Sobre educación puedo decir que algo sé… es decir, algo más allá de lo que la inmensa mayoría «educada» sabe: colegio, universidad, etc. Pues claro, al menos en esta sociedad occidental cuando se habla de «educación» nos referimos a aquellos conocimientos que se nos entregan como materia impuesta y que además están fiscalizados por la institución de turno. Esa «obligatoriedad» que llega a la cabeza cuando hablamos de «educación» es la que a mí me ha generado infinidad de problemas, pues adecuarme a las normas establecidas siempre me ha sido complejo. Mas insisto y persevero en este actuar corroído por la emanación de partículas tóxicas que salen de esas mentes opresoras dispuestas a dominar a otras por el mero hecho controlador que suponen las sociedades «ultra-mega-hiper modernas», ya que aún así pertenezco a esta sociedad (¿O se me impone pertenecer?).
Mi experiencia no ha sido fácil, menos lineal. Desde mi primer año de colegio partí mal. Y no era que no me gustara ir y aprender (y pasarlo bien), sino que sencillamente no me gustaba que me mandaran a hacer tal o cual cosa. Me angustiaba mucho. Por ende terminé haciendo 1º básico en dos colegios diferentes en menos de un mes. Después estuve años «estable», porque es posible que el efecto que ejercen los educadores «agentesdecontrol» haya calado hondo y quizás en mentes tan infantiles siempre sea más simple imponer «orden». Sin embargo, ya en la enseñanza media apareció en mí nuevamente la «crisis» y terminé por dejar 3º medio a la mitad y retomarlo un año y medio después, haciendo, al volver, dos años en uno, para terminar «más rápido». Lo que yo no sabía, claramente, era que aquello de «más rápido» es siempre muy ambiguo, pues sucede que entre más uno escapa de las cosas, en teoría más se alejan, pero en efecto (en la práctica) más se acercan y por ende se extienden convirtiéndose en problemas mayores. Y estas «cosas» no son simples cuestiones de la vida (así sería sencillo o para nada problemático evadirlas), sino que son el motor que debería mover nuestra existencia, puesto que suponemos a la educación como la que nos define como personas y la que nos dará un carácter y ocupación a futuro. Es, probablemente, la cosa o una de las cosas más definitorias de la vida, incluso más que ser hijo, padre, madre, etc. Entonces he ahí el dilema: si yo no sabía, estando aún en el colegio, cómo seguir mi camino «correctamente» ¿Cómo podría proyectarme hacia un futuro? ¿Había futuro para mí?
Por mucho tiempo me cuestioné aquello; pensaba que no tenía vuelta, así no más. Pero había algo, algo en mí y que nació, supongo, como medida de escape para estas «cosas de la vida impuesta» y que hasta hoy me acompaña: mis ganas de escribir, de crear. En ese entonces comencé a escribir para el diario online CEM y luego otros portales se interesaron y también me publicaban. Era una de las cosas lindas de ese momento. Aunque obvio, por supuesto que existen varias otras cosas bellas que me gustan y que disfruto, pero en materia educativa, en esto que debería enriquecernos el alma de seres humanos pensantes, nada de las «enseñanzas tradiciones» significaba algo verdaderamente importante para mí; el conocimiento o lo que yo creo que sé (¿Qué cosa no es mirada desde la propia perspectiva?), asumo, me lo fue dando el propio camino, aquél que construí aparte, y no es osado decir que ese año y medio que estuve fuera del colegio crecí inmensamente, mucho más que en los años que me eduqué institucionalmente. Hay bagaje, por supuesto. Bueno o malo ¿Quién puede decidir eso?
Al salir (por fin) del colegio, inesperadamente quedé en la universidad. Elegí Filosofía y me embarqué a Concepción con el fin de «ser feliz y encontrarme a gusto con lo mío», etc., pero una vez más vino la decepción. Podía y no creerlo. A varios les ocurre que dejan su primera carrera, entonces tan trágico no era, mas sí una frase dicha por un amigo de ese entonces quedó flotando en mis pensamientos por siempre e indiscutiblemente ha marcado mi actuar, incluso antes de saberlo, así, tan derechamente: «donde quiere que estés nunca estarás conforme»… ¿Qué pasa entonces conmigo? «¿Seré yo, señor?».
