La Unión Africana (UA), difundió que el terrorismo dejó más de 10 mil muertos en el continente en el 2017 y advierte que esto es una evidencia de que el fenómeno no deja de extenderse por toda la región.
Aunque las estadísticas del año pasado reflejan que las muertes disminuyeron en comparación con el 2015, donde casi 18 mil personas perdieron la vida a causa de acciones terroristas. Las cifras han generado alarma en la opinión pública: entre 2010 y 2017, debido a que el número de países con presencia de células terroristas se duplicó y el nivel de ataques creció más de un 300 por ciento.
Amira ElFadil, comisionada de Asuntos Sociales de la UA señaló que «la amenaza se expande. Al Qaeda tiene ahora mismo más militantes de los que ha tenido nunca en África, y cuenta con presencia en muchos territorios donde no se pensaba que pudiese florecer este tipo de desafío».
La funcionaria del organismo multiestatal enumeró que en las naciones donde surgieron brotes han sido en Mauritania, Kenya, Burkina Fasso y con mayor presencia en Níger. País en el que apenas había presencia en una zona al sureste del Estado y ahora es área de alto riesgo.
«Aunque los gobiernos expandieron sus esfuerzos para desarrollar soluciones antiterroristas regionales’, todavía ‘luchan por contener la expansión de los grupos afiliados y aspirantes implicados en ataques y otras actividades en 2017″, precisó.
Sara Kebede, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Addis Abeba, señaló que varias razones explican por qué esas prácticas «florecen como un cáncer por toda África«.
Expertos refieren que a la falta de oportunidades educativas y económicas se le suma la mala gobernanza: muchos de estos países tienen regímenes muy autócratas donde además se centraliza enormemente el poder, que no tienen presencia más allá de los grandes centros urbanos, lo que conlleva a que un número de la población se dirija hacia este tipo de redes terroristas.
Analistas consideran que esas facciones se van agrupando progresivamente en coaliciones cada vez mayores, como sucedió, por ejemplo, en el Sáhara, donde surgió, a finales del invierno pasado, el llamado Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes.
La organización musulmana está fusionada por varias organizaciones salafistas yihadistas: los tuaregs de Ansar Dine, el grupo maliense Frente de Liberación de Macina, Al Morabitun -nacido a su vez de la unión entre el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental (Mujao) y los llamados Signatarios por la Sangre- y la rama sahariana de Al Qaeda en el Magreb Islámico.
Pese a que el grado de cohesión interna es objeto de discusión, Al Qaeda lo considera su filial en el Sahel, después de jurar lealtad a Ayman Al Zawahiri, el sustituto de Osama Bin Laden al frente de la organización; la implantación y el alcance territorial de sus redes son impresionantes.
«Al Shabaab ha retenido un santuario, acceso a reclutas y recursos y el control de facto sobre extensas partes de Somalia, en las cuales se mueve libremente», señaló ElFadil.
Preocupa además la extensión del grupo hacia Uganda, Kenya y otros países más al sur, aunque han perdido territorio en Somalia y su reclutamiento ha sido recortado en Kenya bajo la presión de las autoridades, Al Shabaab que supo adaptarse y encontrar nuevas áreas de operaciones, incluso establecer relaciones con militantes en Tanzania y Mozambique, detalla del informe del International Crisis Group.
No está confirmado que exista un vínculo entre Al Shabaab y la irrupción de un nuevo grupo mozambiqueño, denominado Ansar Al Sunna o Sunna Swahili, que tiene en alerta a las autoridades de ese país.
Algunas investigaciones dan cuenta de posibles alianzas entre el Estado Islámico (EI) y las diversas ramas de Al Qaeda, en Libia y en el Magreb, que les permitiría expandirse por Argelia, Mali y Túnez.
«Colaboraciones de ese tipo ya han tenido lugar. Por ejemplo en Bengasi, una facción de AQMI, el Consejo de la Shura de los Revolucionarios de Bengasi, cooperó con Estado Islámico WilÄüyat al-Barqa durante el asedio al que el general Khalifa Haftar sometió a la ciudad», recuerda Kebede.
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