¿Crisis u oportunidad para la humanidad? o el gran desafío del siglo XXI
Estados Unidos y China se pelean zonas estratégicas para contar con el “oro negro”. Países como Chile tienen en frente un desafío vital. El tema es que el petróleo se acaba, no es renovable y por ello mismo su precio seguirá subiendo, impactando en áreas como la alimentación y el transporte.
El petróleo constituye el sistema sanguíneo de la economía mundial desde hace un siglo. Sin embargo, la era del ‟oro negro” fácil y barato se acabó, aunque todavía existan muchas incertidumbres sobre la fecha exacta del agotamiento de las reservas mundiales. Se trata de un gran desafío para la humanidad, dada la urgencia de buscar fuentes de energías alternativas y de cambiar nuestro modelo de vida de manera radical.
‟Vivimos en la era del petróleo”, plantea Jean Laherrère, presidente de la sección francesa de la Asociación para el Estudio del Auge del Petróleo y del Gas (Aspo) y ex-dirigente encargado de las técnicas de exploración en la empresa petrolera Total.
El petróleo es omnipresente en nuestra vida. La mayoría de lo que consumimos proviene del ‟oro negro”: plástico, medicamentos, cosméticos, fibras sintéticas… Sobre todo, dos ámbitos fundamentales dependen fuertemente del petróleo: la agricultura y los transportes. Vital para la vida cotidiana de los habitantes del planeta.
En agricultura, el petróleo permite producir el carburante que permite a la maquinaria que funcione y constituye la base de los abonos químicos y de los pesticidas utilizados en el campo. En promedio, entre un 25% y un 50% de los gastos de un agricultor son vinculados directamente con el petróleo, de ahí la correlación entre el precio de los productos alimenticios y del petróleo.
El petróleo permite la producción de nafta, necesaria en los transportes. Eso hace posible el despacho de la comida hasta los consumidores y los intercambios comerciales, base del sistema económico mundial.
Más del 80% de la energía consumida a nivel mundial procede de los hidrocarburos (energías fósiles): petróleo (primera fuente de energía), carbón y gas.
Así, el ‟oro negro” constituye el sistema sanguíneo de nuestra sociedad y de la economía mundial. Desde la Revolución Industrial, el desarrollo económico fue basado en la utilización sin límites de esta fuente.
Sin embargo, el petróleo es un recurso limitado y no renovable, ya que su formación necesitó millones de años. Ahora bien, no permite un crecimiento infinito, base del absurdo modelo económico actual.
‟CENIT PETROLERO”
Ya consumimos la mitad de las reservas mundiales de este mineral. Significa que alcanzamos el ‟cenit petrolero”, un concepto que viene de Marion King Hubbert, un geofísico americano. Es el momento en el cual se alcanza la tasa máxima de extracción de petróleo y tras el cual la tasa de producción declina hasta llegar al agotamiento.
Aproximadamente 60 países ya alcanzaron su peack de producción de ‟oro negro”, como Estados Unidos, Libia, Irán, Rusia, Canadá, Angola, Noruega, China, Qatar, Argelia, México, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, entre otros.
A nivel mundial, el mismo fenómeno ocurrirá. Nadie cuestiona esta evidencia. Los únicos desacuerdos entre especialistas conciernen en la fecha: ¿cuando alcanzaremos el cenit petrolero?
Los más pesimistas piensan que el cenit petrolero es inminente o que ya fue alcanzado. En general, son geólogos o ex-trabajadores de empresas petroleras, como Jean Laherrère.
En cambio, los más optimistas son los economistas, las naciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) y varias petroleras. Consideran que el fenómeno no ocurrirá antes de 2020 y se burlan de las tendencias al catastrofismo.
Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía (AIE) -tradicionalmente optimista- anunció que el peack fue alcanzado en 2008, lo que permite deducir que la situación no es un fantasma de personas pesimistas.
Hay desacuerdos sobre fechas porque son numerosas las incertidumbres sobre las reservas de ‟oro negro” que existen. Cada año, se descubren nuevos yacimientos (offshore, etc.). Sin embargo, encontrar nuevas reservas es más y más difícil.
Los optimistas piensan que el cenit petrolero será alcanzado más tarde, porque creen en los progresos de la tecnología para extraer el petróleo ‟no convencional” (arenas y pizarras bituminosas, offshore, etc.), cuya extracción es mucho más complicada que la del petróleo ‟convencional” (pozos petrolíferos). Sin embargo, la explotación del petróleo ‟no convencional” todavía tiene un costo financiero, energético y medioambiental considerable.
Si la demanda crece fuertemente -como es el caso con el aumento de la población mundial y el desarrollo de China, India o Brasil– las reservas deberían bajar rápidamente. Ahora bien, la demanda es mucho más fuerte que el petróleo descubierto cada año. Se calcula que las reservas corresponden a 40 años de consumo, al ritmo de consumo actual. Pero tenemos que revisar a la baja esta previsión, dado el creciente consumo.
