Yo celebro. Por la que fuera mi última casa en Chile hasta junio de este año, por la manera en que se forjó la campaña de Pepa y el logro que se obtuvo, por la dicha de sentir haber podido interpretar lo que la comunidad en su mayoría percibía y deseaba, y por el orgullo por este hermoso proyecto de reescribir ciudadanía en Providencia.
Aún tengo en mi memoria aquellos primeros días en que nos juntábamos a imaginar la aventura romántica y poco realista de recoger la necesidad ciudadana de cambiar a un alcalde con modales latifundistas cuyas prácticas no dejaban más que la sensación de que tenías que pedir perdón si querías opinar de cualquier cosa. Aquí la victoria fue clara y no resiste otra lectura. Y la razón no tiene relación con la política, y por supuesto la tiene. Y puede que aquel argumento malintencionado lanzado al aire de que la campaña de Josefa Errázuriz se sostiene bajo una rabia común, un afán común de herir a alguien por desgracias, pérdidas y cuentas acumuladas y sin cobrar a lo largo de décadas…, puede, pero igualmente se sostiene como se sostiene la frase de oro de Labbé, en que alega haber sido derrotado por el odio… La mentira tiene patas cortas y la realidad es una muy pero muy ancha avenida; aquí no ganó la opinión mediática (llega a dar risa solo insinuar que el pueblo sea el dueño de los medios), o que la campaña de los partidos dieran sus frutos cuando con suerte había para imprimir unos escuálidos folletos; aquí no se habla de política, y es de lo que se habla: a Labbé no lo mató su pasado, lo mató su presente de franco, de patrón, y aunque lo niegue, de actuar como militar, de poner su arrogancia cual bototo encima, de no integrar a nadie, de ningunear al divergente, de rifar áreas verdes sin consulta, de apalear a muchachos de colegio, de construir torres tolkenianas de Tierra Media sin pensar en la problemática urbana, de celebrar a condenados por tortura, de mandar al resto a la cocina como buenas de dueñas de casa como si aquello fuera lo peor, y luego, con descaro, pintarse de víctima.
Ahora, en el momento de brindar, también es el momento de dialogar ante tales certezas, pensar que se logró conquistar un terreno que ya estaba conquistado hacía varios períodos edilicios, pensar que esta manera de hacer política ciudadana como la que se hizo para llevar a Pepa (primarias con Bellolio e Insulza representantes de polos muy distintos y no del gusto de todos) que a pesar de todos los diagnósticos el sistema funcionó a la perfección y con una caballerosidad y respeto que ya no se ve muy seguido en la política chilena actual, y sobre todo, sobre todo, pensar que la comuna de Providencia fue de las que menos abstención tuvo.
Y creo que ese es el principal tema, y las razones me parecen evidentes: aquí había un claro contenido y un monumental tema puesto en discusión, había una manera de ver, sentir y verbalizar la ciudadanía de manera distinta, más allá de logros numéricos y cuestionados y poco creíbles premios de gestión del alcalde derrotado, la gente dijo yo también tengo algo que decir y tú no escuchas así que ya basta y quiero a alguien que escuche. Creo que los analistas nuevamente se equivocaron bochornosamente, aún se creen muy inteligentes y la voz cantante de un grupo mayoritario, pero no hacen más que representarse a sí mismos, si es qué. Opinar, excelente, es lo que siempre hace falta, pero construye tu opinión y preocúpate en trabajar tu opinión, basarse nada más que en desintegrar y deslegitimar la opinión de otro, el proyecto de otro, eso es fácil, es el camino del flojo, no cuesta nada, por algo los abogados sin escrúpulos son tan exitosos, los futbolistas hacheros siempre encuentran equipos donde jugar incluso son campeones del mundo, y los chinches pueblan todo el planeta.
Ahora es un momento clave para tomar la sartén, llamar a las cosas por su nombre, y hacer eco de esa voz anhelante del pueblo. Y es urgente, recordar que la abstención ha sido un verdadero escándalo, nos situamos en un punto muy delicado, sin ser melodramático nos hace ver que la gobernabilidad, y ya no hablo de representatividad, está en franco cuestionamiento, ya saben, si tu gobierno no te representa tienes todo el derecho de derrocarlo y agarrarlo a peñascazos, por decirlo de una manera gráfica.
Tenemos responsabilidad al respecto, y no hablo desde la voz de quien estuvo en el proyecto de Pepa para la alcaldía, hablo como ciudadano chileno descontento, es momento de ejercer democracia real ya, no desde las cúpulas, aquí es momento de todos y de todos los que no estén de acuerdo con lo que hay, en especial en desacuerdo con el maldito duopolio; es momento de todos los que estén dispuestos a optar por la representación de una identidad ciudadana de gobierno, aunque no sea del gusto de todos pero que respete los principios básicos de integración y de pertenencia; y es momento ya de eliminar de la faz de la tierra designaciones y designados, y de hacer primarias en todos los sentidos e instancias que sean necesarias. Y todos caben, llámese indiferentes, díscolos, independientes, revolucionarios, regionalistas, marginados, es momento de defender de una vez la diferencia, que es lo a fin de cuentas construye a una nación. Concretar algo que abrace esta simple nomenclatura sería un gran golpe al derrotado establishment existente que solo le interesa perpetuarse, en vista de las elocuentes cifras suena hasta ridículo negar aquello. Es el momento de escuchar verdaderamente al ciudadano, y no hablo de ejercer este sentido como mero fin para re encantar a multitudes, eso es para realities, hablo de lo que debiera ser una democracia.
Y es política, sí, ciertamente, porque la política, aunque yo no quiera, se mete conmigo, y si es así prefiero que se meta a mi manera. Es hora de ejercer mi derecho, y exigir mi derecho de este ejercicio. El pueblo así lo expresó, la ciudadanía dijo su palabra. Creo fervientemente que quienes estén dispuestos de defender de esta manera la democracia, surgirán como verdaderos representantes con serias posibilidades de lograr su elección, especialmente, y sobre todo, la presidencial.
Marcelo Munch
San Salvador, 30 de octubre, 2012