El éxodo de los pueblos indígenas hacia las ciudades se ha convertido en una constante, en las tribus de la Amazonía que se han desplazado por el territorio buscando mejores condiciones de vida sobre todo en el campo de la educación y de la sanidad
En un documento Preparatorio del Sínodo para la Amazonía 2019 de la iglesia católica brasileña señala que los movimientos migratorios más recientes correspondientes a la región amazónica están caracterizados, sobre todo, por la movilización de indígenas de sus territorios originarios a las ciudades.
«Actualmente entre 70% y 80% de la población de la Panamazonía reside en las ciudades. Muchos de esos indígenas son indocumentados o irregulares, refugiados, ribereños, o pertenecen a otras categorías de personas vulnerables», advierte.
Estos desplazamientos contribuye al aumento en la Amazonía de una actitud de xenofobia y de criminalización de los migrantes y desplazados. Asimismo, da lugar «a la explotación de las poblaciones de la Amazonía, víctimas del cambio de valores de la economía mundial, para la cual el valor lucrativo es mayor que la dignidad humana», señala el documento.
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Migración y desplazamientos
A pesar de las riquezas que encierran, los indígenas en las ciudades son víctimas de discriminación y explotación en la mayoría de los casos. Una gran cantidad vive en las periferias de las ciudades, donde enfrentan situaciones de desigualdad y muchas dificultades para preservar su cultura, lengua y tradiciones, lo que pone de manifiesto que la vida citadina de los indígenas nunca fue fácil.
La Comunidad Indígena Tikuna Wotchimaücü en Manaos, que pertenece al pueblo indígena más numeroso de Brasil, habitantes tradicionales de la región fronteriza entre Perú, Colombia y Brasil, se han desplazado por el territorio buscando mejores condiciones de vida, sobre todo en el campo de la educación y de la sanidad.
Al llegar a ciudades como Manaos en el norte de Brasil , miembros del pueblo kambeba, que durante algún tiempo deambularon por Manaos, ante la la falta de trabajo y medios de sobrevivencia se instalaron a unos 50 kilómetros de la ciudad, en la que hoy es conocida como Aldea Tururukariuka, situada en el municipio de Manacapuru.
Asimismo, moradores de la Aldea Sipiá, constituido por indígenas del pueblo desano y tuyuka, originarios de la región del Río Tiquié, en la frontera entre Brasil y Colombia, dejaron Manaos, por falta de oportunidades, y se instalaron en una isla del Río Negro, a una hora de Manaos, donde viven de la escenificación de danzas indígenas para los turistas y de la venta de artesanía, algo que es llevado a cabo por varias comunidades.
Desalojo y engaños
La mayoría de estos pueblos piden a las autoridades que reconozcan que hay indígenas en la ciudad y que como tales sean amparados por las leyes brasileñas, que garantizan educación y sanidad diferenciada para los pueblos indígenas, independientemente de donde éstos vivan.
Asimismo, después de años viviendo en terrenos invadidos, práctica común en la mayoría de las ciudades brasileñas por la población más pobre, piden que sea reconocido como propio el predio en el que viven.
Sin embargo, denuncian los propios indígenas, llegan a ser expulsados de sus casas por traficantes que les amenazan, sabiendo que no serán denunciados por quien no tiene un documento que demuestre que la casa donde vive es suya.
Unas 250.000 personas han sido desalojadas de sus hogares en 12 ciudades de Brasil, según informa la Articulación Nacional para la Copa del Mundo. Del total, 38.297 personas en Río de Janeiro, en lo que Amnistía Internacional (AI) ha definido como una “limpieza social”. Todo bajo el pretexto de las obras relacionadas con la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016.
Los propios indígenas que viven en Manaos cuentan que muchas veces, inclusive en los organismos públicos, cuando ellos van a reclamar sus derechos, escuchan palabras duras, gente que les recrimina que hayan ido para la ciudad a llorar por un pedazo de tierra si ellos ya tenían su lugar en las áreas indígenas del interior.
Junto con eso, estos indígenas son víctimas de continuos engaños y falsas promesas de políticos sin escrúpulos. Estos prejuicios hacen que hoy en día haya jóvenes y niños que viven en ambientes urbanos y no quieren ser indígenas, diciendo que sus padres son indígenas, pero ellos no, fruto de esas actitudes en las que se sienten rechazados por el ambiente que les rodea.
Apoyo de ONG
En ese sentido, es importante el trabajo de apoyo que Organizaciones No Gubernamentales (ONG) como la Iglesia católica está llevando a cabo en relación a los indígenas, una actitud que es reconocida y agradecida por estos pueblos, como señala el cacique de la Comunidad Indígena Tikuna Wotchimaücü, quien afirma que «gracias a estos colaboradores, hoy estamos aquí. Ellos nos pasaron las informaciones para ser indígenas en la ciudad».
Cuando habla de colaboradores se refiere a Caritas Archidiocesana de Manaos, a la Pastoral Indigenista de la Archidiócesis de Manaos – PIAMA, que trabaja junto con el Servicio Amazónico de Acción, Reflexión y Educación Socio Ambiental, de la Compañía de Jesús.
Son ellos quienes les acompañan en sus reclamaciones ante los organismos públicos, para así poder resistir en medio de la selva de hormigón en la que viven, con peligros mucho mayores que los que encontraban en la selva de sus orígenes.
Caritas, a través del diácono Alfonso Oliveira, miembro del directorio de la entidad, reconoce que «quiere hacerse presente en medio de los pueblos, de las comunidades que están siendo amenazadas, destacando la importancia de ese proceso histórico de resistencia de los pueblos indígenas, a pesar de estar lejos de su local original».
Según Marcivania Sateré Mawé, miembro de la PIAMA, ellos apoyan «las luchas por los los derechos de los pueblos indígenas, que es la lucha por la tierra, el derecho de vivir en estas tierras, la lucha por una educación diferenciada que contemple, valorice y reconozca la importancia de los conocimientos tradicionales, de la medicina tradicional, del chamán, de la partera, que valore las culturas y lenguas indígenas dentro de la enseñanza regular de las escuelas».
Sínodo 2019
Para la iglesia católica, el Sínodo para la Amazonía en 2019, a partir de las reflexiones que presenta en el Documento Preparatorio y de la realidad de los pueblos indígenas puede ser sin duda un elemento fundamental que ayude a hacer más presentes a quienes hoy son invisibles en las selvas de hormigón tal y como lo ordenó el Papa Francisco I durante su visita en 2018 a América Latina.
La reunión mundial de obispos convocada por el papa Francisco durante su visita a la Amazonia para octubre de 2019 generará una gran polémica. La zona se encuentra amenazada por gobiernos, empresas y organizaciones criminales.
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