El espacio geográfico, entendido como aquella sublime interacción de los seres humanos con el entorno, a pesar de lo que ha querido imponer la narrativa de la modernidad, no es cerrado ni excluyente. Está compuesto por infinitas constelaciones culturales cambiantes en el tiempo, las cuales se entremezclan a tal punto que es posible llegar a definirlo, tal como lo hizo Santos (1999), como un híbrido.
Sin embargo, las mentes mercantiles primero y, capitalistas luego, se han empeñado en cristalizarlo, movilizando todo el aparataje moderno para ello si fuese necesario.
La modernidad trazó forzosamente fronteras alrededor de las culturas, alrededor de los lugares, fronteras geográficas o institucionales, generalmente ambas de forma simultánea. La narrativa moderna no hizo más que encapsular el espacio de un tiempo a través de una envoltura, el Estado nación. Pero ahora, cuando asistimos al espectáculo que brinda el mundo tratando de subirse al zeppelín de la globalización, nos parece que el Estado nación está dispuesto a despojarse de su pesada envoltura para subirse al carro de la victoria y, en Chile, la felicidad embarga a la mayoría de los corazones, a unos porque ya se sienten con un pie en el carro de primera clase denominado desarrollo y, a otros, porque ingenuamente creemos que comienza el fin del encapsulamiento.
Rápido nos hemos olvidado de qué el Estado nación se forjó y se naturalizó gracias a la fecunda relación simbiótica desplegada con la educación formal y, que si hoy está dispuesto a salir de la cápsula, a dejar la envoltura, es porque existe otra envoltura más efectiva para los tiempos que corren y, menos visible para los corazones felices. La escuela, ese espacio que algún día vimos como emancipatorio hoy es la nueva envoltura de un viejo espacio-tiempo.
Si bien, la cápsula del Estado parece translúcida, la nueva envoltura de la ciudad global de Sassen o, la región urbana de Castells, siguen manteniendo su simbiosis con la escuela que, tomando como insumo, la división espacial del trabajo y, esforzándose para su reproducción, ha llevado hasta sí las distribuciones espaciales y, las diferenciaciones geográficas de aquel viejo espacio tiempo ya tantas veces mencionado.
La actual división espacial del trabajo, potenciada por el aumento de la flexibilidad del capital y, la disminución de la flexibilidad del trabajo, como dos caras una misma moneda, ha implicado que, a nivel mundial, el proceso migratorio se exprese no sólo como una nueva geografía de flujos, sino que también, como una expresión geográfica residencial y escolar.
Así que bien, como el Estado nación se sostenía en los pilares de una supuesta homogeneidad cultural y, una supuesta homogeneidad histórico-territorial, estos pilares se siguen manteniendo en la escuela y, como los dos extremos de un mismo continuo, a medida que la envoltura de Estado nación se hace más translúcida, la búsqueda de la homogeneidad cultural en la escuela se vuelve más patente.
Paras los políticos y algunos intelectuales del país, esto no parecer demasiado relevante, especialmente, cuando se ve a través de los indicadores, que la inmigración a Chile sigue siendo baja en términos absolutos (según el censo del 2002) sólo un 1,4% de la población total es de origen extranjero, donde el porcentaje de niños y jóvenes en edad escolar sigue siendo menor.
No obstante, el cuadro cambia si miramos el escenario con los lentes de la Srta. Geografía…
El crecimiento de la inmigración extranjera a Chile fue de más de un 200% en el período intercensal 1982-2002 (y aún no sabemos cuanto será en el período 2002-2012) y, es que el discursillo del carro de la victoria y del carro de primera clase tienen sus efectos espaciales.
Dicha proporción es superior si sólo se considera a la Región Metropolitana de Santiago, donde habitan dos tercios de los extranjeros que residen en Chile (Martínez y Pizarro, 2003). Al mismo tiempo, si sólo se considera la inmigración peruana, esta representa un crecimiento de más del 390% en el mismo período (INE, 2002).
En el sistema educativo chileno, en el año 2009 se podían encontrar 40.310 estudiantes de origen extranjero, lo que representaba el 95,6% de los inmigrantes en edad escolar (Mineduc 2009). Si hacemos la proyección correspondiente, esto significa que, cerca de un cuarto de la población extranjera residente en Chile es parte del sistema escolar chileno formal, cifra que va en aumento si se considera a aquellos estudiantes que se encuentran en el sistema educativo en paralelo a sus trámites de residencia ¿Qué importa mantener la envoltura del Estado nación chileno si la escuela puede seguir haciendo el trabajo sucio?
Si bien, esta segregación socioespacial se explica, en gran medida, por las desigualdades sociales y la conformación de guetos de pobreza en ciertos sectores de la ciudad de Santiago, se acentúa, además, por la concentración territorial de los grupos inmigrantes en unos pocos barrios de la Región Metropolitana de Santiago. Y es que no podemos olvidar que las distribuciones espaciales y la diferenciación geográfica pueden ser el resultado de los procesos sociales, pero también afectan el funcionamiento de esos procesos.
La investigación ha demostrado que, existen tres sectores de concentración residencial de población inmigrante: Santiago Poniente (especialmente barrios Balmaceda, Yungay y Brasil), Eje Independencia-Recoleta (especialmente en los barrios, Mapocho, Patronato, La Paz) y el barrio de la Estación central.
Del mismo modo como los inmigrantes tienden a agruparse en pocos barrios de Santiago, los estudiantes inmigrantes se localizan en unos pocos centros escolares, los públicos y los particulares subvencionados del sector, por lo que mientras en la mayor parte de los colegios los extranjeros son una rareza, en algunos pocos son la mayoría. Según las estadísticas del Mineduc más de dos mil colegios presentan estudiantes extranjeros, pero no más de doscientos presentan más de 1% de inmigrantes matriculados respecto de su matrícula total y, de ellos, sólo 15 establecimientos presentan un porcentaje superior al 10% de inmigrantes en el centro escolar, todos ellos localizados en Santiago Poniente y en el eje Independencia Recoleta, por lo que la fórmula es bien efectiva: gueto de pobreza + gueto de inmigración = gueto escolar.
EUREKA¡¡¡¡¡ desdibujamos al Estado nación tal como nos exige el ticket para ingresar al zeppelín de la globalización, pero no tenemos para qué destruir los pilares que hacen la diferencia entre el nosotros (los buenos, los chilenos) y el ellos (los peruanos, los bolivianos, los ecuatorianos, los malos) y, como valor agregado, con la misma narrativa los hacemos valorar nuestra cultura despojándoles de la propia.
Así, mientras el Estado se hace más liviano para trepar (en el mal sentido de la palabra) se sigue imponiendo la narrativa de la modernidad, la supremacía del capital por sobre el trabajo, la supremacía del tiempo por sobre el espacio, la supremacía del nosotros por sobre el ellos.
Pasamos del estado nación-como envoltura espacio tiempo, al gueto escolar como envoltura espacio tiempo, de modo que, lamentablemente, la envoltura espacio-tiempo no desapareció-solo cambió de escala. Así que se me ocurren dos opciones y una consideración. La primera opción, siempre válida, es no ponerse nunca los lentes de la Srta. Geografía y, con ello, mantener los corazones felices. La segunda opción es ponerse los lentes de la Srta. Geografía y ya no tener corazones tan felices. La consideración, a tener en cuenta, es que una vez que te pones los lentes que ofrece la Srta. Geografía tan gentilmente, ya nunca te lo puedes quitar… cada cual elige.
Por Paloma Miranda
Geógrafa, Licenciada en Educación y académica del Departamento de Educación de la Usach