Normalmente denunciamos políticas restrictivas que se implementan respecto de los flujos de personas, pero esta vez es diferente, pues queremos informarles acerca de una marcha que se realizó el domingo 18 de noviembre en Santiago, una convocatoria contra el racismo, la xenofobia y la política antimigratoria.
La manifestación tenía por objeto criticar la política excluyente y selectiva del gobierno de Chile a la hora de abordar los desplazamientos internacionales, especialmente la última medida instaurada por el Ejecutivo que persigue la devolución de haitianos amparado en un retorno supuestamente humanitario. Justificándose en la necesidad de “poner la casa en orden” el gobierno de Chile ha promovido la expulsión de haitianos, individuos que concentran la negritud y la pobreza, así encubiertamente se apartan a quienes son menospreciados por su color de piel, por su etnia y por su clase socioeconómica.
A lo anterior hay que sumarle la precariedad que debe soportar un porcentaje de quienes se desplazan, en gran parte, por no poder regularizar su situación administrativa debido a las innumerables trabas burocráticas que no hacen más que dificultar un periplo que ya de por sí es sumamente complejo. Entonces, aunque se acojan a la regularización están impedidos de ingresar al mercado laboral formal, por el largo plazo que deben esperar para obtener su visa (un año aprox.).
Frente a este escenario y para decir basta a esta política restrictiva, no sólo se reunieron en el centro de la capital, colectivos de migrantes, sino también sindicatos, asociaciones de mujeres y ciudadanos “a pie” que manifestaron la necesidad de construir un país intercultural, abierto y respetuoso de la diversidad, una sociedad que se opone a la segregación y a la discriminación.
Esta marcha, al igual que otras que se han efectuado en el último tiempo, constituye una clara muestra de que un segmento de la población no sólo está en contra del racismo, la xenofobia y la aporofobia, sino que además sale a la calle a proclamar que migrar es un derecho y ningún ser humano es ilegal.
La coordinadora nacional de inmigrantes de Chile, que convocó esta protesta, cifró en más de 120 las organizaciones y los colectivos que se reunieron para hacer frente a la campaña mediática que se ha instalado contra quienes se movilizan, una retórica que propaga una imagen criminalizadora de los desplazamientos. Para poner freno a un discurso que fomenta el temor y la aversión hacia ciertos extranjeros, los colectivos participantes suscribieron una carta dirigida al Presidente de la República en la que exigen el cese de la política antimigratoria racista y xenófoba, acusando las persecuciones por perfil étnico que se han efectuado, la explotación y los abusos que sufren y la vulnerabilidad en que se encuentran. Por eso, entre otros, han solicitado que se ponga término a las restricciones de ingreso por nacionalidad y a la burocracia que caracteriza la regularización vigente, asimismo piden que se reconozca el derecho al trabajo, se simplifiquen los trámites y se reestablezca el diálogo con las organizaciones migrantes. Todo ello en el entendido de que migrar constituye una garantía que tiene el ser humano, por el mero hecho de ser tal.
Estas imágenes nos instan a comprender, tal como rezan algunas frases de los carteles, que: “La cesantía es por el saqueo imperialista, no por los inmigrantes”, que “chilena o extranjera, es la misma clase obrera”, que “todos somos migrantes”, que “contra el racismo, derechos sin fronteras”, que hay que “defender los derechos fundamentales del pueblo migrante”, y, en fin, que “la migración es un derecho ¡Ningún ser humano es ilegal!”.
Manifestaciones de esta naturaleza son positivas y esperanzadoras, pues dan cuenta de la existencia de un segmento de la sociedad civil que anhela y lucha por un país inclusivo, por una nación que reconozca la interculturalidad que nos caracteriza y dé acogida a quienes se desplazan. La marcha que tiñó de color el centro de la capital este soleado domingo exige la construcción de un Chile donde, independiente del origen, todas y todos quepamos.
Crédito fotografías: Valentina Cociña Cholaky.