A días de las municipales 2012. Ha llegado un momento largamente esperado por los actores políticos. De hecho, analistas y políticos convirtieron esa fecha en un hito que divide el tiempo político en un antes y un después. Los aspectos que se resuelven están relativamente claros; relación política y ciudadanía, candidaturas presidenciales, re-posicionamiento partidario, evaluación de los actores político –gobierno y oposición- y redefinición de la post-Concertación.
Sin embargo, la incertidumbre –relativa- tiene que ver con los resultados que se van a producir el próximo domingo; que van a definir de modo fundamental lo que ocurra con los aspectos a resolver en las post municipales. ¿Quién va a ganar las municipales? es la gran incógnita.
Relación política y ciudadanía. El Chile de hoy está cruzado por una proto crisis institucional y un malestar social-ciudadano; entonces, este diagnóstico ¿se va expresar en términos electorales? Del mismo modo, ¿qué nivel de abstención electoral se va manifestar?
La respuesta a esta pregunta se realiza –en un primer momento- a través de la abstención electoral. Las últimas semanas hemos visto una preocupación en la clase política que estima que en estas elecciones la abstención será alta. Este hecho, por tanto, ratificaría el diagnóstico de que en Chile hay un malestar al alza; la funa al proceso electoral por parte de unos adolescentes, los datos que arrojan diversas encuestas, el llamado de dirigentes universitarios a participar, los intentos del Gobierno por facilitar el derecho –locomoción gratis, carnet vencido, campañas comunicacionales- y el debate en torno a lo poco conveniente que fue impulsar el voto voluntario, son las señales que estarían dando cuenta que la abstención sería alta.
Respecto a las participación y a la abstención electoral hay que observar los siguientes antecedentes para plantear una hipótesis que articule teoría y realidad política. En primer término, la abstención histórica desde el ’89 en el plano presidencial, parlamentario y municipal ha ido aumentando entre una y otra elección. En efecto, a nivel presidencial y parlamentario entre el ’89 y el 2009 se pasó –en ambas elecciones- del 5,3% al 12,3%. A nivel municipal se pasó entre el ’92 y el 2008 del 10,2% al 14,3%. Mientras a nivel nacional el alza en la abstención es de siete puntos porcentuales; a nivel local, es de cuatro puntos porcentuales.
En segundo lugar, el promedio histórico a nivel presidencial, parlamentario y municipal es del 9,8%, 10,8% y 12,7% respectivamente. Se observa, por tanto, que la elección municipal es la que muestra los mayores niveles de abstención. En tercer lugar, si el análisis lo hacemos en perspectiva temporal vemos que en los tres niveles hay un alza sostenida y sistemática. A nivel municipal en el ’92, ’96, 2000, 2004 y 2008 la abstención llega al 10,2%, 12,3%, 12,4% 14,2% y 14,3% respectivamente.
¿Qué va suceder en estas municipales con la abstención? La respuesta hay que contextualizarla en términos de cuatro elementos: a) que la coyuntura está cruzada por una “crisis en la política” expresada en un creciente malestar, b) que el padrón electoral a nivel municipal aumenta en 5,3 millones de electores respecto a 1992 y en 5,5 millones en relación al 2008, c) que el voto es voluntario –lo que es sumamente relevante- y d) que los nuevos electores, son principalmente jóvenes que no sólo son los que más distancia tienen con la política, sino también los que no distinguen entre democracia y dictadura.
Todos estos antecedentes nos llevan a plantear la hipótesis que en esta elección va seguir aumentando la abstención. Me atrevo a plantear que oscilará en torno al 35%. Quizás quede corto. Sin duda, un alza muy significativa. No obstante, ¿cuidado con las interpretaciones?
En efecto, este hecho se debe a la coyuntura de desconfianza hacia la política, al nuevo padrón electoral y al voto voluntario: ¿Cómo aislar cada una de estas variables y determinar cuál de ellas está influyendo de modo más decisivo en las cifras de abstención que se proyectan?
