Pedro Almodóvar asegura que su más reciente película titulada “Dolor y Gloria” no es su autobiografía.
No obstante, la obra cinematográfica que celebra su estreno en España esta semana, aborda algunos recuerdos de la vida del laureado director que nunca había expuesto con tanta sinceridad y crudeza.
Por eso el cineasta español ganador de dos Óscar por sus producciones “Todo sobre mi madre” (1999) y “Hable con ella” (2002) se atreve a afirmar que se trata de la película que más lo representa íntimamente.
“Hay mucho de mi intimidad en ‘Dolor y Gloria’. Hubo un momento en que sentí vértigo. Soy muy pudoroso, tanto en las entrevistas como con mis amigos cercanos, pero no pude evitar que salieran partes de mi vida que quería mantener en secreto”, expresó en entrevista con La Voz de Galicia.
La película cuenta aspectos de la vida de un director de cine sumido en una crisis creativa y amargado por los mil padecimientos físicos que sufre. El rol principal está a cargo de Antonio Banderas, con el peinado y la ropa del propio Almodóvar.
La gran droga de la que depende el protagonista no es la heroína, sino hacer cine. Eso hace que su vida no tenga ningún sentido. “Yo he notado esa dependencia y ese miedo atroz a no hacer la siguiente película”, expresó el realizador español.
El ajuste de cuentas con el pasado adoptará la forma de dos personajes. La madre, a la que recuerda en el pueblo en la mísera España de los 50 (Penélope Cruz), y un antiguo amor que reaparece y con el que vivió las noches salvajes del Madrid de los 80 (Leonardo Sbaraglia).
“La película –revela Almodóvar- empieza en una piscina, con el protagonista flotando ingrávido. Es un momento placentero que yo siempre experimento. Y del agua de la piscina pasamos a la corriente de un río. Agustín y yo recordamos que íbamos al río con nuestra madre. Esas lavanderas son uno de los momentos más felices de mi infancia. Una fiesta. Me recuerdo con cuatro años tendiendo las sábanas, que después olían a poleo…”.
Reconoce el cineasta que esta escena se incorporó porque quería reflejar una imagen feliz del personaje de la madre, porque después la muestra cuando se van a vivir a una cueva a Paterna como una madre de posguerra, que tiene que luchar contra todo para sobrevivir. “Ya es otra Penélope más grave y sombría, no esplendorosa como al principio”.
Resalta que una de las partes de su vida que quería mantener en secreto, se refleja en la escena de la mortaja. ”Mi madre se la encargó a mi hermana y es tal cual aparece en la película, pertenece a la cultura de la muerte manchega, que es más femenina que masculina. Yo no he tenido una conversación tan dura con mi madre como en la película, pero tengo la sensación de que esa escena me representa como si fuera real”.
El protagonista de la película padece dolores de espalda, cefaleas, fotofobia y acúfenos. “A mí me han fijado la parte lumbar con hierros, por estenosis de canal. Mi espalda se comporta desde la operación de otro modo, se contractura continuamente porque tiene que compensar que hay una mitad inmóvil. Es un gran cambio que los médicos no te dicen nunca y que te obliga a estar en manos de fisios de por vida. Conozco los dolores del protagonista, pero no tengo derecho a quejarme con el dolor que hay en el mundo. El personaje de Antonio no va de víctima y yo mucho menos”.
Aclaró el realizador que nunca ha tomado heroína para aliviar sus males como el personaje.
“He estado rodeado de heroína, por eso la conozco muy bien. Se me ocurrió contar la historia de alguien que recurre al gran analgésico. Localicé en mi libro de direcciones antiguas a un ‘dealer’ de toda la vida, muy amigo mío, aunque hacía veinte años que no le veía. Fui a su casa y bebimos sendas botellas de agua. Nos pusimos al tanto de los 80, de la gente que había muerto y de la que no.”
Almodóvar tiene una premisa: nunca vuelve a ver sus películas. “Yo no me arrepiento en absoluto de lo que hice en los 80. Me siento muy orgulloso de las películas y del tipo de vida de excesos que llevé. Una vida muy explosiva, porque acabábamos de salir de una dictadura. Tenía la suerte de ser joven en un momento en que podíamos gozar de libertades inéditas hasta entonces, que afectaban a todos los terrenos de tu vida. No solo en lo expresivo, sino en lo sexual y en el modo de pensar. ¡Es tan saludable no tener limitaciones en tu cabeza! A no ser que seas un psicópata, claro. Esa sensación de libertad es inenarrable. Me alegro de que me tocara aquella época”.
Agregó: “Creo que como las que hice en los 80 me hubiera atrevido a hacerlas ahora, pero estoy seguro de que tendrían muchos problemas que no tuvieron en su momento, cuando fueron muy celebradas. Distribuidores y exhibidores pondrían serias trabas para estrenarlas. El país en el que vivimos es absolutamente distinto, nunca hubiera pensado que cuarenta años después íbamos a estar así. La libertad de expresión peligra más que entonces”.
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