Lo que hoy es motivo de vergüenza antes era una gracia
Un club de desnudistas en Asia, un centenar de hombres sentados en sus butacas rojas de felpa imitación italiana. Detrás de una cortina brillante aparece una mujer delgada, de ojos rasgados con una pequeña ropa interior en el sector bajo del vientre. Baila al son de un tecno japonés, y todos se inquietan en sus asientos. La bailarina va descubriendo su vagina de la pequeña tela que la cubre, y una mujer que viste como camarera le entrega a los participantes lupas o linternas que les permitan ver mejor el espectáculo. La gracia del show es que se puede observar de cerca y muy profundamente los recovecos del órgano femenino…
Imágenes como estas son las que se dan en Japón actualmente, donde la sabiduría popular de “El que mira sufre y el que toca goza” no tiene ningún sentido. Los hombres pagan por ver, y al parecer el exhibir los genitales para provocar reacciones en el otro, no es nada nuevo.
Este gesto de levantarse las faldas y exhibir la vulva tiene un nombre griego que lo define: Ana- suromai.
El Ana suromai tiene distintos fines en la mitología y en ciertos ritos de tribus africanas. En algunos de ellos se usa con el fin de alejar los malos espíritus de las cosechas, para espantar demonios o para avergonzar al enemigo en medio de una contienda.
En el mito de Belerofonte, el Héroe griego dominó al Pegaso y se volvió invencible, mató a la Quimera y venció a las amazonas, hubo solo un lugar que le faltaba por conquistar, y le pidió ayuda a Poseidón para que enviara una gran inundación. Todo terminó cuando aparecieron las mujeres del pueblo y se levantaron las faldas. Con este gesto hicieron retroceder las aguas, y Belerofonte, humillado, se tuvo que retirar. Para colmo, por dejar de ser inmortal, se dice que tuvo una muerte estúpida, cayéndose al vacío.
En la leyenda irlandesa de Cuchulain ocurre algo similar:
“150 mujeres le cerraron el paso al héroe y todas exhibieron su deshonradez y desvergüenza ante sus ojos. El muchacho apartó la mirada y escondió su rostro detrás del carro para no ver la desnudez ni la desvergüenza de las mujeres”.
Este tópico de levantarse las faldas no solo aparece en la mitología europea sino que también está presente en algunas tribus africanas. Es el caso de ciertos nativos del este de Camerún que tienen una estructura definidamente matriarcal. La mayor ofensa que puede emplearse es decir: -“Tienes la vagina podrida” hecho que obliga a las mujeres del clan a exhibir sus almendras ante al agresor, hecho que le humilla y le maldice, ya que la posición social de cada uno de los integrantes se da solo por la vagina de donde se ha nacido. Este ritual se llama Anlu y un historiador lo describe como la ceremonia donde las mujeres no parecen humanas y se comportan como locas.
Queda claro con esto el poder de enseñar lo que en nuestros días se oculta con cargas de pudor y represión. Quitemos de lo anterior que el sexo femenino posee una carga de maldición, ya que en la leyenda de Deméter, el ana suromai es motivo de risa.
Deméter, una mujer que destaca por ser una madre abnegada, sufre un calvario después de que Hades le roba a su hija, y ésta la busca incansablemente. Debido a la pena, deja de comer, y como se trata de la diosa de la agricultura, hay hambruna y calamidades en la tierra. Luego de un largo tránsito, Deméter se hace niñera y conoce a Baubo, quien se levanta los vestidos para enseñarle sus partes púdicas, y la madre ríe por fin. Su carcajada significa el reestablecimiento del orden en la tierra.
Imágenes pictóricas de Baubo, y algunas esculturas donde el triángulo invertido que representa el vientre femenino posee todos los detalles, nos dan pautas para pensar en la vagina como un territorio mágico, una puerta a otra dimensión, un ojo ciego que entrega sabiduría, linaje y castigo para quien viola los designios de Dios o de dios, da lo mismo.
Nuestra querida (léase con cierta ironía) Iglesia católica en la época post medieval se topó con cientos de pinturas, esculturas y adornos en las principales catedrales y centros de poder en Europa, y mandó en varios casos, como era de esperar, a un nuevo artista que cubriera las partes íntimas o las deformara para que no se notaran los labios vaginales. A estas imágenes se les denomina Sheela- Na-Gig y se encuentran en iglesias y edificios públicos de Inglaterra, Irlanda, Gales, el oeste de Francia, el norte de España y Escocia.
Lamentablemente para ellos, algo no pudieron controlar, y que es parte de la cultura religiosa, ya que en cierta festividad de la virgen se comen los llamados Miches o Michettes, unos bollos ovalados recubiertos con azúcar que recuerdan la forma de la vulva.
No puedo evitar la imagen de un cura encerrado en el convento devorando con gula estos panecillos que son el símil de una vagina dulce, tierna, llena de crema que los hace pecar en pensamiento.
Toda esta perorata sobre la vagina es una especie de reivindicación de mi parte, ya que por Dios que le echamos puteadas a veces. No sé ustedes, pero yo prefiero quedarme con esa imagen del pastelcito, blandito, esponjoso y dulce que nos da placer como una gran boca jugosa.
Por Alice Antoin
Agosto 26, 2010
Tomado de www.lagranarcada.com
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