El libro del periodista norteamericano Alexander Stille, El Saqueo de Roma, permite entender de manera amena y con gran despliegue de datos el ascenso de Silvio Berlusconi al poder, primero mediático, y luego representativo en Italia. Sus oscuros vínculos con la mafia, su olfato publicitario aplicado en política y, sobre todo, la profunda transformación social de la alquimia entre fútbol, dinero y política son lecciones de las que la actual crisis de legitimidad el mundo aún no se sacude.
Entender a Silvio Berlusconi es entender nuestra época. Así se constata en el libro de Alexander Stille, ‘El Saqueo de Roma’ (Papel de Liar y distribuido por Océano), que cuenta cómo un magnate de los medios de comunicación terminó siendo presidente en tres periodos entre 1994 y 2011.
Stille comenta en la introducción del libro que “la historia de Berlusconi es una de las mayores aventuras políticas del cambio de siglo, una muestra apabullante de lo que sucede cuando los medios de comunicación, el dinero y la política aúnan fuerzas en una sociedad sin apenas reglas”.
Berlusconi es hijo de un empleado bancario e hizo sus primeras fortunas con un proyecto inmobiliario, Milano 2, que vulneró reglas de edificación y permisos, práctica que con los años sería la tónica de su estilo de amasar fortuna, lo que lo llevaría a ser el primer gran magnate de la televisión privada en Europa y más tarde presidente. Según la revista Forbes, en 2011 era la persona más adinerada de Italia, con una fortuna de 7.8 mil millones de dólares.
Es tan grande el poder de Berlusconi que incluso escribir un libro sobre él puede significar al autor la cárcel o el desempleo. Los que se atrevieron a escribir un libro sobre Berlusconi se refieren a él como el ‘rey de Bananas’ o como ‘Al Tapone’, palabra que juega con el término italiano tappo (tapón y mordaza). El libro de Stille fue censurado en las siete mayores cadenas televisivas italianas, controladas por Berlusconi.
Y es que meterse con Il Cavaliere (el caballero), como lo llaman los italianos, o con su círculo íntimo es meterse en problemas. Cesare Previti, abogado principal del magnate por sobornar jueces, se querelló contra la periodista Marcella Andreoli, que trabajaba para Panorama, revista del propio Berlusconi. Sin poder demostrar que la periodista tergiversó algo, Previti logró que una de las fuentes de la periodista fuera considerada cuestionable, lo que alargó la causa por 10 años, tiempo en el que Andreoli no pudo escribir nada sobre política italiana.
Alexander Stille es un periodista estadounidense especializado en Italia, su política y las mafias. Escribió ‘Benevolence and Betrayal: Five Italian Jewish Families Under Fascism’, ‘Excellent Cadavers: The Mafia and the Death of the First Italian Republic’, una investigación sobre la mafia sicialiana.
En El Saqueo de Roma narra con profusión de datos y de manera amena la historia de un tipo que pagó sus estudios universitarios trabajando como cantante nocturno en cruceros que surcaban el Mediterráneo, que se mandó a hacer un panteón en mármol para sus restos, los de su familia y de sus asesores más cercanos. El mismo personaje que en un foro televisivo interrumpía a su contrincante por un cargo político para dar de argumento “¿cuántas copas intercontinentales ha ganado usted? ¡Antes de competir conmigo trate al menos de ganar un par de campeonatos nacionales!”; que se afanó en componer el himno de Forza Italia, la coalición política inventada para hacerse del gobierno y luego de presentarlo dijo “¡con un himno así, vamos a conquistar Italia!”; o que dio vueltas en auto alrededor de una cárcel en Milán para intentar contactarse telepáticamente con uno de sus agentes encarcelado por corrupción y sobornos con el objetivo de que callara todo. Y es que de Berlusconi se puede esperar cualquier cosa.
