A pocos días de las elecciones municipales, la discusión al interior de la izquierda en el país se “radicaliza” en torno principalmente a dos propuestas, girando la discusión en si se participa el 28 de octubre apoyando la apuesta del Partido Comunista o del Partido Igualdad –y sus respectivos aliados-, o no.
Ambas posturas terminan siendo caricaturizadas, en una discusión entre sordos que se articula en un problema que en mi opinión, es meramente secundario: si se vota o no en estas elecciones. Sin embargo, el centro del problema que enfrenta la izquierda no es si se vota o no –un tema meramente táctico, en una coyuntura muy específica- sino que se encuentra en la discusión estratégica a mediano plazo, en la propuesta de construcción de programa, en la política de alianzas y en la lectura del Estado que se realiza, y que se traduce luego en una apuesta electoral –y en otras apuestas complementarias-.
De esta forma, lo que hay que discutir no es si vamos o no a la “fiesta de la democracia” sino cual es la apuesta política, cual es la alternativa que se desprende de las posturas en torno a las elecciones municipales que se avecinan y las presidenciales y parlamentarias del próximo año.
Es por eso que antes de cualquier cosa, se hace necesario revisar cuál es el escenario concreto en el que estamos, cuales son las condiciones en las que está el movimiento popular y la izquierda, para recién ahí intentar dilucidar cuáles son las tareas fundamentales que enfrentamos y de qué manera podemos avanzar en ese camino.
Es indudable que desde hace varios años se han vivido en el país una serie de potentes movilizaciones sociales, que van desde organizaciones sindicales –como los subcontratistas del cobre, forestales, salmoneros, del comercio, portuarios y un largo etc.– hasta protestas estudiantiles o medioambientales, por la vivienda u otros temas. También es claro que la movilización callejera se ha reinstalado como una herramienta clave a la hora de pelear reivindicaciones por los sectores populares, alcanzándose niveles de participación impensables el 2010, como fueron aquellas multitudinarias marchas con más de 200 mil personas en Santiago el año pasado. Incluso el nivel de las demandas ha dado un salto adelante, posicionándose exigencias que cuestionan de manera profunda al modelo en diferentes aspectos.
Pero no hay que engañarse. No estamos ante un escenario en el que los sectores populares toman la ofensiva política, sino más bien ante una nueva oportunidad de culminar el proceso de reorganización del movimiento popular luego de las derrotas de los 70 y 80, y de su desmantelamiento progresivo en los 90 por parte de la Concertación.
Si bien se ha logrado avanzar en masividad ante problemáticas específicas como el conflicto educacional o ambiental, lo cierto es que los niveles de politización de las organizaciones sociales son bajos aún, sin mencionar que tenemos que enfrentar un país en el que el organizarse es una labor titánica, sobre todo en el mundo del trabajo.
Es en ese escenario que el Partido Comunista levanta su tesis del “Gobierno de Nuevo Tipo”, apuntando a la construcción de una nueva mayoría gracias al tensionamiento de la Concertación desde la izquierda, y la generación de un nuevo marco programático que permita abrir espacios para las demandas populares más urgentes, en el marco de un proceso de democratización del Estado de cara a las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2013. Esa apuesta se ha traducido en la generación de ciertos acuerdos con el PRSD, el PPD y la nueva “Izquierda Ciudadana” y en un pacto electoral para las elecciones municipales, en medio de una campaña para sacar a la derecha de los gobiernos comunales.
Frente a esta propuesta estratégica de construcción a mediano plazo, me parece que es necesario darle una vuelta a dos obstáculos que hoy impiden que dichos objetivos se cumplan, a pesar de las intenciones de quienes respaldan esa postura.
Indudablemente la institucionalidad que tenemos en el país en este momento restringe de manera radical los niveles de participación que tienen los sectores populares en la toma de decisiones en el Estado, en todos sus niveles. El sistema binominal le asegura a los dos grandes conglomerados del bloque en el poder (Concertación y Alianza por Chile) posiciones preferentes para asegurar sus privilegios en el aparato estatal, limitando de manera radical los márgenes de maniobra de una alternativa electoral desde la izquierda.
