El ciclo de la vida

Debo admitir que fui dura, pero mal que mal es mi estilo

El ciclo de la vida

Autor: Wari

Debo admitir que fui dura, pero mal que mal es mi estilo. Claudito, ni tan “ito” ya a sus 12 años, me preguntó en qué consistía el ciclo de la vida (desde que salió Veo Verde como meme en Jaidefinichon me considera una eminencia). Le contesté así: Nacer: Nacemos. Crecer: crecemos, nos salen pelos, espinillas, follamos en la medida de lo posible, nos mandamos un cagazo llamado reproducción y luego de eso trabajar, trabajar, trabajar y morir, morir, morir, así hasta la eternidad.

Claro, dejé afuera todas las descripciones del jugoseo en cada una de las etapas, pero el niño entendió y se preocupó. Me dijo que si uno es bien tratado en la infancia bien bueno sería seguir el ejemplo de Oscar y tocar el tambor para siempre.

La existencia humana es bien mediocre y cuando uno se sumerge en la adicción a alguna sustancia alucinógena entiende con mayor impacto, la futilidad de este ciclo hasta que llega a la nada. Waking Life o Enter the Void, cada uno a su manera, explican desde una perspectiva bizarra lo agarrados de los cocos o las tetas que estamos del capital y sus vicios.

La subsistencia no resiste la recolección de bayas, la pesca y la caza, ni siquiera la agricultura en una inexistencia de tierras pertenecientes a algún natural. No, depende ya de supercorporaciones (como Cencosud) a las cuales el Estado les condona las deudas y que construyen para nuestra perversa tentación mundana, torres de babel (Costanera Center) que se erigen justamente en los polos de transitabilidad social, ahí donde el obrero del área de servicios, sueña con ser de la comuna (Providencia) y dejar de viajar en Transantiago.

La urbe y su columna vertebral lordiósica que sube hasta las montañas mientras el viento sopla para que los más pobres se intoxiquen y mueran, no es más que una réplica de todo un país, e incluso el mundo, que inhibe las buenas prácticas por un par de moneditas. Pero los diagnósticos ya están dados y fíjense que es el propio poder el que ahora por “transparencia” lo comunica y difunde.

El “Informe del Estado del Medio Ambiente” entregado por el Ministerio del idem declara que 10 millones de chilenos se ven obligados a aspirar caca manada, y ellos mismos lo dicen, por las termoeléctricas, las cupríferas, que nos dan ese sueldo que poco y nada vemos salvo cuando se hacen homenajes al tirano y nos acordamos que un gran porcentaje se va a “defensa”, y la calefacción a leña. Sí, es cierto, a veces también tenemos la culpa.

Paralelamente, la ONU saca el informe GEO 5 en el cual dice lo siguiente a sangre de pato: “La Tierra sufrirá un colapso sin precedentes, abrupto e irreversible” dado a que “el crecimiento económico ha tenido lugar a expensas de los recursos naturales y los ecosistemas; debido a los incentivos perjudiciales” como el subsidio a los combustibles fósiles de parte del Estado de todas las naciones.

Ya, ¿y? Y nada, pues. Nos dicen que nos estamos muriendo, o que nos vamos a morir, pero como esto es parte del ciclo de la vida parece que da lo mismo; la verdad es que las cosas seguirán de mal en peor y que, bueno, ya no es que los mayas o Salfate tengan razón, sino que ellos mismos la tienen, como también las soluciones, pero es muy difícil que las lleven a cabo. Hay muchos intereses de por medio y cosas que parece van más allá de la lógica y racionalidad que tanto predican.

¡Todos vamos a morir! Y sí, eso es evidente, pero que el mismo hombre finalmente haya logrado ser la profecía autocumplida nos demuestra lo poco empáticos que hemos sido con nuestra propia naturaleza, réplica del mismo Universo.

No sé por qué me tinca que muchos sienten orgullo de una sociedad suicida, de que no sea Dios el que plantee un Apocalipsis, sino que sea una creación humana la que escriba un guión Mad-maxiano.

Claro, yo también me siento doblándole la mano al destino y quemándole, gracias a un porro, las hojas a la Biblia, pero me doy cuenta que no soy sólo yo la que me muero, sino todos y todas, haciendo por fin causa común en una partusa tanatológica indecente e inmoral, que agarra a varios miles de especies ajenas a lo repugnantemente humano, terminando de una vez y para siempre con el “ciclo de la vida” en lo que en el Informe oficial de la ONU se denomina científicamente “la sexta extinción”.

Por Karen Hermosilla

El Ciudadano Nº127, segunda quincena junio 2012


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