EL PODER DEL FÚTBOL Y DE LOS MEDIOS MASIVOS
Berlusconi fue el primero en Europa de abrir el muro del control estatal de la televisión. Luego vendrían imperios similares en Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Grecia y Holanda. Todo partió cuando funda Telemilano 58 en 1978 y, como acostumbraba, pasó por sobre todas las legislaciones existentes.
En 1976 compró el periódico conservador «Il Giornale» y años después se hizo del grupo Mondadori, editor del periódico «La Repubblica» y de los semanarios «L’Espresso», «Epoca», y «Panorama».
Sus balbuceos en televisión los hizo en una Italia asentada en una profunda tradición católica, dominada en política por los democratacristianos y los comunistas y con una cadena pública de televisión, RAI, que encargaba seriales a directores como Roberto Rosellini, daba espacio a través de 3 señales a las diversas corrientes de opinión y restringía la publicidad.
Pero la década de los ’80 y la posterior caída de los socialismos en Europa oriental traían otros vientos. Berlusconi fue el profeta luego convertido en mesías de la revolución videopolítica tras la caída del comunismo. No en vano su máxima preferida era “si no sale en televisión es que no existe”.
Sin escrúpulo alguno, Berlusconi hizo que sus cadenas durante años emitieran programas como Sgarbi Quotidiani en el que se tildaba de “asesinos” y se acusaba de abominables delitos a los magistrados que investigaran a Berlusconi. Una vez en el gobierno Il Cavaliere hizo aprobar varias leyes que lo blindaron ante cualquier investigación por delitos graves.
El libro de Stille arma con lujo de detalles el entorno de Berlusconi, integrado por su principal asesor Fedele Confalonieri, presidente de Mediaset, conglomerado que reúne los medios del magnate; el crítico de arte devenido en comentarista a sueldo Vittorio Sgarbi; el nexo con la mafia, Vittorio Mangano; y, su brazo derecho, Marcello Dell’Utri.
A fines de los ’90 los mayores en Italia veían un promedio de 5 horas de televisión por día. A la par la nueva mentalidad del crédito y del gasto permanente aceitada con series norteamericanas como Dallas y programas como Colpo Grosso transmitidos hasta la saciedad por los canales de Berlusconi modelaron la emergente subjetividad.
Luego de monopolizar las pantallas en Italia, Berlusconi fue por la TV en España. La fórmula que aplicó fue fundar una agencia de publicidad, una productora cinematográfica y un grupo editorial. Hoy es principal accionista de Telecinco.
En Francia intentó lo mismo y aplicó la misma estrategia de sobornos que practicó en Italia con el gobierno socialista de Bettino Craxi, con la administración de François Mitterrand y sus funcionarios en cargos asociados a los medios: regalos de joyas carísimas, invitaciones a su Villa San Martino (en los años 70 era habitual ver a Craxi en la villa de Berlusconi) y jugar por sobre las legislaciones, aunque en el país galo encontró fuertes resistencias.
Berlusconi fue el alquimista mediático que ligó la televisión con el fútbol. Además de la transmisión de los partidos en directo, una constelación de programas dedicados a dicho deporte con entrenadores de salón terminó por instalar dicho deporte como tema de conversación de los italianos. Dicho experimento terminó siendo en plena época de crepúsculo de las ideologías que movilizaron a las sociedades del siglo XX, una constante de nuestros días.
Con Berlusconi todo tiene que ser apoteósico. Cuando se hizo dueño del Milán reclutó a las mejores estrellas deportivas e hizo descender en un estadio atiborrado de hinchas desde tres helicópteros bajo la música de La cabalgata de las Valkirias de Wagner. Stille comenta que “lo que Berlusconi entendió sin duda es que el fútbol y la televisión podían fundirse para crear una sinergia explosiva”. Con el magnate las retrasmisiones de los partidos pasaron a ser una gran fuerza cultural.
