Quemándose junto a los herejes medievales

Aunque la historia reciente las califica como fanáticos lideradas por caudillos mesiánicos con tendencias sicópatas, las sectas han sido parte fundamental de la historia espiritual del mundo

Quemándose junto a los herejes medievales

Autor: Wari

«El jardín de las delicias» de El Bosco

Aunque la historia reciente las califica como fanáticos lideradas por caudillos mesiánicos con tendencias sicópatas, las sectas han sido parte fundamental de la historia espiritual del mundo. En la Edad Media, ideas de oriente y occidente originaron grupos que, en oposición a la Iglesia Católica, desarrollaron otras formas de relación individual, divina y comunitaria.

Luego de cinco siglos medievales, cambios y crisis constantes, las escrituras sagradas y Platón encuentran eco en monasterios y centros de estudio, instalando el pensamiento. Rayos árabes, cristianos, griegos, musulmanes, judíos, atraviesan la fragmentada Europa, haciendo imposible la homogeneidad.

En ese escenario, villorrios e individuos encarnan zonas temporalmente autónomas, focos de libertades locales opuestas al Estado romano aspirante a Imperio Teocrático Cristiano, iniciándose una guerra espiritual y material contra invasores paganos, laicos y campesinos en revuelta.

El historiador anarquista Max Nettlau rastrea ideas contra el Estado en filósofos como Aristipo, Antifón, y sobre todo en la obra de Zenón (342-270 AC). En Egipto, Karpokrates preconizó una vida en comunismo libre ya en el siglo II.

“Ese es el primer gran servicio que la idea libertaria ha prestado a la humanidad: su ideal, tan enteramente opuesto al ideal del reino supremo y definitivo de la autoridad”, escribe.

Aunque hay cruces y antecedentes, Karina Donangelo distingue entre la herejía oriental, de carácter dogmático-filosófico, que empezó en círculos pequeños de eruditos, a la de occidente, donde los sectores populares las recogieron primero, debido, en parte, a la fragilidad de su conversión y de los propios vicios del clero, en el contexto de la Reforma Gregoriana.

EL NACIMIENTO DEL AMOR

Leonardo Alishan, un persa anónimo estudioso (y crítico) de las herejías dejó en el siglo XI un completo texto sobre el tema, surgido de viajes e investigaciones que duraron dos décadas.

En la parte occidental de Irán, encontró a los adamitas, a los que calificó como cristianos persas excéntricos. “Perseguidos por zoroastristas y luego por cristianos y musulmanes, son ermitaños que vagan por las montañas y oran con el mismo apasionamiento con el que cantan canciones de amor que desgarran el corazón”, escribió.

Para ellos Dios creó a Adán y Eva felices y llenos de deseo mutuo, pero alguien se interpuso en el amor entre Satán y Dios, y como el diablo no pudo soportar ver a los amantes felices, les dio el fruto prohibido. Sobre quién se lo dio a quién disentían, pero concordaban en que luego de comerlo todo se volvió conflicto, lo que generó que Eva se fuera y Dios crease otras compañeras para Adán, aunque este, en el fondo, deseaba a Eva. Ella vivía al otro lado del mundo, y cuando su último compañero la había dejado, sola, suspiró por Adán.

Dios oyó los suspiros, pero como no podía intervenir, heredó el deseo de los amantes al corazón de todos los seres humanos, creando el amor. Por eso, los adamitas consideraban que era lo mismo orar que cantar canciones de amor. Cada vez que dos personas se enamoran, son Adán y Eva quienes intentan reconciliarse. Aunque en su momento lo vio como una ridiculez, en la posdata hecha 30 años más tarde, vio el amor de los adamitas como expresión del alma humana.

