Obama se viste de Clinton

Tal como marcaba el hollywoodense guión de la convención demócrata, Barack Obama aceptó la nominación como candidato a la presidencia de Estados Unidos y pidió a los norteamericanos otros 4 años más en la Casa Blanca para terminar de resolver los problemas del país

Obama se viste de Clinton

Autor: Mauricio Becerra

Tal como marcaba el hollywoodense guión de la convención demócrata, Barack Obama aceptó la nominación como candidato a la presidencia de Estados Unidos y pidió a los norteamericanos otros 4 años más en la Casa Blanca para terminar de resolver los problemas del país. Obama planteó las elecciones del 6 de noviembre como una batalla ideológica, una disyuntiva entre dos modelos contrapuestos, una pulseada que definirá el futuro de la primera potencia mundial tras una década de desempleo, deuda y recesión.

Lejos de la brillante oratoria de la campaña del 2008, esta vez Obama buscó la eficacia: marcó la cancha en una campaña que se jugará en el debate sobre el papel del Estado en la economía y sobre el futuro de las clases medias, que en la última década han visto cómo se erosionaban sus posibilidades para prosperar.

En su pedido a los votantes para que le den una segunda oportunidad, Obama pidió paciencia. Arrepentido de las expectativas que él mismo alimentó y que lo encumbraron en 2008, el presidente reconoció que aún se avecinan años duros. Entre sus retos mencionó que “hay que contener la crisis de Europa”.

Otro tropiezo internacional fue la exclusión de la palabra Dios y la ausencia de un reconocimiento de la capitalidad israelí de Jerusalén en el programa partidario; esto desató las críticas de los republicanos y Obama dio marcha atrás: intervino personalmente para ordenar que Dios y Jerusalén regresasen al texto, según Associated Press. El diario Politico añade que el presidente conocía el texto pero no hizo nada hasta que los republicanos empezaron a criticarlo.
Su discurso mostró un tono más apagado, casi tristón. Utilizó 15 veces la palabra “empleos”, diez la palabra “Gobierno” y siete la palabra “cambio”.

El presidente hizo nuevas promesas, pero menos mágicas y más pragmáticas que hace cuatro años: un millón de empleos industriales de aquí a 2016, 100.000 nuevos profesores de matemáticas y ciencias en una década, el recorte de las importaciones de petróleo a la mitad y la reducción del déficit público en cuatro billones de dólares. También se comprometió a reducir las emisiones de efecto invernadero, aunque sin detalles.

El Obama que se dirigió a los miles de delegados no es el mismo que hace cuatro años ganó las elecciones con un mensaje de tonos místicos. Ahora es un líder pragmático que se apoya en el aura de un viejo rival, Bill Clinton. Esmerilado por el desempleo que supera los 13 millones de desocupados más que en enero de 2009 y una economía que no termina de arrancar, atrapado en un Washington en el que los consensos con los republicanos son casi imposibles, Obama se esfuerza por encontrar un mensaje ilusionante para los votantes, jóvenes, hispanos, centristas, que lo catapultaron a la Casa Blanca.

“Insistimos en la responsabilidad personal y celebramos la iniciativa individual. El éxito no es un derecho adquirido. Nos lo tenemos que ganar”, dijo el presidente. “Nosotros no creemos que el Estado sea la fuente de todos nuestros problemas”.

La primera dama Michelle Obama –el martes– y el ex presidente Bill Clinton, el miércoles por la noche, demostraron por qué son los mejores activos del presidente en esta campaña. Michelle respondió en su discurso a la pregunta “¿quién es el presidente?”. La respuesta explícita: un norteamericano común, un hombre como ustedes. Y la implícita: no como el multimillonario Romney.

Clinton respondió al clásico “¿estamos mejor que hace cuatro años?”. La respuesta: sí, aunque queda camino por recorrer. El expresidente argumentó que Obama heredó del republicano George W. Bush un “desastre total” y que ha sentado las bases para una “prosperidad compartida”.