NUEVA ERA DEL ‟ORO NEGRO”, FÁCIL Y BARATO
Sea cual sea la fecha exacta, el mundo afrontará una baja de la cantidad de petróleo y de las otras fuentes de energía no renovables (gas, carbón). Ya entramos en una nueva fase de la era del petróleo, caracterizada por el fin del ‟oro negro” barato y fácil.
Los precios son más altos, debido a la creciente escasez del petróleo ‟convencional”. Este fenómeno no tiene nada que ver con la política, como lo confirmó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un análisis publicado en mayo.
Esta situación desembocó en el desarrollo de la explotación del petróleo ‟no convencional”. Raúl Sohr, en su libro Chile a ciegas. La triste realidad de nuestro modelo energético (2012), confirma que hace diez años, el 3% del petróleo se extraía desde los fondos marinos, mientras que hoy es el 10%, con costos de explotación altos. Además, a medida que los últimos yacimientos serán explotados, será más difícil extraer el petróleo restante.
Las compañías petroleras, conscientes del problema, desarrollan estrategias para hacer frente al fin del ‟oro negro”. Jean Laherrère indica que la empresa Total, ‟después de las dos grandes crisis del petróleo de 1973 y 1979, invirtió mucho en la energía nuclear y solar, pero sin mucho éxito”.
TENSIONES GEOPOLÍTICAS EN EL MEDIO ORIENTE
Al nivel geopolítico, las tensiones deberían aumentar para controlar las zonas estratégicas, donde se quedará el petróleo. Actualmente, los dos tercios de las reservas mundiales están en el Medio Oriente. Según Raúl Sohr, quien ejercerá la hegemonía política y militar en esta región tendrá un alto grado de control sobre la economía internacional.
Varios analistas consideran que la guerra en Irak provocada por los EE.UU. es el primer eslabón de una serie de conflictos para controlar los últimos yacimientos, entre Occidente e Irán en particular.
Los estadounidenses ya están fortaleciendo su presencia militar en esta zona, en particular en el Golfo Pérsico y en el estrecho de Ormuz -donde más de un tercio del crudo mundial transita cada día- para garantizar sus aprovisionamientos.
Del mismo modo, China, cuyo consumo de ‟oro negro” aumenta fuertemente, cuenta con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), una asociación intergubernamental, para garantizar sus suministros.
Los más pesimistas afirman que conflictos mayores estallarán en las próximas décadas, asociados con la subida del precio del petróleo y la inflación, lo que podría desembocar en la aceleración de la desindustrialización, hambre debido a problemas en la agricultura, quiebras de varios Estados… Por supuesto, se trata del peor guión posible.
Pero la penuria de energía parece inevitable y la subida del precio del ‟oro negro” siempre fue asociada a recesiones, ya que el precio de los combustibles impacta al conjunto de la sociedad, siendo traspasado a todas las actividades económicas. En agricultura, ‟esto generará una reducción en la oferta de alimentos, generando alzas importantes en su precio. La seguridad alimentaria será una creciente preocupación”, explica Guillermo Donoso, profesor en la Universidad Católica (Departamento de Economía Agraria).
CARBÓN, ENERGÍA NUCLEAR Y GAS: ALTERNATIVAS NO DESEABLES
Frente al fin del petróleo, algunos especialistas consideran que las únicas fuentes de energía alternativas -si queremos seguir consumiendo al ritmo actual- son el carbón y la energía nuclear.
Todavía existen muchas reservas de carbón. Sin embargo, igual que el gas, contribuye aún más al efecto invernadero, y es un recurso no renovable, entonces alcanzará un pico de producción también más tarde. Entonces, no parece ser una solución razonable a la escasez de petróleo.
La energía nuclear permite producir mucha electricidad, etc. Pero para sustituir totalmente el petróleo, sería necesario construir de 70 a 300 reactores nucleares en el mundo cada año. Además del problema del financiamiento, del tiempo necesario para construir estas infraestructuras y de la gestión de los residuos radiactivos, es probable que la gente no quiera nuevas centrales cerca de su casa. De hecho, todos se recuerdan el accidente de Fukushima (Japón, 2011) o de Chernóbil (Ucrania, 1986).
Las energías renovables son las únicas fuentes limpias y que podemos utilizar a largo plazo, como la energía eólica, solar, hidroeléctrica, geotérmica, mareomotriz, la biomasa, los biocombustibles, undimotriz (u olamotriz)…
Sin embargo, las energías renovables no pueden compensar el fin del petróleo, por lo menos ahora, ya que son más caras y no pueden producir la misma cantidad de energía que la que consumimos actualmente, aunque se puede mejorar su explotación. Por ejemplo, la eólica y la solar representan solamente el 0,1% de la energía consumida a nivel mundial.