A mi entender, la variable “crisis en la política y el malestar social-ciudadano sólo aumentarían la abstención del 14% –de la última elección- al 18%-20%. Por tanto, el gran aumento se explica por el padrón y el voto voluntario. En efecto, el nuevo mapa electoral no sólo incorpora a sectores que anteriormente no estaban inscritos y que probablemente seguirían en esa situación –y que, por tanto, sus motivaciones para no participar siguen intactas-, sino también a segmentos jóvenes de la sociedad que son los que muestran mayor distancia con la política.
Estas cifras, por tanto, son un indicador más de la “crisis en la política”. No obstante, no deben entenderse como una profundización de la misma. No olvidemos, que la abstención en las municipales de 1971 es del 25%.
Evaluación Gobierno y Coalición. Los resultados electorales ¿van a reflejar los bajos niveles de aprobación y los altos niveles de des-aprobación del Gobierno? La relación entre las cifras de aprobación y los datos concretos en elecciones es compleja; principalmente, cuando se pretende proyectar los primeros sobre los segundos. La transición de los resultados no es mecánica ni directa. La realidad es siempre más compleja; y la opinión-decisión, mucho más trascendente. En esa dirección, el oficialismo en términos de tendencia mantendrá su votación promedio en alcaldes y concejales con una leve baja que la sitúa en torno al 35% -con un intervalo de error del 2%-.
Con la oposición-Concertación pasará algo similar. Sus niveles de aprobación no tendrán nada que ver con sus resultados en las urnas. En efecto, sus cifras serán similares a su promedio de las dos últimas elecciones –con el PC incluido- y se instalará en torno al 43% en alcaldes –con un intervalo de error del 2%-. En los concejales sumando los dos sub-pactos que hay en su interior su resultado final oscilará en torno al 50% -con un intervalo de error del 2%-. A nivel del número de alcaldes en general y de las comunas emblemáticas en particular se dará la mayor batalla; y es, donde se pueden marcar diferencias y proyectar resultados.
A nivel presidencial los resultados municipales no permitirán sacar conclusiones definitivas. De hecho, independientemente del resultado de la Concertación o post-Concertación, el apoyo ciudadano a Bachelet se mantendrá intacto. Sin duda, este escenario sólo contribuye a fortalecer su opción. En el oficialismo, sólo un baja significativa en sus apoyo –lo que no va a ocurrir- podrá debilitar su opción presidencial. Finalmente, el que más gana o pierde con los resultados municipales es MEO y los pre candidatos de la DC.
Re-posicionamientos partidario. Lo que ocurra en materia electoral será decisivo para los próximos movimientos de los partidos. No obstante, en cada coalición existen dinámicas propias. En general, no sólo se evaluará la mesa de cada partido, sino también se proyectará el resultado para el próximo diseño de la plantilla parlamentaria y las decisiones finales en materia presidencial. Mientras que para la derecha el tema es más relevante para el desenlace de su abanderado presidencial, para la oposición está en juego su proyecto unitario y los frágiles equilibrios internos.
Finalmente, ¿quién gana las elecciones? Es habitual que los políticos conviertan una derrota en una victoria. Lo hemos visto cada vez que termina una elección y emergen declaraciones desde todos los sectores en el sentido de que de una u otra manera se “sienten ganadores”. Las municipales son propicias para esta situación. En efecto, se definen a lo menos cinco escenarios de competencia: quién tiene más votos en alcaldes, quién tiene más votos en concejales, quién tiene más alcaldes, quién tiene más concejales y quién gana en las comunas emblemáticas. Sigamos: quién gana en las capitales regionales, quién gana en las comunas más pobladas, quién controlará-gobierna más habitantes, quién controla más recursos municipales, etc. Siempre existirá un motivo para celebrar.
Sumando y restado la oposición unida le va ganar al oficialismo en todos los partidos. No obstante, los grandes ganadores serán los abstencionistas. Lamentablemente –para ellos-, este sector no compiten por controlar el Estado.
Por González Llaguno