Estado y patriarcado, ¿mito o realidad?

El mundo industrial contemporáneo, estructurado dentro de los estados europeos y replicados en gran parte del mundo, consolidándose a lo largo del siglo XIX, fue una “fábrica de género” (Nash 2004)

Estado y patriarcado, ¿mito o realidad?

Autor: Wari

El mundo industrial contemporáneo, estructurado dentro de los estados europeos y replicados en gran parte del mundo, consolidándose a lo largo del siglo XIX, fue una “fábrica de género” (Nash 2004). El naciente “sistema género” se construyó paralelo a la modernidad y, como sistema, fue el marco idóneo para producir los mecanismos de subalternidad que garantizaba la permanencia de la desigualdad y de la subordinación, no solo de las mujeres, sino de las clases bajas y las razas consideradas inferiores.

Desde allí, el Estado cumplirá un rol preponderante en la construcción de la sociedad que se consolida de forma patriarcal, ya que la totalidad de prácticas, estructuras y procesos, relaciones e ideologías, tenderán al beneficio de los hombres, excluyendo en su mayoría a las mujeres y a los niños. La dualidad explotación de clase-explotación patriarcal en la reproducción, será una característica que se desarrollará en la mayoría de los países europeos (Showstack 1987), apoyada por una serie de mecanismos legales, culturales, discursivos y religiosos, que propondrán una aceptación del orden existente como la única vía para el desarrollo social. Dentro de estas prácticas, el nacionalismo definido como “un principio político, que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional y política” (Gellner 1988), será una herramienta fundamental de identificación de las personas, tanto hombres como mujeres, con la sociedad que se está construyendo.

La formación y transformación de la organización del Estado surge, en gran medida, como consecuencia de los esfuerzos por conquistar territorios, y por mantener el dominio sobre las gentes y propiedades del territorio (Tilly 1992). Si bien en la edad media los creadores del Estado tenían una cierta idea de cómo conquistar y dominar territorios y, generalmente, deliberaban siguiendo un modelo definido, pocas veces planeaban la construcción paso a paso del Estado. Aun así, siempre surgen jerarquías de control coercitivo que van desde arriba hacia abajo (Tilly 1992). Cuando los soberanos forman y transforman los estados consumen gran cantidad de recursos, sobre todo los que se utilizan para efectos militares: hombres, armas, transportes, alimentos. Estos recursos están en su mayoría inscritos en otras organizaciones y relaciones sociales: familia, señoríos, iglesias, aldeas, obligaciones, relaciones entre vecinos. Los gobernantes deben saber extraer esos recursos esenciales de sus organizaciones y red de relaciones sociales, y a la vez asegurarse de su continuidad en el tiempo, con elementos que garanticen su reproducción y entrega similar en un futuro. Lo mismo ocurrirá con los nacientes estados contemporáneos. Los gobernantes, afectados por todas las fuerzas históricas de las coyunturas, tendrán que ocupar recursos y asegurar su reproducción, dentro de los nuevos parámetros teóricos e ideológicos surgidos de las revoluciones liberales burguesas. La familia, siendo una unidad de producción, reproducción, de consumo, de cura y de socialización (Ferrer i Allos 1992) es una institución afectada por estas transformaciones, ya que los recursos humanos para realizar las actividades del Estado son proporcionados por esta, aunque la industrialización va modificando, a medida que se estructura como base económica de los países, las funciones familiares, principalmente con el rol de producción. Dos factores influirán en cómo los estados complejizarán el cambio de las estructuras familiares, a través de la obtención de sus recursos; el carácter de la jerarquía de abajo arriba del capital y el lugar que ocupa en esta jerarquía toda persona de la cual quiera ocupar como recurso el Estado (Tilly 1992).

Si como expresa Serge Bernstein “los regímenes políticos no son simples construcciones abstractas surgidas de la mente de los juristas, sino la traducción, en un momento dado de la historia, del equilibrio de fuerzas entre los grupos que forman una sociedad… la constatación de que una construcción institucional tiene siempre como objetivo resolver los problemas fundamentales del grupo nacional, teniendo en cuenta el sistema de representación dominante y, por consiguiente, expresando en un esquema político los valores mayoritarios existentes en el seno de la fracción de población políticamente activa… se establece una situación de estrecha solidaridad entre un conjunto de instituciones, el desarrollo económico de un país, sus estructuras sociales, su cultura política, los valores que profesa la mayor parte de la población ” (Bernstein 2003), entonces el Estado patriarcal surgido y consolidado en el siglo XIX en España, y que oprime a la mujer, es el resultado de la interacción de un sistema de poder, patriarcal y capitalista, que deja a las mujeres en posición subordinada en términos de poder, estatus, ingreso, etc. (Showstack 1987), en donde la solidaridad de las instituciones normativas masculinas, los sistemas productivos capitalistas y sus estructuras sociales coinciden.

Si bien las mujeres en el Estado liberal burgués del siglo XIX están privadas de control y poder, ofrecen servicios a los hombres y esto les da un interés activo en la mantención del sistema patriarcal, mientras los hombres tienen un interés en el servicio personal que las mujeres les dan en la familia (sexo, trabajo doméstico, comodidad, hijos legítimos). La existencia del poder del Estado en manos de los hombres les permite controlar, regular y mantener las jerarquías del sistema género en desmedro de la mujer. El nacimiento de la idea de nación y su utilización discursiva, permite a su vez integrar a los elementos de la familia en un conjunto de prácticas litúrgicas que respondan a las necesidades del Estado patriarcal y la aceptación del orden dentro de una coherencia social.

La pregunta es ¿qué parte juega el Estado al establecer, mantener, y cambiar los sistemas en que las mujeres son oprimidas y subordinadas a los hombres, como la familia, el mercado laboral y el sistema educativo; y como la idea de nación sirve a este cometido?

Por Mario Muñoz Plaza

Profesor de Historia, finalizando Máster en Estudios Históricos en la Universidad de Barcelona, y músico de rock en la banda serenense de punk rock político “Los Propaganda”, con más de 15 años de trayectoria.

24 mar, 2012

Publicado en revistamaranion.site90.com

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