Muchas veces, el concepto autogestión suele asociarse al autofinanciamiento de distintas organizaciones a través de actividades culturales o recreativas. También se denomina autogestión cuando algunas personas venden diversos artículos o bienes para sustentarse a sí mismas o simplemente conseguir dinero. También se utiliza este concepto para mencionar una amplia gama de procesos de producción artesanal, que constituyen la fuente laboral de algunas personas. Obviamente estos usos cotidianos del término autogestión lo despojan completamente de su potencial revolucionario, reduciéndolo exclusivamente a la obtención de recursos monetarios.
Desde la teoría anarquista, el concepto autogestión es mucho más que eso. Específicamente se refiere a la satisfacción de necesidades individuales y sociales, por parte de los propios afectados/as, sin que interfieran en esto, las lógicas del mercado o el poder, propias de la sociedad capitalista.
La autogestión conlleva la organización y movilización de explotados/as y oprimidas/os, en función de sus propios intereses. Constituye desde esta perspectiva, la propuesta de construcción social del anarquismo.
La autogestión es la forma en que las y los oprimidos/as se articulan para construir una sociedad que les dé la oportunidad de desarrollarse plenamente.
En buenas cuentas, la autogestión significa que los miembros de una sociedad, se despojan de la clase dominante y satisfacen todas sus necesidades, resuelven sus problemas y desarrollan sus intereses organizadamente. Es decir, la sociedad sigue funcionando, pero de otra forma: libre y horizontalmente.
Para comprender el verdadero sentido de la autogestión, resulta interesante definir en términos simples, los conceptos de “función” e “institución”. Al hablar de función, se hace referencia a las acciones que una sociedad debe o desea desarrollar cotidianamente para satisfacer sus necesidades e intereses. Mientras que institución es el organismo que en cada sociedad cumple determinadas funciones.
La idea de autogestión, consiste en generar diferentes organizaciones sociales autónomas y horizontales, que se hagan cargo de las funciones sociales necesarias, sin la intervención de las instituciones capitalistas y sus lógicas de dominación.
Obviamente, en la sociedad capitalista se desarrollan muchas funciones que sólo benefician a la clase dominante, por lo que no tendrá sentido autogestionarlas (en el ejemplo, claramente proteger a la clase dominante resulta absurdo en una sociedad anarquista). Sin embargo, si seguimos el ejemplo, la propuesta sería generar los procesos educativos, recoger la basura y producir alimentos de acuerdo a las necesidades reales del grupo social.
El conjunto del pueblo organizado, es decir las y los propios afectados/as, son quienes deben decidir qué funciones son o no son necesarias en cada sociedad. Esta es una definición abiertamente política y de vital importancia, que debe ser debatida y asumida por el propio tejido social, no sólo por cúpulas o iluminados.
La autogestión no es más que la acción de dotarse de distintas instancias colectivas, que funcionen de abajo hacia arriba, que permitan cumplir los requerimientos que la vida en sociedad requiere. La autogestión es la respuesta del pueblo organizado para hacer funcionar las complejas relaciones sociales y económicas de la sociedad moderna.
Sin embargo, no se debe confundir la propuesta autogestionaria del anarquismo, con la construcción de “mundos paralelos” o “islas de libertad” al interior del sistema capitalista. Si las y los oprimidos/as comienzan a autogestionar sus necesidades, entrarán en abierta contradicción con las lógicas dominantes, tanto en términos simbólicos como materiales.
Simbólicamente, la autogestión exitosa de una necesidad social, deslegitima al orden imperante y su discurso de que no hay otras realidades posibles. Muestra con el ejemplo, un camino a seguir por el resto de oprimidos/as. Cuestiona la mercantilización de la vida, las jerarquías, la subjetividad capitalista, conlleva un cambio cultural importante de dimensionar y potenciar. Sin embargo en términos materiales, significa disputar y arrebatar la propiedad privada al Estado y a la burguesía, socializando los medios de producción y el capital existente en una sociedad.
Para ejemplificar esto, se sugiere pensar en dos situaciones diferentes:
La primera en el caso de lograr autogestionar la educación en un barrio; la segunda, autogestionar la producción agrícola de un fundo. En el primer caso, se trata de generar organizaciones sociales capaces de desarrollar exitosamente procesos educativos con niñas, niños y jóvenes del sector. Estos/as jóvenes lograran aprendizajes de contenidos, de habilidades sociales, valóricos, organizacionales, etc. Muy pronto debieran superar la mediocridad escolar y desertar del sistema formal. De acuerdo al contexto imaginado, podrán apostar a las certificaciones del tipo “exámenes libres” o simplemente apelar a la legitimidad social de sus nuevos saberes. En términos materiales se están vaciando las escuelas, evitando su impacto disciplinador y modificando las características de cada uno/a de las y los participantes.
En el segundo ejemplo, la socialización de los medios de producción es mucho más evidente, pues se trata de tierras cultivables, maquinarias agrícolas, etc. En este sentido, la autogestión de la producción agrícola, pasa necesariamente por la organización férrea de las y los trabajadores/as de ese campo en particular, quienes no sólo se articulan horizontalmente y asumen el control, sino que expropian al patrón la propiedad privada.
Obviamente, este proceso es mucho más confrontacional que el anterior, por lo que requiere mayores grados de organización, no sólo en ese fundo específico, sino en el resto de la sociedad.
Con estos ejemplos se quiere colocar de manifiesto dos elementos centrales de la propuesta autogestionaria del anarquismo: Por una parte se debe entender que la capacidad de autogestionar necesidades o funciones sociales, es directamente proporcional al grado de organización de las y los explotados/as y oprimidos/as. Si existen bajos niveles de organización, es decir, pocas personas organizadas u organizaciones débiles, sólo se podrán autogestionar algunas necesidades, sin entrar en confrontación explícita y directa contra el poder. Por el contrario, cuando los niveles de organización mejoran, el conflicto se hace evidente y progresivo.
El segundo elemento a destacar, es que la autogestión cumple un doble rol en el proceso revolucionario. Actualmente se levanta como forma de resistencia al capitalismo, satisfaciendo algunas necesidades mínimas para subsistir. Pero por otra parte, las experiencias de autogestión, por pequeñas que sean, constituyen proyecciones concretas de la sociedad que se desea construir. La autogestión en el capitalismo es una “gimnasia” que prepara a la clase oprimida y la inserta en el proceso revolucionario.
Para el anarquismo la revolución es aquí y ahora, no en un futuro lejano cuando se cumplan determinadas condiciones. Por esto, citando a Malatesta, “fomentar toda clase de organizaciones populares es la consecuencia lógica de nuestras ideas básicas, y por lo tanto debería ser una parte integral de nuestro programa… los anarquistas no quieren emancipar al pueblo; quieren que el pueblo se emancipe a sí mismo… queremos que la nueva forma de vida surja del pueblo y corresponda a su estado de desarrollo y que avance al paso que ellos avanzan”. Así las organizaciones sociales deberán ir copando los espacios ocupados por el capitalismo hasta que el Estado sea innecesario. Sin embargo, este proceso generará momentos de crisis social o quiebres, tal como ocurrió en Chile en 1973, cuando el movimiento obrero que se articuló a partir de los cordones industriales entró en abierto conflicto con los sectores patronales y gubernamentales. Por lo que el desafío de ese momento, será derrocar, con todos lo medios disponibles y de manera definitiva el orden burgués.
¡¡Rebeldía y Autogestión!!
Corriente Revolución Anarquista
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