Sus delirios en el escenario eran tan impresionantes como el tono de su voz. Era habitual en sus presentaciones que se arrancara la peluca, atacara al pianista y tirara sus joyas y zapatos al público.
Con ese estilo particular, incontrolable y estrafalario Lupe Victoria Yolí Raymond, mejor conocida como La Lupe, marcó la historia de la época dorada de la salsa, y gracias a ella fue conocida como “The Queen of Latin Soul”.
Este 28 de febrero se cumplen 27 años del fallecimiento de la artista nacida en Santiago de Cuba en 1939.
Lupe Victoria cultivó desde pequeña la ambición de ser cantante, pero al igual que Celia Cruz, cursó estudios de maestra antes de lanzarse en los clubes nocturnos de La Habana con Los Tropicuba, un trío que integraba junto a su primer esposo, cuenta en una biografía breve el experto en música y ritmos caribeños Ernesto Lechner.
“Ya como solista y antes de emigrar a Estados Unidos en 1962, La Lupe causó sensación en Cuba por dos razones: primero, los obvios atributos de su voz, que brillaba con igual fulgor en tórridos boleros y alegres guarachas. Segundo, por su peculiar costumbre de entrar en una especie de trance sobre el escenario”, afirmó Lechner en un artículo publicado por el portal AARP.
“La Lupe fue un enigma, un ataque de nervios. Diva incontrolable y también una de las cantantes más expresivas del género afrocaribeño. Tuvo una voz privilegiada, y lo que más sorprende —más allá de las actitudes estrafalarias que la transformaron en leyenda— es la ternura que imprimió a grandes temas de su cancionero como Puro teatro y Qué te pedí.”
Explicó Ernesto Lechner que durante la década del 70 La Lupe fue eclipsada por “la otra reina” de la música tropical, Celia Cruz. Pero hasta el día de hoy, su discografía— perteneciente al imperio de la Fania— sorprende con su variedad y elegancia.
“La Lupe era una cosa increíble”, señaló Juan Moreno-Velázquez, profesor universitario y autor de la aclamada biografía Desmitificación de una diva: La verdad sobre La Lupe. “Tenía una de las mejores voces y la habilidad de interpretar cualquier género musical”.
De la noche a la mañana “se transformó en una tormenta de pasión para el público cubano”, explicó el académico y biógrafo.
“Sobre la tarima, La Lupe se arrancaba la peluca, atacaba al pianista y tiraba sus joyas a la gente. Esa locura era parte de su ritual”.
Cuenta la historia que el cantante y director de orquesta Pete Bonet conoció a La Lupe cuando trabajaba en Nueva York con el grupo del ilustre conguero cubano Mongo Santamaría.
“Estábamos tocando en un club de jazz cuando llegó Mongo y me dijo: te voy a presentar a una muchacha que va a cantar con nosotros, para que le enseñes los coros”, recordó Bonet.
“La Lupe acababa de aprender inglés, pero le enseñé la pronunciación y casi no se le oía el acento cuando cantaba en inglés. Después la descubrió Tito Puente y se la llevó rápidamente para su orquesta”.
La primera colaboración entre Puente y La Lupe, Tito Puente Swing, The Exciting La Lupe Sings, salió al mercado en 1965 con el exitazo Qué te pedí, quizás su canción más famosa. Era una nueva manera de interpretar el bolero, con un romanticismo casi rabioso. La Lupe utilizaría el mismo registro emocional durante el resto de su carrera.
Los delirios sobre el escenario continuaron. Cuando se separó de Puente y rápidamente lanzó una exitosa carrera como solista, La Lupe contrató a Pete Bonet junto a su director musical, Louie Ramírez, para que la acompañaran en vivo.
“A La Lupe no había quién le dijera nada”, dice Bonet. “Ella sabía lo que estaba haciendo y se dirigía a sí misma. En los conciertos, empezaba a quitarse las cosas, como que le había entrado un espíritu. Siempre se desmayaba sobre el escenario, se tiraba para atrás y nosotros con Louie la agarrábamos justo a tiempo para que no se golpeara.”
Contó que “una vez, en un teatro, no llegamos a tiempo y Lupe se reventó en el piso. Nos insultó, pero nosotros tratamos de explicarle: ‘Mira, Lupe, es que lo hiciste fuera de tiempo’”.
Locuras o no, la época entre el final de los años 60 y principio de los 70 fue la cúspide comercial de la cantante, cuando se dio a conocer como “The queen of Latin Soul” con discos clásicos y ganancias millonarias, gracias a canciones como “La tirana”, “Puro teatro” y su versión en inglés de “Fever”.
Lamentablemente, La Lupe no supo aprovechar su éxito. Un segundo matrimonio fallido, su involucramiento en la santería y la pésima administración de su fortuna la dejaron en la bancarrota. A fines de los 80, se convirtió al cristianismo y grabó discos de música religiosa.
“Yo pienso que era como una estrella fugaz”, dice Bonet. “De la misma manera que subió, bajó. Era una persona tan inteligente, pero ni ella misma comprendía quién era La Lupe”.
El 28 de febrero de 1992 sufrió un paro cardíaco fulminante mientras dormía en un humilde apartamento que compartía con su hija Rainbow en el Bronx. Le sobrevivieron su esposo, William García; su hija, Rainbow, y su hijo, René Camaro. Tuvo un velorio como cualquier persona común y fue enterrada en una tumba que se encuentra en el cementerio St. Raymond’s del Bronx.
Su trayectoria, prácticamente olvidada por una generación, fue rescatada por la comunidad homosexual hispana.
Entre famosos admiradores se cuentan el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante y el director de cine Pedro Almodóvar, que incluyó en la banda sonora de sus películas algunas interpretaciones suyas («Puro teatro» de Tite Curet Alonso, por ejemplo, suena en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”).
“La Lupe murió predicando, y era muy feliz haciendo eso”, concluye Moreno-Velázquez. “Sufrió mucho, pero no murió con esa penuria. Que la gente no tenga dudas: La Lupe murió feliz”.
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