Un grupo de científicos del Instituto de Investigación Polar de Corea desarrollaron un estudio para determinar cómo algunas especies acuáticas son capaces de sobrevivir en las inclementes temperaturas bajo cero de la Antártida.
En el informe, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, presentaron el genoma del pez de hielo austral o draco antártico “Chaenocephalus aceratus”, un extraordinario ejemplar que habita en este ambiente marino, el más frío de la tierra, lo que podría ayudar a comprender por qué se han desarrollado estas adaptaciones extremas.
En sus descubrimientos, los expertos encontraron que este pez carece de glóbulos rojos en funcionamiento, que generalmente son los responsables de transportar el oxígeno.
A cambio, poseen un corazón de gran tamaño, con un potente sistema vascular y glucoproteínas que funcionan como anticongelantes en su sangre y puede sobrevivir en temperaturas inferiores a cero grados centígrados (°C). Hoy, la temperatura promedio del agua en la región rondan los -1,67°C.
Si un humano tuviera todos estos rasgos, un médico probablemente concluiría que padece una enfermedad o trastorno. Sin embargo, las características de esta especie son esenciales para la supervivencia de los peces de hielo.
Los Chaenocephalus aceratus son los únicos vertebrados que carecen de genes de hemoglobina funcionales.
«Los peces de hielo desarrollaron mecanismos que parecen compensar la pérdida de proteínas que se unen al oxígeno, incluidos los corazones enormes con un mayor volumen de golpes en relación con el tamaño corporal, los sistemas vasculares mejorados y los cambios y morfología (estructura corporal)», explican los autores en el estudio.
A partir de allí, los científicos identificaron procesos que ocurrieron hace 77 millones de años y encontraron genes que contribuyeron a la adaptación evolutiva al frío.
Los investigadores mapearon 30.773 de los genes de los peces, completando su genoma, el conjunto completo de material genético en un organismo, según un estudio.
El mapa apunta a los genes que se adaptaron o desaparecieron a medida que los peces se aclimataron a las crecientes concentraciones de oxígeno cuando el Océano Austral se enfrió a la temperatura promedio actual de -1,67°C.
«El genoma del pez de hielo ofrece un elegante modelo natural para facilitar la exploración de las contribuciones genómicas a una amplia gama de características evolutivas, ecológicas, metabólicas, de desarrollo y bioquímicas de los peces antárticos, ya que se adaptaron a las temperaturas extremadamente bajas, altos niveles de oxígeno y la muy fluctuante duración del día de la Antártida», afirman los científicos.
Según un coautor del estudio, John Postlethwait, de la Universidad de Oregon, investigar el genoma del pez de hielo podría tener implicaciones para nuestro conocimiento del cuerpo humano.
«Comprender cómo surgieron estos rasgos a lo largo del tiempo evolutivo en el pez de hielo puede ayudarnos a apreciar cómo los rasgos similares: pérdida de hueso, disminución de la capacidad para producir células sanguíneas, problemas del sistema circulatorio, obesidad, surgen en humanos envejecidos a lo largo del tiempo de desarrollo«, comenta.
Según el estudioso, las numerosas adaptaciones, que también incluyen la capacidad de fabricar proteínas anticongelantes, hacen que el pez de hielo sea digno de un estudio más extenso y de comparaciones con la salud humana.
«Ahora podremos explotar este genoma para aprender cómo los peces desarrollaron estos rasgos aparentemente patógenos en su beneficio», dijo.
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