Los analistas han puesto mucho énfasis en el discurso de Clinton y de cómo el ex presidente operó su magia al destripar, con cifras y datos, la propuesta republicana. Hecho inaudito, Clinton consiguió más audiencia que el inicio de la temporada de fútbol americano que empezada a la misma hora (lo vieron unos 25 millones de personas). Todo un récord. Queda por saber si será suficiente para darle un segundo mandato a Obama. Clinton es uno de los pocos capaces de desarticular los argumentos más convincentes del Partido Republicano y –al mismo tiempo–, seducir a los votantes blancos anglosajones.

En Charlotte, Obama se vistió con el manto demócrata, en un discurso parecido al que hizo John F. Kennedy (“¿qué puedes hacer por tu país?”) con referencias al New Deal, el programa de medidas que impuso el presidente Roosevelt en los años ’30.El New Deal de Obama contrasta con la receta de los republicanos de recortar más el gasto público y pretende apuntalar el Estado del Bienestar. Obama dijo que apostará por “la experimentación perseverante que Franklin Roosevelt persiguió durante la única crisis peor que ésta”. Contestó a las quejas de los republicanos: “No creemos que el Gobierno sea la fuente de todos nuestros problemas, no más que los receptores de ayudas, las empresas, los sindicatos, los inmigrantes, los gays o cualquier otro grupo que nos hayan dicho que tenemos que culpar por nuestros problemas”.
Según los demócratas, el programa ofrecido por los republicanos lleva a una sociedad en la que “el ganador se queda con todo”. Obama argumentó que quiere subir los impuestos a quienes ganan más de 250.000 dólares, para llegar a la misma tasa que se pagaba durante Clinton, convertido en su nuevo gurú económico.

No caben dudas de que Obama expresa una filosofía mucho más incluyente que el republicano Mitt Romney. Pero sus políticas reales no lo reflejan. Cuando habla de cambiar la economía nombra a las mismas personas que trajeron la catástrofe del 2008. O cuando su promesa de cerrar Guantánamo no se cumple. En un tema tras otro, el presidente Obama ha dejado en claro que es un hombre preocupado, pero –en la cruda realidad–, sus políticas han mantenido la tremenda desigualdad en los Estados Unidos.

El republicano Mitt Romney es mucho más sincero respecto de sus políticas en favor de los más ricos y ha elegido como compañero de fórmula a un hombre con un plan, Paul Ryan. Todo ese guión también está meticulosamente escrito: en sus planes para Medicare, la sanidad pública para mayores de 65 años, para las mujeres, ferozmente opuesto al derecho al aborto. Ésta es la dirección en la que va Mitt Romney. Y, lo que es más significativo: lo que Mitt Romney representa es el 1% que controla una riqueza tremenda en el mundo. Las propuestas que Romney ha planteado para la economía lo benefician a él que se enorgullece de pagar un 13% de impuestos en los últimos años. Y es sorprendente, porque la mayoría de los estadounidenses pagan mucho más.

Terminadas las convenciones de ambos partidos, ahora empieza la campaña por el 6% de indecisos, identificados en los sondeos, algo más de un millón de personas que elegirán al próximo presidente de Estados Unidos el 6 de noviembre.
En septiembre, los candidatos harán lo posible por no cometer errores que el adversario podría explotar y en octubre llega la temporada mucho más interesante de los debates, tres entre Barack Obama y Mitt Romney (el 3, 16 y 22 de octubre) y uno entre los dos aspirantes a vicepresidentes Joe Biden y Paul Ryan (11 de octubre).

Todo esto para convencer a un millón de indecisos que pendula entre uno y otro partidos y que está diseminado entre Florida, Ohio, Colorado o Nevada.

Los tres estados más poblados, California, Nueva York y Texas, ya se han decantado (demócratas y republicano). Como cada cuatro años han empezado las predicciones, ¿Obama puede ganar perdiendo Florida? (donde de momento tiene una ligera ventaja) ¿Preferirá una estrategia que pase por el Medio Oeste si conquista Ohio y Iowa o directamente el Oeste con Nevada y Colorado?.

Walter Goovar

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