Arrate: «Sin pacto no hay por qué votar por el mal menor en segunda vuelta»

A un par de semanas de haber puesto fin a una militancia de 46 años en el Partido Socialista, Arrate ya habla en tercera persona de sus ex camaradas


Autor: Sebastian Saá

A un par de semanas de haber puesto fin a una militancia de 46 años en el Partido Socialista, Arrate ya habla en tercera persona de sus ex camaradas. El padre de la renovación reconoce haber “pisado demasiado sobre huevos” como ministro de la Concertación, pero rechaza hacerse cargo de la “deformación monstruosa” de los ultrarenovados. En segunda vuelta sabrá distinguir entre “gris claro y gris oscuro”, asegura, sólo de concretarse un pacto parlamentario.

El principal componente de los excluidos son los no inscritos, que en un 80% son jóvenes, ¿podrá convencerlos un candidato como usted?

– No creo que yo por mí mismo llame al convencimiento a ningún joven, pertenezco a la generación de los ’60. No hay ninguna razón por la que yo pueda exigirle a un joven que me crea.

¿Pero le creerán a un candidato de 67 años que viene recién saliendo de la Concertación?

– Yo no soy partidario de la faramalla esa de pagar avisos en la radio y en la prensa para que los jóvenes se inscriban, eso revela un análisis muy parcial de lo que significa su conducta. Los jóvenes no se inscriben porque el sistema político no ofrece expectativas de un cambio real. Yo apuesto a que una fracción de ese mundo en esta vuelta, porque después vendrán muchas otras que se sientan atraída por una campaña y un programa en acción.

¿Y la evocación de la figura de Allende permite eso?

– No. Los jóvenes no vivieron la Unidad Popular, estamos hablándoles como a mí me hablaron cuando joven del Frente Popular. Está claro que Allende es una figura histórica, y como tal le tienen respeto, en particular por su consecuencia política. Ahora, yo he sido allendista siempre. Nunca he negociado mi condición de allendista. Pero eso no significa que esta será una campaña únicamente para los allendistas.

La identidad tradicional de izquierda a la que apela tiene un techo bien bajo en Chile,  ¿podrá llegar a ese amplio sector que queriendo cambios radicales no se autodefine de izquierda?

– La historia de los dominados se construye sobre la base de decantaciones y acumulaciones sucesivas. Hay herencias y traspasos. Yo no había nacido mientras vivió Recabarren, pero lo he hecho parte de mi vida, tanto que a veces siento haberlo conocido. Hay una posta en la historia y esa posta significa que el desafío es lograr nuevas síntesis entre lo viejo y lo nuevo. No soy partidario de botar la guagua por la bañera. Si logramos construir una izquierda más amplia de la que ha habido me sentiré bien, porque a la izquierda le faltan socialistas y jóvenes.

¿Cuándo habla de “izquierda amplia” se refiere al Juntos Podemos más los socialistas, una UP 2.0?

– En absoluto, porque el 50% de los chilenos está fuera del sistema político, ningún diseño puede ignorar ese hecho.

DEFORMACIONES MONSTRUOSAS

¿Se siente responsable de haber construido las condiciones de posibilidad ideológicas para que los ultrarenovados se hicieran del control de la Concertación?

– Uno es responsable de sus ideas y acciones, pero no creo que los análisis que hicimos a fines de los ’70, pensando en preservar un partido libertario, donde pudieran convivir distintas interpretaciones del marxismo y no una sola codificación, sean la base del curso que han tomado los acontecimientos.

Correa, Brunner, Tironi… ¿harina de otro costal?

– Son una deformación monstruosa de la renovación. La renovación nunca renunció a las perspectivas socialistas. Yo buscaba la renovación para toda la izquierda, no solo para el PS. Pero mire, todo lo que he dicho y hecho está escrito, ahí están mis aciertos y mis errores. Ellos son otra cosa.

Que la democracia y el socialismo van de la mano es una de las tesis centrales de la renovación, ¿cómo hacerse cargo de las perspectivas que ven la realización de la democracia en el mercado?

– La gran falla nuestra fue que estábamos con la mirada tan puesta en la dictadura, en el eje democracia-dictadura, que no vimos a nuestro lado a Reagan, la reaganomics, la ofensiva neoliberal que se asomaba y hacía cargo de todo. No le dedicamos el mismo esfuerzo reflexivo a los cambios de la economía. De ahí que se impusieran la ultrarenovación en el PS y el liberalismo-progresista en la Concertación.

“QUIZÁ PISÉ DEMASIADO SOBRE HUEVOS”

Como vocero de Gobierno cuando Pinochet estaba en Londres usted dice haber hecho gestiones para que el gobierno no lo trajera a Chile, ¿cuáles fueron esas gestiones?

