La Carta Pastoral del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Chile, publicada en septiembre recién pasado, ha coincidido con el Mensaje del Arzobispo de Santiago en el Té Deum de Fiestas Patrias; con el deceso del padre Pierre Dubois y su apoteósica despedida de parte de los pobladores de La Victoria y de quienes recibieron su testimonio de auténtico sacerdote defensor de derechos humanos durante la dictadura militar; y de la conmemoración de los 50 años del Concilio Ecuménico Vaticano II.
La Carta Pastoral no dice nada nuevo del Magisterio de la Iglesia. No obstante, ha sido significativo el hecho de que los obispos, tras un largo y lamentable período de distanciamiento de su compromiso de “opción por los pobres”, hayan escuchado “el clamor de nuestro pueblo expresado en los movimientos sociales”. Piden perdón “por nuestras faltas” que han llevado a que “la Iglesia ha perdido credibilidad”. Quieren anunciar el Evangelio “de tal manera que seamos creíbles y contribuyamos al desarrollo verdaderamente humano de nuestro país”, porque “Chile ha sido uno de los países donde se ha aplicado con mayor rigidez y ortodoxia un modelo de desarrollo excesivamente centrado en los aspectos económicos y en el lucro” (…) “que adquiere connotaciones de usura” (…) que “nos obliga a ir más a fondo en el análisis hasta llegar a la raíz del problema”.
El texto en cuestión continúa con los temas ya anteriormente mencionados en los documentos del Concilio Vaticano II, de “Populorum Progressio” y “Evangelii Nuntiandi” de Paulo VI, de “Ecclesia in America” y otros documentos de Juan Pablo II, de las encíclicas de Benedicto XVI, de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, cuyos contenido son citados pero mal acogidos y ocultados en muchos ambientes católicos.
Es así como “El Mercurio” pidió las opiniones sobre la Carta Pastoral a los empresarios Richard von Appen, del Grupo Ultramar. Guillermo Tagle, del Banco de Inversiones IM Trust. Francisco Silva, Presidente de ICARE y del Grupo Security. Y Bernardo Larraín, Presidente de la Eléctrica Colbún.
Tagle la define como “una palabra atonal” (…) puesto que “300 mil personas compraron auto nuevo el 2012”. Silva dijo que “hay alguien que está viendo algo que yo no veo”. Larraín espetó que “muchas instituciones con afán de relegitimarse se están subiendo a las demandas sociales con más premura que reflexión”. Von Appen pide no olvidar “todo lo positivo que también realizan muchas empresas”. (“El Mercurio”, 14-10-12, pág. D 13).
Anteriormente, el decano de la “prensa seria” había advertido que para que las declaraciones de los obispos constituyan magisterio, deben ser aprobadas por la unanimidad de los miembros de la instancia episcopal y no sólo por los cinco integrantes del Comité Permanente. (“El Mercurio”, 7 – 10 -12, pág. D 3).
Por su parte, el Arzobispo de Santiago ha insistido en su planteamiento de “buscar los caminos para alcanzar una mejor distribución de los bienes que nos pertenecen a todos”. (“El Mercurio”, 23-9-12, pág. C 2).
Sobre estos mismos temas, más explícito ha sido el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, católico y “persona no grata” para los obispos de su país, quien ha afirmado que el neoliberalismo “no es otra cosa que una ideología disfrazada de ciencia, en la que todo gira en función del gran capital”. (…) “Centenas de miles de millones de dólares de América Latina están depositados en el Primer Mundo, financiando el desarrollo del Primer Mundo. Y lo más tragicómico es que como necesitamos financiamiento para el desarrollo, nos prestan probablemente nuestro mismo dinero. Pero por un lado nos pagan 0,5% o 1% de interés y por otro nos prestan a 7% de interés. Nosotros financiamos al Primer Mundo. Es un absurdo que tiene que cambiar. Nuestras reservas deben juntarse. Y, con esas reservas, ponerlas a trabajar, de forma segura, clasificando riesgos, en la propia región”. (…) “El gran mal de la sociedad actual son los mercados que están gobernando a la sociedad y no al revés. Esta es la razón de la crisis mundial”.
Es ésta la encarnación del Evangelio y que ratificó ell Papa Juan XXIII, al inicio del Concilio Vaticano II al decir: “La Iglesia es de todos, pero particularmente es la Iglesia de los pobres”. No obstante, Chile, país católico y gobernado por católicos, conoce bien los estragos sociales y éticos que causa el sistema neoliberal: falta de democracia plena, pobreza, exclusión política y social, desempleo crónico, corrupción, consumismo desenfrenado, precariedad en la salud y en la educación, privatizaciones previsionales, consumo de drogas entre los jóvenes de las poblaciones periféricas, son sólo muestras de este flagelo que es la negación de la vida digna. Estos componentes trágicos de la ideología neoliberal están a la vista y nos interpelan a derribar el muro de la desigualdad y a consolidar la esperanza de las mayorías populares.
La pobreza es una ofensa a Dios y es una consecuencia de la injusticia. La humanidad no tiene futuro si no es fuera del sistema imperante.
Los obispos han hablado y deben contribuir con la implementación de una sociedad solidaria, al menos permitiendo que los católicos con conciencia social no sean marginados de su propia Iglesia por este motivo. Es el Concilio Vaticano II, citando a los Padres de la Iglesia el que señala: “Da de comer al que muere de hambre, porque si no le diste de comer, lo mataste”. (G. et S., Nº 69).
Hervi Lara B.
Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile).
Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (SICSAL – Comité Oscar Romero-Chile).