El panorama no es muy optimista: la mortalidad infantil está creciendo rápidamente, ha habido un enorme incremento del empleo ocasional y los derechos de los trabajadores se verán mucho menos protegidos.
Brasil es un país muy desigual con una profunda crisis democrática, pero paradójicamente es la extrema derecha la que ofrece soluciones, afirma Esther Solano, profesora adjunta en Relaciones Internacionales en la Universidad Federal de São Paulo.
Según Solano, esto se debe a que la izquierda ha perdido su conexión con la población. La gente se está disociando del mensaje de Bolsonaro y de lo que realmente va a ocurrir. Y esto va a suceder. Además, la hegemonía de los medios “no permite un punto de vista de izquierda”. “Lo que se necesita es volver a la política del día a día”. Los grupos sociales están intentando combatirlo, pero carecen de una canal institucional a través del cual hacerlo.
Invitada por Brazil Solidarity Initiative (Iniciativa de solidaridad con Brasil) a un encuentro en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres, Esther Solano habló con The Prisma.
Bolsonaro difundió mucha propaganda contra la comunidad LGBT, la población indígena y las mujeres, pero aun así un gran número de estas personas lo votaron. ¿Cómo puede explicar esto?
Existen principalmente dos grupos de votantes de Bolsonaro. Definiría al primero como el extremo, el fascista, misógino y racista, los que lo votaron porque él es realmente lo que ellos quieren.
Aparte de ellos, la mayoría de sus votantes, que son lo que yo llamo los votantes ‘blandos’, lo eligieron por otras razones; porque él es algo nuevo, porque realmente creen que va a luchar contra la corrupción y porque creen que él puede cambiar la economía, etc. En un nivel más profundo, es porque Brasil es un país racista y misógino, y por ello cuando alguien dice algo racista o misógino a mucha gente le suena bastante normal, ya que es algo establecido en la sociedad. Esto no significa que las personas que votaron a Bolsonaro sean racistas. Significa que no son conscientes de qué representa el racismo, porque viven en una atmósfera, en un país, que ya tiene esta estructura racista.
¿Son conscientes de las consecuencias?
Estaba haciendo una investigación con las mujeres, las personas negras y LGBT que votaron a Bolsonaro. Ahora piensan que no va a ocurrirles nada, que es imposible, piensan que solo estaba llamando la atención, que solo bromea. Pero no es cierto. “Bolsonaro ama a las mujeres, que Bolsonaro ama a las personas LGBT”, afirman. Ellos están desvinculándose del mensaje y de lo que realmente va a ocurrir. Y va a ocurrir.
En esta imagen que acaba de describir parece que el estado de derecho en Brasil ha fracasado. ¿Es acertada mi percepción? Y si es así, ¿cómo?
Yo no diría que el estado de derecho ha fracasado. Diría que para entender Brasil la gente tiene que entender que es un país muy desigual. La ley funciona para los más ricos. Esta es la idea. Tenemos una manera de decirlo: las instituciones funcionan, pero funcionan para la élite, para los ricos. Ese es el concepto. Es un país que nació a partir de la idea de que existe una gran división de la sociedad entre los pobres y la élite.
Las instituciones funcionan bien, pero para los ‘dueños’ de estas instituciones. Creo que quizás durante el periodo del PT esto era más moderado, ya que tenían políticas públicas de redistribución. Actualmente es muy evidente para todos que esta élite es dueña del sistema judicial, económico y político. Así que no es un fracaso de las instituciones, están cumpliendo la función para la que se crearon, que es proteger a la élite. En consecuencia, esto significa que el resto de la población está desprotegida.
Durante la última década vimos a muchos países de todo el mundo girar a la derecha, ¿cree que existe una correlación entre estos cambios políticos?
Creo que algunos movimientos están conectados, algunas estrategias son muy similares. Por ejemplo, si observas la retórica de Donald Trump, Salvini, Viktor Orban o Bolsonaro, son muy similares. Por ello, creo que hay una estrategia comunicativa que es muy similar.
Lo que tenemos es un problema mundial. Existe una crisis democrática, una crisis capitalista, y lo que estos políticos ofrecen es una solución, una salvación. Desde luego, esto es falso, pero están ofreciendo algo. Solo tenemos que observar a Alemania, que se está volviendo muy Nazi. Tenemos una crisis social y económica y hay un “héroe” que ofrece la salvación. Creo que esta crisis es mundial y las soluciones que la extrema derecha ofrece son muy similares porque es la única manera que tienen de responder: con odio y exclusión.
¿Hay algo que pueda hacer la izquierda para detener o cambiar esto?
El problema para la izquierda es que se aisló de la gente como resultado de su estadía en el poder, día a día. La mediocridad de los políticos en funciones, las alianzas que tuvieron que hacer, los problemas gubernamentales que tuvieron que enfrentar, les hizo perder su vínculo con la población. Como partidos burocráticos, partidos de “maquinaria de poder”, perdieron gran parte de su vínculo emocional con la población, el vínculo psicológico.