– Eso lo voy a escribir en mis memorias. En el Libro “Crónicas de la transición”, de Rafael Otano, se describen cuestiones bastante ajustadas. No voy a hablar de eso ahora, pero estando en el gobierno mantuve una posición muy clara. Guardo con orgullo un recorte del diario El País de España, de cuando Frei cambió su gabinete, que dice “también cambió al vocero, el socialista Jorge Arrate, que siempre se negó a defender a Pinochet”.

No hubo muchos avances en las materias de las que fue ministro, ¿le dijeron muchas veces que no?

– Durante los seis años en que fui ministro de Educación y luego de Trabajo estaba Pinochet en el Ejército y tenía nueve senadores designados, no había posibilidad de pasar una ley sin su voto o el de la derecha. Si yo el ’92 planteaba que había que renacionalizar el cobre todos habrían pensado este tipo quiere echar abajo el proceso de redemocratización. Pero quizá pisé demasiado sobre huevos.

¿Cree haber cometido errores?

– Participé en una ampliación del financiamiento compartido, donde cometí un error que hoy reconozco. La derecha, para aprobar un aumento al IVA, puso como condición ensanchar ese sistema. Llegaban familias pidiendo poder aportar dinero al colegio de sus hijos. Habría sido fácil decirles no se preocupe, la plata la ponemos nosotros. Pero no era así. A instancias del ministerio de Hacienda terminé aceptando el ensanchamiento. Me aseguraron que las regulaciones que propuse se enviarían, pero se demoraron varios años en hacerlo. Me equivoqué.

FRACASOS

La suya ha sido una estrategia casi idéntica a la del Partido Comunista Italiano. Primero postula un compromiso histórico con la DC, luego anuncia su fracaso y postula la unidad de la izquierda. En Italia ambas estrategias fracasaron y hoy gobierna Berlusconi. ¿Qué lección saca?

– Efectivamente en mis planteamientos hay una gran influencia del PCI de los ’70. Tal es así que quienes me han calificado de socialdemócrata se equivocan, porque si algo he sido además de socialista es eurocomunista. Hay que mirar críticamente cada proceso. Porque todas las copias son un fracaso. Mire el PC de España, que por primera vez en 34 años se quedó sin un solo diputado. Hay que reinventar permanentemente.

Pero eso no es algo que haya hecho la izquierda chilena, hay un amplio sector de trabajadores que ni siquiera es capaz de organizar…

– Mire, tenemos que hacer un diagnóstico de los tremendos cambios que han ocurrido en la postdictadura. Eso significa reconocerle el protagonismo a un nuevo tipo de trabajadores. El núcleo productivo ya no está en ese trabajador que labora de ocho a cinco, que se va a tomar un vinito con los compadres, juega un dominó, vuelve a  la casa, se pone unas pantuflas, tiene un gomero, un gato y mira la televisión. No, hoy impera el empleo precario. Pero algo se ha hecho.

¿Qué experiencias de organización del trabajo valora y en cuáles cree que hay mucho por hacer?

– El avance en la organización de los trabajadores subcontratados, de los forestales, son emergencias sindicales importantes. ¿Qué pasa con los trabajadores del retail? Caramba que es difícil cuando los persiguen, pero ahí hay una masa de trabajadores part time, con horarios extraordinarios, que han peleado por el domingo, por los feriados, ahí hay que ir organizando. Y los profesionales cesantes, o flotantes, claro.

“LAGOS SE SOMETIÓ A LA DERECHA”

¿Dónde rastrear el inicio del diagnóstico que lo llevó a salirse del PS?

– Para mí fue bastante decisivo el giro que tuvo el gobierno Lagos, que se sometió a la derecha. Ahí decidí no seguir como embajador en Argentina, lo que ocurrió en mayo de 2003. Me fui a hacer vida ciudadana. Desde el 2003 he colaborado en distintas iniciativas de izquierda. Me fui a la Universidad ARCIS, donde fui rector por un mes, pero renuncié porque no estaba con el ánimo de ser el ring master de peleas fratricidas.

¿Y cómo se transformó en una voluntad colectiva?

– Hay distintos tiempos. He logrado hacer confluir a gente que estuvo en posiciones muy disímiles dentro del PS, que tuvieron disputas entre ellos, pero que tienen una matriz de izquierda. En los ‘90 fue la disputa entre autocomplacientes y autoflagelantes, más tarde el diputado Aguiló escribió “Chile entre dos derechas”, luego vino “Enfrentar las Desigualdades”, “La Disyuntiva”, en fin, hay una historia del inconformismo dentro de la Concertación.

El último dirigente histórico de la Concertación motivado con ser candidato de la izquierda fue Jorge Lavandero. Ya sabemos lo que le pasó. ¿No siente miedo de que estén rastreando en su vida un tejado de vidrio?

