Durante décadas se han planteado distintos fundamentos para explicar el porqué las exportaciones tienen que ser el motor del desarrollo. Uno de esos argumentos es que Chile es un país pequeño, con una población escasa y con un bajo consumo. Que si logramos venderles a los europeos, a los norteamericanos y a los chinos, nuestro país será definitivamente desarrollado.
Desde hace ya varios años que les vendemos a los países antes indicados, y claro que ha llegado mucho, pero mucho dinero, pero solo a los grandes exportadores y a los dueños de las cadenas de distribución. Para los trabajadores, empleados y profesionales en general, solo el salario. Las ganancias del capital solo para los dueños del capital. Claro, si ellos asumen los riesgos, se apresuran a decir los analistas financieros y económicos de centros de estudios financiados por las mismas empresas exportadoras.
Ahora que las exportaciones empiezan a fallar, cuando las cifras del comercio internacional comienzan a ser negativas para algunos, el gobierno plantea un plan financiero que recae fundamentalmente en dos áreas: la banca y el consumo interno.
Ya en otros artículos hemos comentado de cómo los bancos se enriquecen en épocas de pobreza, pero lo curioso es ver como los fundamentos de la vieja guardia se contradicen ahora que las “vacas están flacas”.
Nadie se atrevería a plantear que el país se cierre al comercio internacional, pero ya es necesario reconocer que más del 85% del país depende de forma directa o indirecta del consumo interno. Eso significa reconocer que no da lo mismo cuanto ganan los trabajadores y cuanta ganancia se lleva el capital. El trabajo también asume riesgos, toda vez que construye su vida y la de su familia al alero de la empresa. Los dueños del capital recuperan como máximo en dos años su inversión, para luego ganar y ganar y el riesgo ya es igual a cero. El modelo exportador funciona solo si los trabajadores tienen acceso a muchas deudas y todos los consumidores del mundo también tienen dinero. Si hay contracciones, recesiones o depresiones todo fracasa. El modelo exportador como motor para el crecimiento de Chile es un fracaso, pues ha ahondado en las diferencias, en el endeudamiento forzado y en la inequidad más inhumana.
Ha sido reconocido por el gobierno, por las instituciones internacionales la brecha cada vez mayor entre los ricos y los más pobres. Ahora que el gobierno ha decidido dar un impulso mayor al “cliente interno”, sería igualmente sano y prometedor que se legisle a objeto de distribuir las ganancias del capital, a medida que los riesgos disminuyen para el capital y aumentan para el trabajador.
No estoy planteando el que los trabajadores tengan acceso al crédito, no. Eso aumenta su nivel de riesgo personal y familiar, le quita movilidad laboral por sus compromisos financieros y se genera una riqueza artificial beneficiando solo a los prestamistas.
Cierto ministro de Hacienda de hace algunas décadas hablaba frente a los trabajadores del sector público. Entre la audiencia estaba Clotario Blest. El ministro hablaba de la dignificación de los trabajadores y de la importancia de su función, entonces el sindicalista fundador lo interrumpe y le dice: “mire señor ministro, le agradecería que no nos dignificara tanto y nos pagara un poquito mas”.
Fernando Ortiz
Ingeniero Comercial con post grado en Japón y Estados Unidos, especializándose en Negociación, Planificación Estratégica y Diseño Estratégico. Fue vicepresidente del Partido Humanista y candidato a Diputado y a Senador por el Juntos Podemos.