Venezuela en el corazón

    No es la primera vez en la historia que ha habido dos Presidentes y, a veces tres Papas: a fines del Imperio romano su decadencia se caracterizaba por la existencia simultánea de dos ridículos emperadores, (podemos observar sus esculturas en los museos), uno de ellos Constantino dejó el imperio en manos de la […]

Venezuela en el corazón

Autor: Director

 

 

No es la primera vez en la historia que ha habido dos Presidentes y, a veces tres Papas: a fines del Imperio romano su decadencia se caracterizaba por la existencia simultánea de dos ridículos emperadores, (podemos observar sus esculturas en los museos), uno de ellos Constantino dejó el imperio en manos de la iglesia católica, enriqueciendo a obispos, amantes de la vida cómoda y palaciega.

La prensa, en forma superficial, destaca el hecho de la existencia de los Presidentes en Venezuela, cuando los problemas de fondo son muy distintos y de envergadura geopolítica mundial.

Es fácil rememorar fechas históricas, en nuestro caso la del 23 de enero de 1958, día del derrocamiento del “Sapo con Banda”, Marcos Pérez Jiménez, quien abrió el camino a largos decenios de democracia, fundamentalmente bipartidista, Acción Democrática, (ADECO), – de la II Internacional – y COPEI – de la Democracia Cristiana.

En entre los Presidentes de la IV República encontramos grandes líderes, entre ellos Rafael Caldera, de COPEI, y Carlos Andrés Pérez, de ADECO; el primero, a sus 80 años, quebró con su Partido y abrió el camino al joven militar Hugo Rafael Chávez Frías. Carlos Andrés Pérez fue responsable del “caracazo” y, luego, juzgado como Presidente corrupto.

Jaime Luchinski, de ADECO, fue el más corrupto de los Presidentes de la IV República, en que los demócratas se farrearon este bien preciado como si fuera eterno.

Cabe recordar el golpe de Estado de 2001, que permitió el rapto del Presidente Chávez en manos de los militares en el corto período del patrón de patrones Carmona, apoyado por el embajador del Presidente Lagos.

Por tradición y convicciones soy anti militarista, pues los militares no deben gobernar, sólo tienen el privilegio del monopolio de las armas, no para imponer su sentido corporativo, (es la razón por la cual no alabaré nunca a un militar aun cuando se vista de izquierda).

Venezuela potencialmente sigue siendo uno de los países más ricos del mundo, por ejemplo, en la franja del Orinoco se encuentran las reservas de oro más ricas del mundo, al igual que las del petróleo, posesiones estratégicas que abren el hambre y la sed de los yanquis.

Hoy, el petróleo y el gas natural constituyen elementos estratégicos en la geopolítica mundial, y el mundo no es unipolar: China, Rusia y Estados Unidos se pelean la hegemonía mundial, y por primera vez, América Latina es un escenario privilegiado. A este cuadro hay que agregar países como Turquía y, sobre todo Irán, una de las primeras potencias del Medio Oriente.

El drama actual de Venezuela no se limita sólo a la lucha por el poder entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, mucho menos a las exégesis constitucionales, y todas las potencias mundiales pretenden intervenir. Los ridículos gobiernos de Mauricio Macri y Sebastián Piñera, sumado al fascista Bolsonaro, y a países lacayos de Estados Unidos entre ellos Colombia, Paraguay y, ahora, Ecuador.

En América Latina, dos países demócratas y progresistas, México y Uruguay, han reconocido el gobierno de Maduro contraviniendo las órdenes del Donald Trump.

La OEA ha servido de muy poco en el apoyo a la solución de problemas de América Latina, al contrario, sus embajadores actuales son sólo lacayos de Almagro, su secretario general.

En Europa, Pedro Sánchez, el Presidente de Gobierno español, se niega a convertirse en mozo del jefe yanqui, quien se ha dado el lujo de humillar a los europeos en repetidas ocasiones.

La existencia de dos Presidentes en Venezuela es francamente ridícula: el poder siempre ha sido y lo seguirá siendo el monopolio de la coerción, es decir, de las armas y de violencia legítima cuando hablamos de democracia e ilegítima cuando nos referimos al poder de esta institución sobre la soberanía popular. En el caso del presidente de la Asamblea Nacional, no tiene el poder legítimo, pues no posee el monopolio de la coerción y no cuenta tampoco con los poderes del Estado que hagan acatar la Constitución y las Leyes.

Ahora bien, si el poder residiera en el parlamento no habría discusión, pero Venezuela es presidencialista y ni siquiera cuenta con un Primer Ministro que necesita, para gobernar, el apoyo de la Cámara.

En cuanto a las elecciones, todos los sistemas distorsionan la soberanía popular, unos más que otros, en todo caso, ninguno de ellos obedece a una exacta distribución entre votos y escaños, además – los controles internacionales son bastante inútiles y controversiales para validar elecciones de un país, (lo digo con conocimiento de causa en los dos procesos en los cuales participé, En Haití y El Salvador y, a mi juicio, las elecciones venezolanas me parecen más transparentes que las de Honduras, en que el actual Presidente, Juan Hernández se las robó, y que yo sepa, los ociosos embajadores de la OEA no han reclama por este delito).

La oposición venezolana, hasta el día de hoy, no ha demostrado capacidad alguna de unidad: hay demasiada disputa entre los partidos políticos que la integran, así como temor a la vuelta a la IV República, que hoy sería aún peor, pues los potentes Partidos de antaño, C0PEI y ADECO, han desaparecido, y las Internacionales socialdemócrata y democratacristiana tienen nula importancia en el mundo.

A lo mejor un aventurero sucederá a un gobierno cívico-militar, que ha cometido muchos errores y abusos, sin ninguna formación política y lo que es peor, dirigido por control remoto desde Estados Unidos, cuya democracia es bastante discutible, pues su Presidente, Trump, está acusado de fraude al ser elegido por la intervención rusa, sobre la base de un sistema electoral que data de dos siglos atrás, es decir, por electores en que el Estado de Carolina pesa igual que California, tan grande como un país.

 

El peor de los escenarios para Venezuela sería, en primer lugar, el de una guerra civil que, al igual que la española, adquiriría características internacionales. Sólo deschavetados de la ultraderecha latinoamericana podrían desear tal situación de conflicto.

 

Una segunda alternativa sería una invasión por parte de Estados Unidos, en conjunto con Colombia y Brasil, o de una guerra de más baja intensidad, más ridícula aún, entre el uribista Iván Duque y Venezuela.

La tercera posibilidad de salida estaría dada por la instalación de una mesa de diálogo, con miembros de alto nivel moral y ético, tanto nacional como internacional – fue el caso, de las conversaciones y posterior Acuerdo gobierno de Colombia y las FARC, que el servil Presidente Duque se niega a agradecer -.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 


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