Estos partidos burocráticos de izquierda no realizan el mismo esfuerzo por hablar con la población, por comunicarse con ella. Esto tiene que cambiar totalmente. Por ejemplo, el PT nació en los colegios, en las iglesias católicas y en las zonas periféricas, pero hoy en día está completamente desvinculado de ellas, ya que se volvió un partido muy poderoso y, haciendo esto, perdió en gran medida su vínculo con la población.
Durante los últimos años hemos visto a muchos políticos de izquierda siendo acusados de corrupción, secuestro, asesinato y más. Muchos de ellos han sido encarcelados, como Lula, y deben pasar muchos años en prisión. ¿Cree que actualmente, en Brasil, los que están en el poder han utilizado el sistema de ‘guerra jurídica’?
En Brasil, el sistema judicial es muy racista. Lo que vimos con Lula es lo que vemos todos los días, por ejemplo, con las personas negras.
No hay garantías jurídicas. El 40% de las personas presas en Brasil no van a juicio. Lo que vimos con Lula es el sistema judicial normal, cómo opera para todos los que se encuentran marginados en la sociedad, todos los días.
Lo que ocurrió es que, después de 2016, el sistema judicial comenzó a operar como una máquina política. La justicia se volvió muy politizada con la figura de Sergio Moro, y la Operación Lavado de Autos se convirtió en un instrumento para criminalizar a aquellos en política, para criminalizar al PT.
Fue una herramienta muy importante para abrirle camino a Bolsonaro en las elecciones. No solo pusieron a Lula en prisión: fue como pusieran al PT en prisión, ya que Lula es el símbolo del partido. La historia sería completamente diferente si Lula estuviera fuera de prisión, así que la Operación Lavado de Autos fue, quizás, la herramienta más poderosa para asegurar que Bolsonaro alcanzara el poder.
¿Qué papel tuvieron los medios en este proceso y durante las elecciones?
Los medios son muy conservadores y están concentrados en las manos de unas pocas familias. Por ello, la audiencia visualiza la misma narrativa en todas partes. Los medios conservadores no apoyaron directamente a Bolsonaro: apoyaron al candidato anti-PT, pero el candidato anti-PT era Bolsonaro.
Entonces, los medios tuvieron un papel muy importante en este ataque anti-PT. La hegemonía de los medios es muy importante en Brasil, porque no tenemos ni un solo periódico o revista de renombre con un punto de vista de izquierda. Todos los periódicos o canales televisivos importantes tienen puntos de vista muy conservadores con respecto a la política, y por ello la gente es solo influenciada por esta fuente de información. Si los medios apoyan la destitución de Dilma Roussef o el encarcelamiento de Lula, la audiencia se verá influenciada, así que no tenemos medios equilibrados.
¿Hay algo que pueda detener el crecimiento de la derecha?
Tendremos más gente pobre y un sistema público más débil en definitiva. Entonces, imagino que habrá un momento en el que la población que votó a Bolsonaro se desilusione. Se darán cuenta que son más pobres ahora que antes y habrá mucha frustración, se enfadarán.
Mi única preocupación es: cuando llegue ese momento, ¿qué hará la izquierda? Porque debemos estar preparados. Vendrá un tiempo en el que habrá una desilusión general, pero la izquierda debe ser lo suficientemente astuta e inteligente para reunir todo ese enfado, toda esa frustración, y crear algo. No sé si estamos preparados ahora para eso, espero que sí.
Quizás la población no sea capaz de hacerlo, quizás no protesten y nada lo detenga. ¿Qué opina?
Es como si existiera la sensación de que la gente está agotada, que está muy cansada, y muy frustrada. Afuera del partido, nadie cree realmente en la sociedad, no creen realmente en el poder de la política.
La población está comprando esta idea del individualismo, esta idea de “yo y mi círculo”, “yo y los míos”. Así que creo que este es el reto: tenemos que resucitar la política y esto no depende solo de un partido, del PT por ejemplo. Depende de todos, y por ello tenemos que empoderar a las universidades, a las mujeres, a las personas negras. Es la política cotidiana lo que tenemos que resucitar.
¿Hay alguna organización que esté tratando de luchar contra esta apatía?
Tenemos un movimiento social muy poderoso en Brasil, existe un movimiento feminista muy poderoso. Las mujeres en Brasil son luchadoras de verdad, porque es un país muy misógino.
Hay gente luchando contra el racismo en las zonas marginales, contra la policía. Tenemos grupos LGBT: el año pasado el Orgullo Gay en São Paulo reunió a tres millones de personas, fue algo espectacular, enorme. Tenemos grupos indígenas.
Actualmente, a raíz del problema del PT, han perdido lo que es una importante vía institucional para ellos. Existen muchos movimientos sociales muy poderosos entre la población de estudiantes, por ejemplo, pero necesitan un guía común.
(Traducido por Iris María Blanco Gabás – Email: [email protected])