El resultado de las municipales será la oportunidad para evaluar el estado de la “crisis en la política” y el malestar social-ciudadano que recorre Chile. Entonces, este diagnóstico ¿se va a expresar en términos electorales? y si es así, ¿de qué manera?
La respuesta a esta pregunta se realiza –en un primer momento- a través de la abstención electoral. Las últimas semanas hemos visto una preocupación en la clase política que estima que en estas elecciones la abstención será alta; la funa al proceso electoral por parte de unos adolescentes, los datos que arrojan diversas encuestas, el llamado de dirigentes universitarios a participar, los intentos del Gobierno por facilitar el derecho –locomoción gratis, carnet vencido, uso del pasaporte, campañas comunicacionales- y el debate en torno a lo poco conveniente que fue impulsar el voto voluntario, son las señales que estarían dando cuenta que la abstención sería alta.
La abstención electoral hay que observarla en tres dimensiones: las cifras que se viene manifestado desde el ’89, la comparación con los que ocurría en el Chile pre ’73 y con la experiencia de otras democracias. Esta perspectiva permite entender la coyuntura actual sin el dramatismo que se le atribuye.
En primer término, la abstención histórica desde el ’89 en el plano presidencial, parlamentario y municipal ha ido aumentando. A nivel presidencial y parlamentario entre el ’89 y el 2009 se paso del 5,3% al 12,3%; y a nivel municipal entre el ’92 y el 2008 del 10,2% al 14,3%.
El promedio histórico a nivel presidencial, parlamentario y municipal es del 9,8%, 10,8% y 12,7% respectivamente. Se observa, por tanto, que la elección municipal es la que muestra los mayores niveles de abstención. En tercer lugar, si el análisis lo hacemos en perspectiva temporal vemos que en los tres niveles hay un alza sostenida y sistemática. A nivel municipal en el ’92, ’96, 2000, 2004 y 2008 la abstención llega al 10,2%, 12,3%, 12,4% 14,2% y 14,3% respectivamente.
Comparativamente con lo que ocurre en el Chile pre ’73 se trata de cifras relativamente bajas. De hecho, la abstención en las municipales del ’63, del ’67 y de 1971 es del 22%, 25% y 26% respectivamente. Incluso, la experiencia internacional muestra –nuevamente- que se trata de cifras que no debieran generar alarma. No obstante, desde los noventa la abstención ha ido aumentando de manera significativa. En Francia en los últimos comicios superó el 40%, en Grecia llegó al 38%, en España al 30% y en Argentina al 30%.
¿Qué va a suceder en estas municipales? Hay que considerar cuatro elementos: a) que la coyuntura está cruzada por una “crisis en la política” expresada en un creciente malestar, b) que el padrón electoral a nivel municipal aumenta en 5,3 millones de electores respecto a 1992 y en 5,5 millones en relación al 2008, c) que el voto es voluntario –lo que es sumamente relevante- y d) que los nuevos electores, son principalmente jóvenes que no sólo son los que más distancia tienen con la política.
Todos estos antecedentes nos llevan a plantear la hipótesis que en esta elección va a seguir aumentando la abstención. Me atrevo a plantear que oscilará en torno al 35%-40%. Sin duda, un alza muy significativa. Pero, ¿cuidado con las interpretaciones?
En efecto, este hecho se debe a la coyuntura de desconfianza hacia la política, al nuevo padrón electoral y al voto voluntario. Sin embargo, ¿cómo aislar cada una de estas variables y determinar cuál de ellas está influyendo de modo más decisivo en las cifras de abstención que se proyectan?
A mi entender, la variable “crisis en la política y el malestar social-ciudadano sólo aumentarían la abstención del 14% –de la última elección- al 18%-20%. Por tanto, el gran aumento se explica por el padrón y el voto voluntario. En efecto, el nuevo mapa electoral no sólo incorpora a sectores que anteriormente no estaban inscritos y que probablemente seguirían en esa situación, sino también a segmentos jóvenes que son los que muestran mayor distancia con la política.
Las cifras aumentan si incorporamos el voto no partidario –“voto castigo o inconformista”- que suma la abstención, nulos y blancos. Respecto de estos últimos las cifras muestran que entre el ’89 y el 2009 a nivel presidencial aumentan del 2,5% al 4% y a nivel parlamentario del 5% al 9%. A nivel municipal –entre el ’92 y el 2008- del 9% al 12,4%. Nuevamente, vemos que son más altas en las elecciones locales y que tampoco son tan profundas. Si los sumamos con la abstención las cifras muestran que entre el ’89 y el 2009 a nivel presidencial aumentan del 7,6% al 15,8% y a nivel parlamentario del 10% al 20%. A nivel municipal –entre el ’92 y el 2008- del 18% al 25,4%.
Con tales cifras, la “interpretación de crisis” se ve facilitada y fortalecida. Más aún, si se proyectan a lo que ocurrirá en estas elecciones. Los abstencionistas –y el “voto protesta”-serán los grandes ganadores de la jornada democrática. Sin embargo, no debe entenderse como que el diseño institucional del país se está cayendo a pedazos. Pero, como ocurre en política su triunfo será breve y se transformará en una derrota. Los ganadores no están en la política.
Es “casi natural” abstenerse o hacerlo nulo/blanco si en la esfera de la política ya no se definen los proyectos colectivos. Los grandes ganadores, por tanto, serán el mercado y la empresa.
Por González Llaguno