A la espera de un salvoconducto para refugiarse en Ecuador, el fundador de Wikileaks escribió una apresurada autobiografía que cuenta cómo un niño australiano terminó siendo el enemigo informático Nº 1 de Estados Unidos. El relato es un vívido recuento de sus incursiones como hackers, la construcción del andamiaje de la red que ha visibilizado lo más oscuro de la política, sus encuentros y desencuentros con los grandes medios masivos y el sueño de transparencia global tras WikiLeaks.
A veces las historias tienden a confundirse con sus protagonistas. Es el caso de Julian Assange y Wikileaks, un proyecto que formateó en sus fronteras las posibilidades de Internet para el libre flujo de información a la par que desconfiguró el atávico secretismo de las prácticas de poder, hoy hecho global. En la autobiografía no autorizada ‘La verdad amordazada’, el protagonista de esta historia nos cuenta como un niño de un pueblo australiano terminó por convertirse en un enemigo prioritario del gobierno de Estados Unidos.
El libro lo empezó a escribir Assange un mes después de difundirse los Cablegates , revelación de miles de cables de las embajadas norteamericanas repartidas por el mundo, por encargo de Cannongate Books. Pese a que a mitad de camino, el fundador de Wikileaks desistió de seguir, la editorial lo publicó de igual forma argumentando que había pagado lo acordado.
La autobiografía editada por Catalonia en Chile comienza en diciembre de 2010, cuando Assange es confinado en la prisión de Wandsworth, la misma en que hace ya más de cien años cayó preso Oscar Wilde. Tras haber ideado junto a varios otros hackers del planeta una plataforma que dio a luz datos secretos de bancos, ejércitos y gobiernos poderosos sus pertenencias personales eran un lápiz y 250 libras esterlinas.
El preso A9379AY nos cuenta su infancia en North Queensland, Australia, la influencia de su madre actriz ambulante y contraria a la guerra de Vietnam y una huida permanente de un obsesionado miembro de una secta que mezclaban cristianismo con LSD. También su temprano contacto con los computadores, que marcó a toda una generación que prefirió quedarse horas descifrando códigos, desarmando tarros y crackeando códigos a la par que aprendían de política desde el conocimiento compartido. “La idea de que el inconformismo es la única pasión verdadera que vale la pena que gobierne tu vida”- fue una máxima que imprimió al pequeño Assange.
Vinculado al movimiento okupa en Melbourne, vemos después al fundador de Wikileaks desarrollando un software que rastreaba modems; vinculándose con hackers de otros países que habían descifrado el sistema informático X.25, usado en los ’80 por los países para guardar su material militar clasificado; o inmiscuyéndose a distancia cuando todos dormían en los computadores del 8º Grupo de Mando del Pentágono. “Hackear era para mí como mirar un cuadro. Contemplas la tela, los logros del pintor, el movimiento de la pintura, el dibujo de los temas”- explicita Assange a lo largo del libro. Su nombre virtual era Mendax
A comienzos de los ’90 lo vemos participando en reuniones virtuales ciberpunks, donde discutían de política, filosofía y matemáticas. Pronto conciben que la criptografía era un arma poderosa para enfrentarse con gobiernos y grandes corporaciones. Es la época en que el matemático Timothy May redacta el “Manifiesto criptoanarquista” y en el barrio de Fitzroy, Melbourne, los squatters (okupas) creaban un sindicato e instalaban una oficina para dar información sobre edificios deshabitados y preparaban la abertura de la casa. “Funcionábamos igual que un agente de propiedad inmobiliaria, pero sin cobrar nada, ya que sólo actuábamos por el bien de la comunidad”- recuerda Assange de aquella época.
