Después de los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2011 y en plena euforia belicista, George W. Bush pronunció aquella sentencia marcial: “Los que no están con nosotros están contra nosotros”. Como si el mundo fuera blanco o negro; no se admitían tonalidades. Esta sentencia corría parejo con el proyecto ultraconservador de reestructuración del Medio Oriente y de instauración de un estado policiaco mundial que conservara la ya precaria hegemonía de la superpotencia imperial. Todo esto aprovechándose del clima sicológico creado por los atentados terroristas y su conveniente manejo comunicacional. Todo esto se tramó y se urdió de tal forma para justificar las guerras coloniales contra Afganistán e Irak. Y desde ese día comenzó el terrorismo de EEUU justificado por los atentados o auto atentados como dicen algunos (solo basta ver algunos videos en YouTube para darse cuenta del engaño).
La citada reestructuración se proponía el control por EEUU del petróleo, el gas y el agua en un arco que comprende desde el norte de África, pasando por la península Arábiga y el golfo Pérsico hasta Afganistán y Paquistán. Como complemento, dominar la infraestructura de ductos y vías marítimas principales. El Plan permitiría también rodear de bases militares a Rusia y China, como en efecto se consiguió.
Ello exigía el desarrollo de varias guerras (abiertas o encubiertas), con el despliegue de importantes fuerzas y medios militares así como acciones subversivas para acabar con todos los gobiernos y fuerzas populares de esa región que opusieran algún grado de resistencia al dominio imperial. También ejerciendo el terrorismo sin ningún asco. Con aviones espías no tripulados, cárceles secretas por todo el mundo, con cientos de torturados y asesinados (Guantánamo es la sede central), secuestros a dirigentes y personas en todo el mundo y principalmente en el territorio musulmán. Todo esto ocurría (y ocurre) sin que ningún país se declare escandalizado por estas tropelías y ejercicio del terrorismo legal.
Como apoyos en la aventura, Estados Unidos contaba con sus complacientes socios europeos y una colección de gobiernos títeres de distintas latitudes con los que ocupó Afganistán e Irak. En la retaguardia disponía de todas las facilidades a cargo del CCG, devenido hace dos años en alma de la contrarrevolución árabe. Mientras, para mantener a los palestinos enjaulados, perseguidos, acosados, torturados y asesinados y continuar privándolos de sus ya disminuidos territorios y fuentes de agua, allí estaba su aliado consentido, Israel, al que convirtió en gran potencia nuclear. (Una aclaración a este respecto, nunca hubo voces en el mundo que protestaran contra el armamentismo nuclear israelí como lo hacen ahora contra Irán y su programa nuclear). Pese a ello, la supuesta invencibilidad militar del ejército sionista fue puesta en ridículo por la resistencia patriótica libanesa de Hezbollá, que lo ha derrotado dos veces (2000 y 2006); y los palestinos no han descansado un día en su resistencia.
El ataque de los rebeldes y de la Otan a la asediada y casi destruida Siria del último año, se inserta en un plan del Imperio mucho más grande que conviene recordar. Hay que ver la previa demolición de Libia y el linchamiento de su líder llevados a cabo igualmente por la Otan, los monarcas de Arabia Saudita y Qatar y otros dictadorcillos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Estos tiemblan de miedo ante la posibilidad de que traspasen sus fronteras los aires de rebelión popular árabe y por eso aplastan a sangre y fuego la de Bahréin, la que por supuesto no se habla en ningún medio de comunicación occidental, ni menos de Chile.
Obama, evidente, ha sido un fiel continuador de la política exterior de Bush (es un palo blanco dicen, aunque es negrito, vaya contrasentido). Aunque se viera obligado a una humillante retirada de Irak y difícilmente se libre de una derrota vergonzosa en Afganistán, ha extendido una guerra de baja intensidad contra Paquistán, Yemen y Somalia, al tiempo que participado activamente en las operaciones contra Libia y ahora en el sangriento intento de cambio de régimen en Siria. Curiosamente, en ambos países los aliados principales de la Otan lo han sido bandas terroristas sectarias, algunas vinculadas a Al Qaeda, armadas por el CCG y entrenadas y apoyadas por la CIA y grupos de operaciones especiales ingleses y franceses. Es el caso del llamado Ejército Sirio Libre. Por Damasco se llega a Teherán, pletórico de hidrocarburos y serio obstáculo a los planes de dominación yanqui en la zona. Las aventuras contra Libia y Siria se han caracterizado por una desvergonzada participación de los “medios de comunicación”, que fabricando protestas, matanzas y desenlaces falsos desempeñan una función cada vez más decisiva en los planes del Pentágono.
Ahora bien, lo que ha impedido una intervención militar abierta en Siria –(aparte de su indudable capacidad militar) es la firme oposición de Rusia y China que han trabajado arduamente a favor de una salida política del conflicto. Es por ello que “Occidente” se ha visto obligado a aceptar a regañadientes que el mediador Kofi Annan se retire de Siria y que se involucre a Irán e Irak en el diálogo para buscar una solución negociada. Al parecer, un ataque a Siria o a Irán deberá esperar ahora a que pasen las elecciones en Estados Unidos. Pero ya hay una lección importante y es que Washington y sus aliados no pueden actuar como si Rusia y China no existieran, sin contar con otras fuerzas que, sin ser superpotencias, también disponen de la voluntad y capacidad de oponérseles.
Esta película imperial continuará….
Por Hugo Farias Moya