FRAGMENTOS

Entre los muchos nombres de la época, destacan los bogomiles italianos, que rechazaron con violencia a los obispos imperiales y criticaron a ricos y al clero por ocultar los libros. Su creencia era dualista: el mal y el mundo no procede de Dios sino del Demonio, encarnado en el orden estatal y social que hay que destruir. Negaron el nacimiento divino de Cristo, la Trinidad y los sacramentos, por lo que fueron perseguidos y quemados.

A partir del 1100, los cátaros (o “puros”) representaron a todos los heréticos occidentales fuera de la Iglesia Romana, con presencia en muchas partes y estratos sociales. Renunciaron a los bienes terrenales y combatieron unidos a la Iglesia, aun cuando hubo grupos que rechazaron las armas, el matrimonio, y adoraron a Lucifer.

Algunos adoraron y otros rechazaron la figura femenina. Los orientales, por ejemplo, señalaban que el alma pertenecía al bien y el cuerpo al mal. Para purificarse, entonces, había que rechazar el matrimonio y aconsejaban el suicidio. Asimismo, creían que luego de abandonar el cuerpo, el alma pasaba por un animal, por lo que no comían carne, leches ni huevos.

Tal como los cátaros, los valdenses no fueron una corriente unitaria de ideas. Bajo preceptos no violentos peregrinaban en dúo, descalzos, denunciando la corrupción de la Iglesia. También emanciparon a las mujeres, permitiéndoles predicar. Fueron excomulgados en 1184.

LIBERTARIOS

Una de las sectas más interesantes son los Hermanos y Hermanas del Espíritu Libre (HEL). La Enciclopedia Católica los caracteriza como una secta tenebrosa con una tendencia netamente anarquista, opuestos a todo orden establecido, y entregados al vergonzoso comunismo.

Michel Onfray en su “Contrahistoria de la Filosofía” -respuesta a la deformación favorable al platonismo y cristianismo ortodoxo- señala que estructuran la primera filosofía coherente en toda Europa, centrada en la idea de un ser-dios del hombre: Redimidos del pecado a través de Cristo, “desde ese día ya no es posible ni pensable ninguna acción pecaminosa”.

Seguidores del teólogo parisiense del siglo XII Amaury de Bene, sus discípulos fundarán un movimiento que se expandió desde el siglo XIII por Francia, Baviera, Países Bajos e Italia hasta después del Renacimiento.

En él, “todas las cosas son emanaciones de Dios y vuelven a él”, y “Dios se crea creando”: si la creación emana directamente de Dios, es Dios al mismo tiempo, por tanto, todas las cosas creadas, incluidos los seres humanos, son Dios (panteísmo).

Al negar la existencia de los pecados, rechazaron los sacramentos, ya que no debemos someternos a la ley moral.

Fueron condenados por Inocencio III más por locos que por herejes y por sus prácticas nudistas y de amor libre. Siguieron subsistiendo ya que estaban difuminados en el todo social, lo que hacía difícil su identificación y exterminio (como los insurreccionalistas de hoy).

Considerados anarco-sexuales, fueron agitadores por la rebelión, propagaron las orgías como “servicios divinos”, robaron en nombre de la comunidad de bienes, y predicaron el carácter sublime de los deseos humanos.

Fueron valorados por los situacionistas. Raoul Vaneigem dirá: Habiéndose elevado por encima de Dios, habían abandonado a Dios. No era raro que un adepto afirmara no tener ya ninguna necesidad de Dios.

LECTURAS

Para Max Nettlau, si bien estas ideas son parte de la historia de todos las aspiraciones de libertad a lo largo de la historia humana, es difícil distinguir en qué grado su desafío a los Estados y a las leyes era un acto antiautoritario consciente, porque se dicen autorizadas por la palabra de Dios, que es así su amo supremo.

Sin embargo, la única razón para la pervivencia casi mítica de estas sectas en el imaginario, aun con la manipulación histórica del catolicismo, es el peso de una tradición rebelde anclada en el alma popular.

Por Cristóbal Cornejo

Tesoro humano muerto

El Ciudadano Nº128, primera quincena julio 2012


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