El cantante Freddie Mercury, de la banda británica Queen, dejó un legado en el mundo musical y del rock que perdurará en todos los tiempos y que es reconocido por multitudes, incluso después de casi 30 años de su desaparición física, y de los escenarios.
Es una leyenda del rock y ha sido tributado y honrado cualquier cantidad de veces en todo el planeta. Los reconocimientos van desde sus más cercanos, personalidades, figuras de renombre y amigos de la época, pero uno muy íntimo, por así decirlo, destaca, y es el cantante, compositor y pianista británico Elton John, quien al igual que Mercury, hace gala de su historia en cada presentación.
Cuando el vocalista de Queen fue diagnosticado con Sida en 1980, su particular amigo le demostró el verdadero significado de la amistad y se mantuvo a su lado todo el tiempo.
A manera de un reconocimiento postumo, publicó en 2012 su libro Love Is the Cure: On Life, Loss, and the End of AIDS, en español ‘El amor es la cura: sobre la vida, la pérdida y el fin del SIDA‘, en el que comenta algunos pasajes de su experiencia cercana con la estrella de Queen.
Ambos han vendido más de 300 millones de copias en el mundo, siendo los artistas más exitosos de la historia musical, pero en el caso de Freddie Mercury, quien supo conservar y guardar las apariencias al saberse contagiado de la penosa y mortal enfermedad, nunca dejó de ser una persona generosa, a pesar de sus extravagancias en el escenario.
Así lo destacó Elton John en su texto, el que se puede leer entre otras cosas, las confidencias entre ellos y que la condición de la enfermedad no superó el coraje “increíble” de Queen.
John lo vio deteriorarse a finales de los ’80 y principios de los ’90, algo devastador que le destrozó el corazón, pero destaca que Mercury siempre “vivió para los demás” y que de cara a su lecho de muerte, ocurrida aquel 24 de noviembre de 1991, no se preocupó por su propio confort.
Los relatos de Elton Jhon son desgarradores, sin exagerar. Cuenta que luego de la trágica muerte del cantante le llegó un cuadro uno de sus artistas favoritos, el pintor Henry Scott Tuke, con una nota de puño y letra, como una muestra de gratitud por su insuperable amistad.
La nota decía lo siguiente: “Querida Sharon, pensé que esto te gustaría. Con amor, Melina. Feliz Navidad”. Los nombres eran una forma acordada de cariños entre ellos. El gesto le sacó las lagrimas.
Además, Jhon expresa que si bien era un momento triste para él y todo el mundo, Mercury fue acabado por el Sida, pero había tenido un gesto hermoso “en sus últimos días”. “En su muerte, me recordó lo que lo hacía tan especial”, resaltó.
Abiertamente gay y casado, Elton Jhon reconoce que Freddie lo tocó de una forma que ninguna otra persona jamás consiguió, y su valiente lucha particular contra el Sida es algo que lo inspira hasta hoy.
Acá compartimos el extracto del libro:
“Freddie no anunció de forma pública que padecía de SIDA hasta un día antes de su muerte, en 1991. Aunque era muy extravagante arriba del escenario —un hombre explosivo a la par de Bowie y Jagger—era muy tímido fuera de este. Pero Freddie me contó que tenía SIDA luego de ser diagnosticado en 1987. Quedé devastado. Ya había sido testigo de lo que esta enfermedad había causado a muchos de mis otros amigos. Sabía exactamente lo que le esperaba a Freddie. Como él también sabía. Él sabía que la muerte, una agonizante muerte, estaba por venir. Pero Freddie fue increíblemente valiente. Guardó las apariencias, siguió tocando con Queen y permaneció siendo la misma persona divertida, escandalosa y profundamente generosa que siempre fue.
A medida que Freddie empezó a deteriorarse al final de los años 80 e inicios de los 90, era algo casi imposible de soportar. Me partió el corazón ver su luz absolutamente devastada por el SIDA. En el final, su cuerpo estaba cubierto de sarcoma de Kaposi. Estaba casi ciego y tan famélico que ni siquiera podía estar de pie.
Con todo el derecho, Freddie debería haber pasado sus últimos días interesado en nada más que su propio confort. Pero ese no era él. Generoso como ninguno, Freddie realmente vivía para los otros. Freddie murió el día 24 de noviembre de 1991, y semanas después del funeral, yo aún estaba de luto. El día de la Navidad, me enteré de que Freddie me había dejado un testamento final de su altruismo. Yo estaba deprimido cuando un amigo llegó de forma inesperada a mi puerta y me entregó algo envuelto en una funda de almohada. La desenrollé y dentro había una pintura de uno de mis artistas favoritos, del pintor británico Henry Scott Tuke. Y también había una nota de Freddie. Años antes, Freddie y yo habíamos decidido crear apodos el uno para el otro, nuestros álter egos de drag-queen. Yo era Sharon, y él era Melina. La nota de Freddie decía: “Querida Sharon, pensé que te gustaría esto. Con amor, Melina. ¡Feliz Navidad!”.
En aquella época tenía 44 años, pero lloré como un niño. Allí estaba aquel hombre hermoso, muriendo de SIDA y, en sus últimos días, todavía tuvo una manera de encontrar un lindo presente de Navidad para un amigo. Cuan triste sería aquel momento, que muchas veces es lo que pienso cuando me acuerdo de Freddie, porque capturó el carácter de aquel hombre. En la muerte, él me recordó lo que lo hizo tan especial en vida.
Freddie me tocó de una forma que ninguna otra persona jamás consiguió, y su valiente lucha particular contra el SIDA es algo que me inspira hasta hoy. Pero su enfermedad, y me da vergüenza admitirlo, no fue suficiente para estimularme a hacer una mayor acción. Ya protesté contra los líderes políticos y religiosos que son indiferentes o socavan deliberadamente la lucha contra el SIDA. Ellos se merecen cada pedazo de crítica que estoy dejando en mi camino. Ellos podrían haber hecho mucho más.
Yo podría haber hecho mucho más, también”.
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