Luego vino volver. Fue el turno de Veterinaria, acá, más cerca de mi hogar. Tampoco funcionó. Amar locamente a los animales no sirvió; aquello de la «frase maldita» hacía eco. Y entonces otro año sabático. Crisis. Pena. Todo lo que alguien se pueda imaginar. Aunque paralelamente mi vida funcionaba mucho mejor… o sea, FUNCIONABA. Escribía mucho y conocía mundos a través de eso. Incursionaba ahora no sólo en los simples textos de opinión, sino también en la literatura. Era feliz en esa ocupación. Era yo. Soy yo. Sin embargo, el tiempo pasa y después del «sabatismo» propio de los de mi clase (que es, sin duda, una forma de ser adquirida por la inconformidad que genera el tiempo-espacio) decidí que estar fuera tanto tiempo no me convenía y que debía tomar las riendas del asunto luego, pues luchar contra el sistema, sola, de este modo, no servía (¿En serio no sirve?).
Y actualmente estoy en Periodismo. Feliz o no, eso da lo mismo. Estoy. Vivo la mayor parte de la semana sola, cerca de mi lugar de estudio y la otra la paso en mi casa, en el campo. Sigo escribiendo y amo locamente a mi pareja, él es el motor de mi vida (el amor genera cosas como éstas: antes mi motor era la literatura, hoy lo es él… y bueno, también sigue estando la literatura presente, pero primero él). Y me sigo preguntando qué pasa conmigo, si tendré algo mal, si tanta rebeldía es simple capricho o un profundo problema con el mundo. Mas fuera de este conflicto (que aún está «resolviéndose») vale preguntarse, asimismo, si el problema es de uno o de quién a uno lo educa, o si es de ambos, o incluso de los que no están metidos en esto pero que no hacen nada por cambiar estas situaciones, pues tanta inconformidad ¿Es natural? ¿Qué es «lo natural»?
Este cuestionamiento, obvio, me lleva a pensar que si al menos la educación (recordemos: educación formal, tradicional, de institución) fuera igual para todos, que si a todos, pero a TODOS, se nos prestara la atención necesaria y se nos otorgaran reales herramientas para poder sobrellevar la vida misma, conflictos personales como el mío no existirían o quizás no a tal magnitud. Yo estoy sola. Estuve sola y sigo estándolo en este sentido, y mis compañeros estudiantes que atraviesan por lo mismo también lo están… angustia silenciosa que brota del interior y que hace querer tirar todo por la borda, desespera y paraliza. Pero no más, lo exigimos. Y por eso hace mucho sentido… no, ¡qué estoy diciendo! Por eso es ABSOLUTAMENTE NECESARIA UNA «EDUCACIÓN DE CALIDAD», educación que de verdad se interese por las personas como seres completos y no sólo para que luego les sirvamos a unos pocos. YO NO QUIERO ESE MUNDO, me niego a aceptarlo, pero tampoco quiero permanecer al margen la vida entera, excluida porque no me gusta el mundo en el que vivo ¿Cachan?
Entonces urgen cambios profundos, de pensamiento, de paradigma; quemar lo existente y crear algo nuevo. Urge. Vaya que sí. Y los esperamos pronto, para que nunca más sucedan cosas como ésta, pues de «perderse» no se trata la verdadera educación, esa que imaginaba Platón en su escuela y que tantos otros han proyectado hacia el mundo con tanto esmero y amor; encontrarse a sí mismo para así estar en armonía con la existencia entera, a eso se acerca más.
¿Y seguir luchando? Aunque agonice. Por el mundo que esperamos. Por el mundo que yo sueño.
Mayda Plant
Octubre 7 de 2012
Publicado en maydaescribicionista.blogspot.com
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