– No tengo miedo… pero lo he pensado. Es muy simple, si a mí me ocurre cualquier eventualidad negativa alguien tomará esta bandera. La política tiene riesgos, sobre todo de falsificación y mentira, de maniobra. Me llamó un diario para preguntarme por los Mirage. Yo no tengo idea, no sé qué avión es cuando me subo a uno. Quizá era una llamada de buena fe, pero me pareció que había cierta intención de imprimir mi nombre cerca del caso. Hay que poner el cuero duro, sobre todo cuando el control de los medios es casi total por parte de la derecha.

Pero en el caso Lavandero no fue la derecha la que entregó información, las fuentes eran decés de la X Región y Eduardo Loyola, ex militante socialista, citado por el fiscal Armendáriz en el proceso…

– Loyola es otro ultrarenovado más, expulsado junto a Correa por Martner (que fue defenestrado por la actual dirección por eso). Bueno, pero si la gente que termina dedicada al lobby, a la negociación de influencias, es parte del control que ejerce la derecha.

¿De haber sido Insulza el candidato del PS se habría desafiliado igual?

– Igual, lo mismo de haber sido Lagos.

¿Por qué decidió salirse recién cuando supo que el PS proclamaría a Frei?

– Jugué hasta el final con la idea de que los socialistas reflexionaran, modificaran su diagnóstico y fueran capaces de apoyar en primera vuelta a un candidato de la izquierda sin que eso significara una ruptura dramática con la Concertación.

¿Pensó en algún momento que eso podía pasar?

– Le he dicho a la dirección del Partido que estoy seguro, más temprano que tarde, vamos a encontrarnos en el mismo cauce, porque tengo la convicción de que los socialistas, pronto o un poco después, van a estar en esta postura.

PACTO PARLAMENTARIO

¿Prefiere llegar a marzo con una izquierda unida detrás de un candidato o compitiendo en primarias?

– Para mí lo más importante es que la izquierda resuelva pronto un candidato y que haya un gran momento participativo para definir temas programáticos. Que las ideas sean más que el nombre. No le tengo miedo a las primarias. Si a alguien se le ocurre cómo financiarlas, voy de inmediato.

¿Pero qué propone usted?

– Me someto a cualquier mecanismo concordado por la izquierda. Si se define un candidato único que no sea yo, inmediatamente lo voy a apoyar. Lo relevante es hacer una campaña y un programa en acción, a la Recabarren, una campaña larga, que signifique para el 11 de diciembre haber constituido 100 nuevos sindicatos, publicado revistas juveniles de poesía, centros para la igualdad social de la mujer…

Navarro militó toda su vida en la facción más derechista del PS, el tercerismo, y fue parte del equipo que gestionó el TLC con EEUU, ¿no le genera desconfianza?

– Como parlamentario, Navarro estaba sujeto a una disciplina, por eso no le voy a cargar la mano porque yo estaba en el mismo partido. Cuando me encontré con él era un parlamentario con marcada visión de izquierda y eso no lo olvido.

Navarro le ha hecho ver al Juntos Podemos que pretende seguir hasta el final…

Tenemos una diferencia entonces, porque el final para mí es cuando haya un candidato de la izquierda aunque no sea yo. Teillier ha dicho lo mismo y Tomás también está en una postura muy unitaria y favorable a llevar un solo candidato. Si Navarro está diciendo otra cosa, me parece lamentable.

¿El apoyo a Frei en segunda vuelta será automático, como lo ha hecho el PC, o sobre la base de alguna exigencia?

– Reproponer una izquierda amplia, plural y potente, romper la exclusión del Congreso y derrotar a la derecha, no quiere decir que tengamos que votar por el mal menor en segunda vuelta. Primero la izquierda debe pasar a segunda vuelta. Muchos periodistas me preguntan ¿y usted que va a hacer en segunda vuelta? Yo le digo que voy a pelear por la presidencia de la República.

Ok, pero si no pasa…

– Si yo soy candidato voy a expresar la postura de las organizaciones políticas y sociales que me apoyen. En mi opinión, depende de si la Concertación cumple o no con el compromiso que adquirió cuando le pidió a la izquierda que votara por Bachelet: romper con la exclusión. No estamos poniendo condiciones. Son ellos los que tienen un compromiso pendiente. Si eso se cumple, a través de un pacto parlamentario, no me pierdo, yo sé elegir entre el gris claro y el gris oscuro.

¿No cree que con una lista única parlamentaria izquierda y Concertación serán vistas por la gente como… lo mismo?

– La idea de lista única es engañosa. No es deseable que el pacto se constituya sobre la base de algo así. Debe estructurarse como un pacto nacional en los distritos en que es posible duplicar a la derecha. Ahí hay que tener en una misma lista candidatos de la Concertación y de la izquierda. Y en los demás, separados. Pero yo no estoy negociando eso, vengo recién llegando.

por Francisco Figueroa

El Ciudadano


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