Además, se plantea el problema de la falta de inversiones para desarrollar las energías renovables. Así, en Chile, más del 70% del consumo proviene del petróleo, del gas o del carbón, comprados en el extranjero en su mayoría. Sohr indica que es paradójico, ya que ‟es uno de los países con mayores reservas de energías renovables no convencionales de todo el mundo” (geotérmica y solar).
Sin embargo, estos recursos casi no son explotados por los empresarios, debido a reducidas márgenes de rentabilidad. El Estado no las explota tampoco, prefiriendo destinar la mayor parte de su presupuesto a la Defensa (cerca de 5.000 millones anuales) que a ‟su mayor amenaza, la energética, a la que el Fisco asignó en 2012 el diminuto monto de siete millones, dirigidos a la AChEE” (Agencia Chilena de Eficiencia Energética). Raúl Sohr plantea que el papel del Estado es invertir en las energías renovables, ya que ‟los mercados no tienen estrategias de largo plazo”.
Los biocombustibles -desarrollados cuando existía una sobreproducción agrícola- son un ejemplo de los dilemas futuros. En el ámbito aeronáutico, parecen ser la única alternativa al petróleo actualmente. Alejandro Flores, quien trabajó durante tres años en el departamento Fuel Saving Strategies de LAN Airlines, lo confirma: “LAN investiga con biocombustibles, puesto que no contará con más petróleo fósil en el futuro”. Sin embargo, el rendimiento de los biocombustibles es escaso y las necesidades alimenticias de la humanidad deberían doblar para 2050. Entonces, la prioridad de la agricultura debería seguir siendo la producción alimenticia.
LA ‟GRAN OPORTUNIDAD” DE CAMBIAR UN MODELO DE VIDA
Así, ninguna fuente de energía es capaz de proporcionar una alternativa al fin del petróleo. Entonces, va a ser necesario vivir con menos energía y cambiar nuestro modo de vida de manera radical.
Según Sara Larraín, de la fundación Terram, el fin del petróleo significa ‟la crisis del sistema de la globalización”. Indica que “será un momento difícil, pero una gran oportunidad para poner fin a un modelo que ha destruido todo”. De hecho, el fin del petróleo permitirá reducir las emisiones de CO2, y así resolver el problema del calentamiento global.
Las políticas urbanas y de ordenación del territorio necesitan cambios profundos. En 30 años, la distancia media recorrida en auto desde el domicilio hasta el trabajo aumentó drásticamente. Es importante concebir ciudades acercando estos lugares, para disminuir el consumo energético.
La agricultura y la alimentación necesitan una visión diferente. Es urgente desarrollar una agricultura ecológica que utiliza de manera óptima y sostenible los recursos naturales, funcionando a una menor escala. Hay que renunciar al consumo de productos que recorrieron miles de kilómetros antes de llegar a nuestro país, y comprar productos locales.
El transporte es un sector clave, ya que depende del petróleo, aunque se desarrollan los autos eléctricos o que funcionan con hidrógeno.
En el ámbito aeronáutico, parece absurdo construir nuevos aeropuertos, ya que el tráfico aéreo debería bajar. Los biocombustibles constituyen la única alternativa ahora, pero tienen límites. Pero Alejandro Flores es optimista: “En el futuro, habrá otro combustible”.
A nivel mundial, existe una red llamada ‟comunidades de transición”, para hacer frente a los desafíos del cenit petrolero y del cambio climático. Es un movimiento popularizado por el inglés Rob Hopkins en 2006, en la ciudad de Totnes (Inglaterra). Ya cuenta con miembros en todo el mundo. El objetivo es desarrollar la resiliencia local, es decir, la capacidad de las comunidades de soportar perturbaciones exteriores (el fin del petróleo en el mundo), con la reconstrucción de la economía y de la vida al nivel local.
Se trata de fomentar el consumo de productos locales y de temporada, de compartir huertos en la ciudad -reforzando las relaciones sociales- de incitar el uso de la bicicleta, de los transportes públicos, el reciclaje. En varias ciudades en “transición”, una moneda local fue creada, paralela a la divisa nacional y canjeable en tiendas locales, para conservar la plata y potenciar el consumo al nivel de la ciudad.
Estos desafíos son una gran oportunidad para la humanidad. Como Sara Larraín lo plantea, ‟el ser humano va a reconectarse con el planeta”. Una vida con menos energía puede constituir un progreso, gracias al desarrollo de un modo de vida sostenible, basado en la sobriedad energética.
Para Raul Sohr, este cambio de paradigma generará empleos calificados en el ámbito de las energías renovables y será necesario explorar los recursos disponibles para “conquistar la mayor autonomía energética”.
Una fuerte voluntad política es importante para impulsar esos cambios y romper con la negación de la situación que prevaleció hasta ahora por parte de los dirigentes. Sin embargo, el cambio puede venir de los ciudadanos también, como lo hemos visto con la iniciativa de las ‟comunidades de transición”.
Por Chloé Lauvergnier
El Ciudadano Nº133, segunda quincena septiembre 2012