Las leyes que rigen las municipalidades y las juntas de vecinos también restringen de manera amplia la capacidad que tienen las organizaciones de base de participar en la toma de decisiones, lo que sumado al elemento planteado recién y a la debilidad clara y manifiesta de la izquierda chilena en general -su inmadurez política, orgánica y programática- impiden el pasar más allá de poder realizar una buena gestión administrativa en los municipios u otras instancias similares.
Pero no es solamente la institucionalidad autoritaria el único obstáculo que se le presenta a la alternativa electoral desde la izquierda el poder avanzar en la realización de transformaciones que le abran el camino a las demandas del campo popular. La falta de espacios de maniobra debido al binominal y a la debilidad política de la izquierda obligan a cualquier proyecto que apueste por lo electoral y que pretenda, como lo hace el PC, generar una posición de mayoría al interior del parlamento, avanzar en acuerdos con algún sector del bloque en el poder.
Y aunque se comprenda la intención del Partido Comunista de forzar un acuerdo programático con parte de la Concertación y la izquierda -fundamentalmente quienes hoy forman parte de Izquierda Ciudadana- lo cierto es que los partidos tradicionales han dado incontables ejemplos de por qué, a pesar de lo que pueda decir un documento programático que firmen, sencillamente no se puede confiar en ellos. La actuación de los parlamentarios del bloque concertacionista tanto en la discusión de la ley de pesca, la ley Hinzpeter y el ajuste tributario del gobierno, así como en varios gobiernos municipales frente al movimiento secundario –La Pintana cerrando liceos municipales, en San Miguel reprimiendo a quienes se movilizan, por citar dos ejemplos- demuestran no sólo su nula disposición de apoyar las demandas populares, sino también sus profundos vínculos con el negocio educativo y el modelo en general.
Finalmente, es claro que cualquier pacto que se firme junto a parte de la Concertación buscando avances programáticos va a tener a la izquierda en su conjunto como una fuerza subordinada, debido a la debilidad del mismo movimiento popular, que recién comienza a salir del estado de desorganización en el que se sumergió luego de las derrotas de los 70 y 80, y el proceso de desmantelación que desarrolló la Concertación durante los 90.
Frente a esta situación se hace aún más urgente profundizar el debate y la discusión en torno al punto que abre este pequeño artículo: la discusión estratégica de construcción al interior de la izquierda que apuesta por una salida revolucionaria. Las movilizaciones que se han desarrollado desde la mitad de la década pasada -subcontratistas del cobre, portuarios, forestales, salmoneros, regionales en Punta Arenas, Aysén, Calama, medioambientales, estudiantiles y de pobladores entre otras- dan cuenta de un incipiente proceso de rearticulación popular. Urge en ese sentido abrir espacios de construcción programática que permitan acumular esos avances, fortaleciendo una alternativa de clase que permita quebrar con el cerrojo institucional que fortalece la posición de la Concertación y la Alianza, generando las condiciones para el surgimiento de propuestas reivindicativas multisectoriales que cuenten con la fuerza movilizadora para realizar transformaciones reales paralizando la producción, y sentando las bases para ulteriores avances desde una perspectiva popular.
En estos momentos es la izquierda de intención revolucionaria la que tiene el mayor desafío por delante. El Partido Comunista tiene clara su apuesta estratégica de construcción y cuáles son los argumentos en los que esa apuesta se levanta, mientras que el resto de la izquierda no ha sido capaz de superar un estadio básico de consignas antielectorales. Sin desmerecer el esfuerzo de quienes hoy apuntan a golpear a los partidos del bloque en el poder a través de la crítica al voto, la discusión política real, que permitirá en los próximos años el desarrollo de una alternativa real desde la izquierda, entroncada en la construcción de poder popular, continúa vacía de contenido debido más que nada, a la propia incapacidad de las organizaciones de la izquierda para nutrirla y desarrollarla.
Por Felipe Ramírez
Secretario General de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Fech
Publicado en Perspectiva Diagonal