio de nuestra alimentación y el del petróleo. Octavio Terán, estudiante en ingeniería agrónoma en la Universidad Nacional de Tucumán (Argentina), lo confirma: “El precio del petróleo influye directamente en el agro. Por ejemplo, las máquinas necesitan diesel para sembrar o cosechar. Por lo tanto, influye en el costo por hectárea de producción”.
El petróleo permite también la producción de nafta, necesaria a los autos, a los camiones, a los aviones y a los barcos. Eso hace posible el despacho de la comida hasta los consumidores y los intercambios comerciales, base del sistema económico mundial.
Más del 80% de la energía consumida al nivel mundial procede de los hidrocarburos (energías fósiles): petróleo (primera fuente de energía), carbón y gas.
Así, el ‘oro negro’ constituye el sistema sanguíneo de nuestra sociedad y de la economía mundial. Desde la Revolución Industrial y durante todo el siglo XX, el desarrollo económico fue basado en la utilización sin límites de esta fuente de energía barata, lo que desembocó en la emergencia del sistema globalizado que conocemos actualmente. Y al observar gráficos, la relación entre crecimiento económico y producción de petróleo siempre fue muy clara.
Sin embargo, el petróleo, al igual que el carbón y el gas, es un recurso limitado y no renovable, ya que su formación necesitó millones de años. Ahora bien, un recurso limitado no permite un crecimiento infinito, base del absurdo modelo económico en el cual vivimos hoy en día.
CÉNIT PETROLERO
Ya consumimos aproximadamente 1300 mil millones de barriles, es decir la mitad de las reservas mundiales de este recurso finito. En otras palabras, significa que alcanzamos el ‘cenit petrolero’ (Oil Peak en inglés), un concepto que deriva de la curva de Marion King Hubbert, un geofísico americano, quien fue famoso por haber predicho en 1956 que la producción total de petróleo de los Estados Unidos iba a alcanzar su pico en 1970, antes de decrecer, tal como ocurrió.
Así, cuando hablamos del ‘cenit petrolero’, se trata del momento en el cual se alcanza la tasa máxima de extracción de petróleo -al nivel nacional o mundial- y tras el cual la tasa de producción declina hasta llegar al agotamiento. Se alcanza el pico una vez extraída la mitad del petróleo. Esta curva de la producción es paralela a la que corresponde a los descubrimientos de yacimientos petroleros, cuyo pico fue alcanzado alrededor de 1960 al nivel mundial, pero con un desajuste temporal.
Aproximadamente 60 países ya alcanzaron su pico de producción de ‘oro negro’: Estados Unidos, Libia, Irán, Rusia, Canadá, Angola, Noruega, China, Qatar, Argelia, México, Argentina, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, entre otros en los que también está Chile.
A nivel mundial, el mismo fenómeno ocurrirá y nadie cuestiona esta evidencia. Los únicos desacuerdos conciernen a la fecha: ¿cuando alcanzaremos el pico petrolero? Existe una pelea entre especialistas desde hace muchos años sobre esta cuestión.
LA INCERTIDUMBRE
Los más pesimistas piensan que el cenit petrolero es inminente o que ya fue alcanzado. En general, son geólogos o ex-trabajadores de empresas petroleras, como Jean Laherrère. Algunos de ellos crearon la Asociación para el Estudio del auge del Petróleo y del Gas (ASPO) en 2001.
Los más optimistas son los economistas, los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y varias petroleras. Consideran que el fenómeno no ocurrirá antes de 2020 y se burlan de las tendencias al catastrofismo.
Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía (AIE) -tradicionalmente optimista- anunció que el pico ya fue alcanzado en 2008, lo que permite deducir que la situación no es únicamente un fantasma de personas excesivamente pesimistas. Por lo demás, varias organizaciones o individuos optimistas revisaron sus previsiones a la baja.
Hay desacuerdos sobre la fecha del cenit petrolero y del agotamiento de las reservas por varias razones. Primero, son numerosas las incertidumbres sobre las reservas de ‘oro negro’ que existen en el mundo. Cada año, se mediatiza los descubrimientos de nuevos yacimientos, en offshore en particular, como en Brasil o en México en 2011. Pero son las petroleras y los países productores que declaran la cantidad de petróleo que tienen en sus territorios y es difícil verificar estos datos. Sin embargo, una gran parte del planeta ya fue prospectado y encontrar nuevas reservas de petróleo es más y más difícil.
Además, los optimistas piensan que el pico petrolero será alcanzado más tarde, porque creen en los progresos de la tecnología para extraer el petróleo ‘no convencional’. Se trata de la explotación de las arenas de alquitrán (conocidas también como arenas bituminosas o petrolíferas), de las pizarras bituminosas (o lutitas bituminosas), del offshore… Es mucho más complicado recuperar este tipo de petróleo que lo ‘convencional’, es decir el que encontramos en los pozos petrolíferos, pero la tecnología debería permitir progresos importantes. Sin embargo, la explotación del petróleo ‘no convencional’ aún tiene un costo financiero, energético y medioambiental considerable.
