El presidente de los Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, ha marcado con violencia y unilateralismo toda la gestión de su gobierno, especialmente su política exterior.
Tal y como lo hiciera a lo largo de 12 temporadas en su reality show The Apprentice (El Aprendiz), donde se dio el placer de echar a por lo menos un centenar de miniempresarios aspirantes a ganar el programa televisivo, el magnate estadounidense ha saturado su agenda internacional de amenazas, intervenciones en la política interna de otros países y sanciones comerciales a todos los que no se alineen a sus planes.
El estilo de la gestión Trump y su política “América primero”, a derivado en la escalada de tensiones con muchos de sus socios en Europa, al punto de alejarlos y hacerlos repensar las alianzas con China y su más grande vecino: Rusia.
El deterioro sistemático de las relaciones entre el gobierno de EEUU y varios de los países miembros de la Unión Europea (UE) tuvo un punto álgido cuando Trump decidió apoyar al Reino Unido (Inglaterra) sobre su salida de la comunidad -acción conocida con el acrónimo “Brexit” (salida de Gran Bretaña)-.
A esto se sumó la salida de EEUU del acuerdo nuclear firmado que mantenía junto a la UE e Irán, hecho que fue considerado por los europeos como una acción que demostraba la poca confianza que debía tener el viejo continente frente al país norteamericano.
Las diferencias más marcadas de EEUU surgieron contra Alemania y Francia, luego que decidiera imponer aranceles comerciales contra las exportaciones de acero y aluminio de la UE a su país que suman un promedio anual de 6.400 millones de euros.
Posteriormente Trump amenazó también con incrementar los aranceles contra las de piezas de automóviles, que tienen en promedio una ganancia de 51.000 millones de euros, impuestos que impactan más duro a Alemania y Francia, dos de los países que más producen este tipo de repuestos para carros.
La UE respondió con sus propias represalias por valor de 3.300 millones de dólares a sectores icónicos de la economía estadounidense, como las motocicletas Harley Davidson y el whisky Bourbon.
Mientras Trump va contra el mundo, Europa se resetea
Hemos visto cómo los conflictos entre Europa y EEUU se han multiplicado desde que Trump ocupa la Casa Blanca, y en el ámbito en que más se recrudecen es el comercial.
La alianza creada entre EEUU y la UE desde más de medio siglo ha hecho que los europeos, empatizando con los norteamericanos, mantengan una tensión permanente con la nación que podría ser, por su potencial energético y económico, un invaluable aliado: Rusia.
El unilateralismo de Trump ha provocado que en la comunidad europea mejore la percepción de Rusia, que ya no es vista como el “gran enemigo” que fue para capitalismo occidental durante la mitad del siglo pasado.
De hecho, para Europa, Washington ya no es un socio en el que pueda confiar sin ataduras y así lo han reiterado la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Esto ha hecho que Europa -con cada palabra de Trump- se aleje más en sus relaciones y confianza con EEUU, y en consecuencia tome más fuerza la tesis de que la UE debe acercarse a Moscú, sobre todo porque más allá de ser el vecino más importante de la región es su principal suministrador de crudo y gas natural.
En ese sentido, Macron ha llamado a Europa a tener autonomía, sobre todo en la defensa militar, una propuesta que marca distancia y a su vez responde a las declaraciones de Trump en relación a la poca inversión que hace Europa para mantener la operatividad de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
Macron además de plantear la creación de un ejército meramente europeo, propuesta apoyada por Alemania, también defiende el argumento de que la comunidad europea debe replantearse sus alianzas tras “el fin de la guerra fría” y los “automatismos” que han surgido desde entonces, sobre los que siguen basadas las alianzas militares.
En agosto de 2018, Macron se pronunció en París y explicó que esa “Europa soberana” de la que habla el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, debe replantearse su arquitectura de seguridad y defensa. En su discurso mencionó positivamente tres veces a Moscú y propuso un diálogo con el vecino sobre ciberseguridad, armas químicas, conflictos territoriales, seguridad espacial o protección de zonas polares; una estrategia clave para Europa.
“Europa ya no puede seguir dejando su seguridad en manos de EEUU”, dijo en una de sus alocuciones Macro, donde ratificó que Rusia es un vecino, un socio, un potencial aliado, pero no un enemigo.
Incluso, el aliado más cercano de EEUU en Europa, el Reino Unido, también ve con otros ojos a Rusia. Su primera ministra, Theresa May ha insistido en que el objetivo es “recuperar algún día una firme alianza” con Moscú.
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