Tras estudiar Física en la universidad, motivado por la mecánica cuántica, la que para Assange es la teoría del cambio, en 2006 Wikileaks da sus primeros balbuceos. Y lo hace en una casa de un barrio de Melbourne, cuyos okupantes molestos por el ruido del tráfico de autos de la calle vecina hackearon el semáforo dejándolo en una luz verde ininterrumpida. El 4 de octubre de ese año, Assange inscribe el dominio Wikileaks.org,
Los primeros documentos filtrados son en diciembre de 2006 dan cuenta de una conspiración islámica en Somalia. Casi un año después publican el listado de todos los pertrechos militares llevados por Estados Unidos a Irak, el manual del centro de detención Guantánamo y el informe de US Army sobre la batalla de Faluya, ataque efectuado para complacer a Donald Rumsfeld y que provocó más de 600 víctimas civiles, entre ellas muchos niños.
La revelación que lanzaría a Wikileaks a la fama y provocar que el Pentágono creara un equipo de unas 120 personas dedicadas exclusivamente a desarticular WikiLeaks fue la difusión del video Collateral Murder, el que registró las imágenes de un helicóptero militar que muestra como jóvenes soldados norteamericanos sedientos de apretar un botón cual si fuese un juego de video, asesinan con balas de 35 mm. a un grupo de civiles, entre ellos niños y periodistas, en un barrio de Irak. El video no sólo mostró lo que el Ejército norteamericano siempre había negado, sino que también provocó la detención (hasta hoy) de un joven soldado, Bradley Manning, que copio en un CD rotulado como Lady Gaga las imágenes para mostrarlas al mundo.
También están relatadas tras bambalinas las peripecias de Assange al trabajar con The New York Times y The Guardian para la publicación de los Diarios de Afganistán e Irak.
El libro es un relato vívido de un momento de inflexión en las formas de hacer periodismo. El viejo periodismo del ego alimentado por el golpe noticioso, de la exclusividad y, sobre todo, de la dependencia a los poderosos; comienza a ser socavado por un físico cuyos conocimientos informáticos lo hacen crear junto a otros muchos una red de recepción de información global para que se sepan las confidencias que los poderosos quieren ocultar. “Nos enfrentábamos oficialmente contra el poder del viejo orden, contra sus presunciones, contra su capacidad de silenciar a la gente, de instigarle miedo”- comenta Assange.
La ambición de los periodistas por la exclusiva en el Cablegate también es retratada por Assange, quien en varias ocasiones manifiesta su repulsión por los profesionales de afamados medios que prefieren su nombre firmando una primicia antes que tener debidamente protegidas las fuentes y cotejado los datos con severidad.
En la tradición de Daniel Ellsberg, quien difundió e los ’70 los papeles del Pentágono, Assange además cuenta las técnicas habituales de los medios par bajarle el perfil, tergiversar o desviar el foco de la información pura.
El autor no podía dejar de contar pormenorizadamente el caso de las acusaciones de supuesta violación que lo mantienen con una orden de extradición a Suecia. Acusado por periodistas de “violador”, da cuenta de cómo un par de mujeres se enredaron durante varios días con el fundador de Wikileaks, se tomaron fotos, asistieron a su charlas y después acusan que no quiso hacerse un test de ETS para montar un juicio cuyo destino todo hace suponer que es Estados Unidos, donde en mayo de 2012 se abrió un juicio en su contra por infracciones a la Ley de Espionaje, entre otras.
Hoy Assange está refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres, país que solicitó un salvoconducto para que pudiese viajar a Latinoamérica en calidad de asilado. Tras el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa están cuadrada Unasur. En su contra Estados Unidos, Gran Bretaña y los bancos.
Acusado por un congresista norteamericano de ser el jefe de una “organización terrorista”, llamado a ser asesinado en una carta publicada por un prestigioso diario del mismo país y acusado por Sarah Palin de que es “un activista antinorteamericano cuyas manos están manchadas de sangre”
La “organización terrorista” ha difundido cosas como sin proceso judicial alguno eran incluidas personas en la lista del Task Force 373, unidad de las fuerzas especiales norteamericanas en Afganistán, que mantenían un listado de 2 mil personas para ser asesinadas en ataques sorpresa; o que eran 15 mil víctimas civiles más de las estimadas los ‘daños colaterales’ dejados por las fuerzas de ocupación en Irak.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
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