Venezuela es un país que trata de avanzar en las mejoras de calidad de movilidad de sus habitantes. Pese al esfuerzo que hace el Gobierno en Caracas y el estado Miranda, trasladarse en el sistema de transporte público se ha convertido en un viacrucis, cuya causa multifactorial, aqueja a su ciudadanía. Expertos aseguran que el deterioro de este sector se debe muchas veces por desidia de los dueños de vehículos superficiales (por puesto), por el aumento demográfico de la población y por la falta de adaptabilidad del sistema. Inclusive, la falta de inversión o mal uso de sus usuarios, hacen que el transporte público se convierta en una calamidad para todos los ciudadanos.
«Llegué a las 7 de la noche y son las 9 y no he podido abordar una unidad de transporte público aquí en el terminal de Cúa. Llegó a mi casa exhausta y en estos días me puse a llorar de la indignación. Los usuarios estamos padeciendo los trastornos emocionales de los chóferes, un día cobran el pasaje a 10, otro a 20, a veces a 50 y otras ni siquiera trabajan», expresó María Urbaneja, usuaria del transporte público del terminal de la localidad de Cúa y que habita en el sector Terrazas de Cúa, estado Miranda.
Con Urbaneja coincide Lesly Parra, quien reside en Villa Falcón (localidad del estado Miranda), quien asegura que durante dos meses las unidades llegaban con regularidad y no había problemas, pero desde hace una semana «los transportistas se lanzaron a una huelga porque no tienen cauchos. No entiendo hace meses querían aumentar el pasaje y se lo permitimos ahora atentan contra nosotros por falta de cauchos y el dinero que se les paga era para eso ¿o no?», dijo la mujer a El Ciudadano.
En un recorrido realizado por el terminal mirandino, se pudo evidenciar una anarquía, puesto que los fiscales (personas encargadas dentro de las instalaciones), que se turnan para laborar en las rutas, de manera arbitraria designan las unidades a las paradas que creen convenientes, incrementando el pasaje, en su mayoría, dejan desamparados a sectores que no les interesa. Agregaron que han tenido demasiada paciencia con los conductores.
Aunque las autoridades locales hacen su mayor esfuerzo para garantizar el servicio del transporte habilitando vehículos para los usuarios, el ahorro es poco. La gente prefiere pagar 50 bolívares soberanos (0,5$) antes de 600 (6$) y hasta 1000 (10$), que cobran los taxis por puesto y por persona.
Al parecer nadie se ha preguntado qué piden los usuarios y qué pasará si estos se llegasen a cansar de tanto atropello. Camionetas deterioradas por la contaminación sónica, aumento de pasaje y el incumplimiento de las paradas establecidas, se han convertido en un problema que históricamente afecta a los viajeros. En la actualidad han paralizado el servicio por la crisis coyuntural que vive el país. Sin embargo, en los últimos días se han dado la tarea de realizan un paro por cauchos, aceite, repuestos y otros. ¿Qué pasó el precio de la tarifa especulativa que hemos aceptado no les alcanza?; manifestaron varios usuarios indignados.
Violencia a flor de piel
El caos no solo se vislumbra en el terminal de pasajero y el caso que vamos a mencionar la mayor responsabilidad recae en el servicio del sistema de ferrocarril Valles del Tuy-Caracas. Los usuarios se comportan sin civismo. Antes de que el tren abra sus puertas, los hombres ya la han abierto con las manos; además la violencia de género y hacia los niños se evidencia a flor de piel.
Los pasajeros masculinos se abalanzan sobre los usuarios que estén de primero en la cola y con fuerza bruta a empujones se llevan por delante a las mujeres, ancianos y niños sacándolos del lugar. Estas escenas recuerdan a las películas de terror de zombis, puesto que antes de abrir las puertas, los hombres la golpean fuerte y de manera continua hasta que frene el tren.
El otro riesgo de estar adelante de la puerta de entrada, casi abordo, es que te tumben al suelo, resultando con graves lesiones en el cuerpo, tras el atropello de decenas de personas que ingresan al unísono al vagón rivalizándose los asientos. Sin importar quiénes se encuentran a su paso. Si se tiene suerte, alguien recogerá a los caídos, aunque, esos milagros casi nunca suceden.
Economía informal
Crees que lo has leído o visto todo, por la falta de corresponsabilidad de la gente, no es así. Cuando los vagones del tren están por reventar de la cantidad de usuarios en las llamadas horas pico, se dan momentos en que los viajeros reclaman a otro que no lo toquen, ni lo empujen. Pero, nadie se queja de los comerciantes ilegales que hacen malabares para pasearse entre las personas y vender sus golosinas durante el viaje.
Estos jóvenes, incluso niños y mujeres, pegan gritos para ofrecer sus mercancías, dejando casi sordas a las personas que tienen al lado. Estos trabajadores de la economía informal, de apariencia de bajos recursos, en muchos casos son vulgares y violentos. «Si te atreves a pedirle que no te griten en el oído prepárate a lo que venga», dijo Carmen Colmenares, estudiante de bachillerato y usuaria del transporte.
Los causantes de la basura, no es acreditable solo a los consumidores, ya que los buhoneros se montan en los trenes con bolsos y sacan su mercancía de las cajas, cuyos envoltorios son dejados en los laterales de los asientos. Lo hacen para despistar a los funcionarios policiales que realizan inspecciones a algunos de estos buhoneros. La práctica del comercio en este medio de transporte es ilegal.
Ángela Martínez, quien viaja a diario en una camioneta por puesto desde Ocumare del Tuy, sigue su diario transitar abordando luego el ferrocarril y después el Metro de Caracas, considera necesario que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, junto a la Milicia, La Policía Nacional Bolivariana y otros cuerpos de seguridad se desplieguen por el ferrocarril para que la gente «tome conciencia de que son personas y no manadas».
En el Metro de Caracas (transporte subterráneo, alterno al ferrocarril) también los vendedores ambulantes se pasean en los vagones ofreciendo chucherías y bisuterías.
Respeto a las etapas de vida
Para Karina Sandoval, viajera del Metro de Caracas las buenas costumbres se han perdido, por ello pide una campaña de sensibilización de respeto de los asientos para las personas con discapacidad, adultos mayores, embarazadas y mujeres con niños.
«Los puestos (asientos) azules son para las embarazadas, los abuelos y personas con discapacidad, y nadie los da. Si pides a alguien que lo haga se molesta y puedes hasta ganarte un mal disgusto por querer ayudar a otro», dijo Sandoval, al reiterar que existe un «gran avance en la estación Plaza Venezuela donde se respetan las colas, pero la experiencia debe replicarse con fuerza en las demás estaciones.
Otro transeúnte del Metro y que circunda en el subterráneo todos los días, debido a que habita en Guarenas y aborda el sistema desde la estación Parque del Este, hace un llamado a los usuarios a respetar las etapas de la vida.
«Entiendo de que estamos cansados, venimos de trabajar y la situación país no ayuda. Además, el estrés que generan los retrasos de los trabajadores del Metro haciendo paros técnicos y los problemas que puedan tener en el trabajo o en el hogar. Pero deben recordar que los abuelos, niños y embarazadas así como las personas con discapacidades tienen prioridad, aún en los momentos de sobrevivencia», expresó Yenny Ángulo.
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