Otro tema es la demanda, que tiene un impacto en cuanto a la fecha del agotamiento de las reservas de petróleo. Si la demanda crece fuertemente, las reservas deberían bajar rápidamente si la oferta no aumenta al mismo ritmo. Ahora bien, todos los especialistas dicen que la demanda es mucho más fuerte que la cantidad de petróleo descubierto cada año. Eso es debido al crecimiento de la población mundial y al desarrollo de varios países como China, India y Brasil. Ahora, se calcula que las reservas corresponden a 40 años de consumo, pero al ritmo de consumo actual. Claro que tenemos que revisar a la baja esta previsión, dado que el consumo crece.
EL FIN DEL PETRÓLEO
Sin embargo, esta pelea sobre la fecha del cenit petrolero y del agotamiento de las reservas es sin interés. Sea cual sea la fecha exacta, lo importante es que el mundo tendrá que hacer frente a una bajada de la cantidad de petróleo disponible, pero también a una bajada de muchas otras fuentes de energía no renovables, como el gas y el carbón.
El traspaso del cénit se nota en el fin del ‘oro negro’ fácil y barato. Los precios son más altos, debido a la creciente escasez del petróleo convencional. Se trata de un fenómeno que no tiene nada que ver con la política. Una análisis publicada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en mayo confirmó que la rápida subida de los precios desde 2005 se explica únicamente por el creciente desajuste entre demanda y oferta.
Esta nueva situación desembocó en el desarrollo de la explotación del petróleo no convencional. Raúl Sohr, en su libro Chile a ciegas, La triste realidad de nuestro modelo energético (2012), confirma que, hace diez años, el 3% del petróleo se extraía desde los fondos marinos, mientras que ya es el 10% hoy. Claro que la tecnología debería permitir progresos y una extracción más barata que antes, pero siempre será más cara que la del petróleo convencional.
Además, a medida que los últimos yacimientos serán explotados, será más difícil extraer el petróleo restante. Y ni la explotación de este nuevo tipo de ‘oro negro’, ni el descubrimiento de nuevos yacimientos compensarán la creciente demanda mundial.
Las compañías petroleras, conscientes del problema desde hace mucho tiempo, desarrollan estrategias para hacer frente al fin de lo que permitió su enriquecimiento. Jean Laherrère (ASPO Francia), indica que Total, “después de las dos grandes crisis del petróleo de 1973 y 1979, decidió meterse en el nuclear y en la solar, en los cuales invistió mucho, pero sin mucho éxito”.
Entonces, frente al previsible fin de la era del petróleo y de la subida de su precio, ¿qué guión se puede imaginar?
TENSIÓN GEOPOLÍTICA
Al nivel geopolítico, las tensiones deberían aumentar en lo que concierne el control de las zonas estratégicas, es decir donde se quedará el petróleo. Actualmente, los dos tercios de las reservas mundiales están en el Medio Oriente. Según Raúl Sohr, quien ejercerá la hegemonía política y militar en esta región tendrá un alto grado de control sobre la economía internacional.
Varios analistas consideran que la guerra en Irak provocada por los Estados Unidos, sin duda, es el primer eslabón de una serie de conflictos con el fin de controlar los últimos yacimientos, entre Occidente e Irán en particular.
Además, los Estados Unidos están fortaleciendo su presencia militar en la zona, en particular en el Golfo Pérsico y en el estrecho de Ormuz -donde más de un tercio del crudo mundial transita cada día- para garantizar sus aprovisionamientos. El país anunció también el refuerzo de su presencia naval en Asia-Pacífico al fin de 2011, y colabora más y más con África (con Nigeria en particular), a fin de diversificar sus fuentes de energía.
Del mismo modo, China, cuyo consumo de oro negro aumenta fuertemente, cuenta con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), una organización intergubernamental que agrupa Rusia, Kazajistá, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán y China, para garantizar sus aprovisionamientos.
Así, los más pesimistas afirman que conflictos petroleros mayores estallarán en las próximas décadas, asociados con la subida del precio del petróleo, la inflación y varias penurias de energía, lo que podría desembocar en la aceleración de la desindustrialización, hambres debido a problemas en la agricultura, quiebras de varios estados… Por supuesto, se trata del peor guión posible.
Lo único seguro es que la penuria de energía parece inevitable, y que la subida del precio del ‘oro negro’ siempre fue asociada a recesiones, ya que el precio de los combustibles impacta al conjunto de la sociedad, siendo traspasado a todas las actividades económicas. En agricultura, a medida que bajen las reservas de petróleo y que suban los precios, “esto generará una reducción en la oferta de alimentos, generando alzas importantes en su precio. La seguridad alimentaria será una creciente preocupación”, explica Guillermo Donoso, profesor del Departamento de Economía Agraria en la Universidad Católica.
Weber concluía su comentario sobre el petróleo que la capacidad de adaptación del capitalismo es tan fuerte que lo más probable es que funcione hasta que se acabe la última gota de combustible fósil que es su sangre, su corazón. Pues bien, el fin del combustible fósil se anuncia ya para no más allá de 50 años.
Chloé Lauvergnier
El Ciudadano