Además, Berlusconi marca el inicio de la era en que magnates de la TV como el alemán Leo Kirch, íntimo del líder democristiano Helmut Kohl; o el australiano Rupert Murdoch, que se hizo ciudadano norteamericano para adquirir el New York Post y la Twentieth Century-Fox, al tiempo que hacía partir Fox, detentan más poder que los representantes electos democráticamente. Berlusconi mismo consiguió que se cancelaran todos los programas de debate político durante las semanas anteriores a las elecciones regionales de 2010.
LA PRIMERA CAMPAÑA
Toda esta revolución en la vida cívica parte en el verano de 1993, cuando Berlusconi hizo la primera campaña electoral de la nueva era mediática. Stille cuenta que todas las divisiones de su vasto imperio, desde canales de televisión o periódicos a grandes almacenes, compañías aseguradoras, empresas de servicios financieros y, obviamente, las agencias de publicidad, se fusionaron casi de inmediato para convertirse en una maquinaria política colosal. Sus 30 mil empleados pasaron a convertirse en un ejército de entusiastas prosélitos.
Nace así Forza Italia, el partido de Il Cavaliere que astutamente se valió de la frase coreada por los hinchas cuando animaban a la selección nacional de fútbol. Sus asistentes comerciales crearon 8 mil clubes de Forza Italia emulando las 8 mil parroquias católicas y, con ello, anunciando el viraje de la política italiana del siglo XX parroquial, de barrio o de pueblo y católica por una gran masa extasiada por la televisión, un líder carismático y exultante cual barra de fútbol.
“Berlusconi inventó un nuevo idioma político. Se expresa recurriendo a imágenes concretas”- comenta Stille. Así en su campaña inventó frases cortas pero que aseguraban votos, como que iba a crear “un millón de puestos de trabajo”. Cualquier parecido con políticos locales no es coincidencia.
Además envió a las veintiún millones de familias italianas, Una storia italiana, biografía ilustrada del mismo de 125 páginas, lo que costó cerca de 100 millones de dólares. “¿Por qué me atacan? ¿Por qué no entienden que soy la única persona que puede arreglar este país?”- decía a la par por sus canales de televisión.
También tuvo ojo para darse cuenta del sentimiento de antipolítica que se fue acumulando desde los ’80. Hizo ver a los italianos que su proveniencia de la cultura de la televisión, los deportes, el entretenimiento y el éxito económico serían la salida para superar décadas entrampados en la corrupción de los partidos políticos que habían gobernado Italia desde 1946. Al igual que un caso muy cercano, el argumento de muchos era “no necesita robar porque ya es rico”.
En campaña Il Cavaliere se refería a Italia como una empresa mal gestionada y, al igual como le pasó a mandatarios más cercanos, desde que asumió el poder Berlusconi su fortuna personal se triplicó. Ahora integra la lista Forbes de los 40 hombres más ricos del mundo.
Una vez en el gobierno fue implacable con los periodistas críticos e hizo una razzia en la RAI. El poder mediático de Berlusconi ha significado que los italianos ni siquiera se enteren de sus bullados casos de corrupción, vínculos con la mafia y prostitución infantil, delito por el que fue juzgado en 2011.
No en vano controlaba indirectamente los tres canales de la RAI, y directamente los tres canales de Mediaset. O sea, el 100% de la televisión terrestre y el 90% del total pertenecían al presidente.
En la noche del 13 de diciembre de 2009, Il Cavaliere fue atacado a la salida de un mitin político en Milán, resultando herido en el rostro. Su coalición política Forza Italia ya había sido disuelta y tuvo que renombrarla como Pueblo de la Libertad. En 2011 dimite y deja el gobierno al economista Mario Monti, a cargo de un “gobierno técnico” dedicado a implementar en Italia las medidas de austeridad exigidas por la UE. Así terminó el decenio de Berlusconi, que significó para el país estar al borde del cese de pagos, algo que quizás la mayoría de los italianos ni se han enterado.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano