El 18 de diciembre, el Parlamento Europeo (PE) aprobaba una resolución denominada «Los ataques contra los defensores de los derechos humanos, las libertades públicas y la democracia en Nicaragua». Fue respaldada por el grupo Popular, el Liberal, “Europa de las Naciones” y también por los “socialistas”. En contra votaron “Izquierda Unitaria” y Verdes.
Si no conoce la actualidad centroamericana, se preguntará qué ha sucedido en dicho país para que se entrometa el PE. Pues bien, empezaré por decir aquello que no ha sucedido. El ejecutivo nicaragüense -desde hace dos años en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)- no ha orquestado ningún asesinato sistemático. No ha bombardeado a nadie. No ha ocupado violenta y militarmente ningún espacio ajeno. No mantiene a miles de presos políticos. No dispone de alta tecnología militar, ni de armas nucleares de destrucción masiva, ni disemina fósforo blanco entre la población, ni destruye colegios de la ONU. Tampoco ha ensamblado bloqueo económico contra nadie. No ha atacado ni destruido mezquitas, catedrales o universidades. No viola las resoluciones, ni chulea a las Naciones Unidas. No ha provocado exiliados ni campos de refugiados. No ha diseccionado territorios ni aislado a personas mediante muro alguno. No ha edificado asentamientos ilegales en países vecinos, y como no hay colonos, éstos no amedrentan a la población autóctona. No ha robado impuestos a las naciones colindantes. Y no impide el transporte de ayuda humanitaria, alimentos o medicinas.
Aún así, Nicaragua ha logrado “reunir más méritos” que Israel para que el PE votara una resolución bochornosa. Por si no fuera suficiente, se le ha cancelado desde Europa la ayuda económica que recibía. Incluso gobiernos como el de Colombia, donde se ha demostrado la implicación del ejército y la clase política en el terrorismo de estado, se han salvado de condenas y acciones tan humillantes y desproporcionadas.
¿Por qué la resolución?
El texto es un compendio de diversos hechos. Por una parte considera el hostigamiento a diferentes medios, partidos y organizaciones sociales por parte del gobierno sandinista de Daniel Ortega. Por otra da por hecho que las elecciones municipales del pasado 9 de noviembre supusieron un fraude.
Al dar por hecho que la estafa viene por parte del ejecutivo, la resolución indirectamente culpabiliza al sandinismo de la violencia que se desató los días después de las elecciones. Generaliza la persecución que sufren las organizaciones sociales como si fuera algo sistemático. Se adoba con cantos de sirena y numerosas citas sobre derechos humanos, libertad de expresión y todas esas palabras bonitas aunque amorfas. Pero lo más grave de todo, es el escupitajo diplomático que el PE le asesta a Nicaragua, cuando dice sobre las elecciones “…que considera que sus resultados carecen de legitimidad democrática alguna.”.
¿Revolución naranja en Centroamérica?
Nicaragua es muy importante desde el punto de vista geopolítico y “emocional”. Ubicada en el corazón de Centroamérica, hoy en día es el único estado de izquierdas de la región. Forma parte del ALBA y mantiene relaciones de cooperación con los países miembros. Lejos quedan los gobiernos socialdemócratas de Panamá y Guatemala.
Tras 10 años de revolución sandinista, el FSLN abandonó el poder en 1990 ante la victoria electoral de Violeta Chamorro. Sufrió dos derrotas más pero en noviembre de 2006 recuperó el gobierno. Ahora, tanto EEUU como la Unión Europea (UE) temen que el ejemplo de Nicaragua se extienda a otros países cercanos. El Salvador podría ser el próximo. Allí, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, fue por primera vez el partido más votado en las elecciones del pasado 18 de enero y podría conquistar la presidencia en marzo ¿Se imaginan la cara de Ronald Reagan si se levantara de su tumba y viera que dos de las guerrillas más audaces y combativas de los ‘80 se han transformado en formaciones políticas que gobiernan sus respectivos países?
Este avance de la izquierda en Centroamérica supondría un espaldarazo a los nuevos aires que se respiran en Sudamérica y una herida de muerte al “republicanismo bananero”. Naciones como Costa Rica y México, donde la izquierda perdió por un 1% de los votos en las pasadas elecciones, podrían ser las próximas con gobiernos progresistas, justo en las narices del imperio.
Nicaragua fue un país subordinado a EEUU y la UE durante los gobiernos de la derecha. En esos años sufrió drásticas cirugías neoliberales sin anestesia previa, que originaron el empobrecimiento de la población, el aumento del analfabetismo, etc. Ahora ha establecido nuevas relaciones con países como Irán, Rusia, Bolivia, Venezuela o Cuba, y eso es lo que mosquea realmente a las potencias occidentales.
A nivel interno está en juego el liderazgo de una derecha fraccionada entre los partidarios del ex presidente Arnoldo Alemán y los de Eduardo Montealegre. El primero estuvo en la cárcel por corrupción, lo cual le resta popularidad y posibilidades en una contienda electoral. Esto ha provocado el repudio desde Washington, aunque su influencia y poder en el derechista Partido Liberal Constitucionalista (PLC) está fuera de toda duda. El segundo fue el candidato de EEUU y la UE, al gozar de una mejor imagen y opciones reales para vencer al FSLN en las elecciones presidenciales de 2006. No obstante, esto no sucedió ya que la derecha se presentó fraccionada en dos partidos: uno encabezado por Montealegre y otro por los partidarios de Alemán. Por eso, ahora, unificar a la derecha es primordial para ganarle a Ortega en un futuro y eso lo saben bien en Europa y USA. El primer paso era ganar estas elecciones municipales para debilitar al FSLN a nivel nacional y regional. Paralelamente, se lograría consolidar el liderazgo de Montealegre, que iba de candidato del PLC por la alcaldía de Managua (la ciudad más grande del país y bastión histórico del FSLN).
Esta es la coyuntura en la que se desarrollaron las elecciones municipales de noviembre de 2008. Misteriosamente, meses antes, ciertas organizaciones sociales (algunas financiadas desde occidente) aumentaron la intensidad de sus protestas. Los medios de comunicación “independientes” endurecieron sus críticas al gobierno de una manera poco objetiva. Y desde diferentes flancos se diseminó la idea de un supuesto fraude en una contienda electoral, que poco a poco, se fue transformando artificialmente en una especie de referéndum sobre la gestión de Ortega en sus primeros 20 meses de presidente. Apartados quedaron alcaldes y concejales.
Lo que pasó en las semanas sucesivas es de sobra conocido. Ganó el FSLN pero fueron días tensos, violentos y la versión del fraude -en Managua primordialmente- se impuso gracias a los medios “independientes”. No obstante, hay hechos para desconfiar de la misma.
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Por Vicent Boix
Escritor, autor del libro “El Parque de las Hamacas”