Wena pingüinos!

Los pokemones llegaron y se fueron dejando una estela de lascivia en las nuevas generaciones

Wena pingüinos!

Autor: Wari

Los pokemones llegaron y se fueron dejando una estela de lascivia en las nuevas generaciones. Como un Marqués de Sade del oriente vulgar y neófito, revelaron los placeres ocultos de los adolescentes, como clase olvidada, solapada y negada en sus distintas dimensiones por la adultodura.

Los niños ya eran cuerpos sexuados en edad de merecer, pero no el abuso de padres, curas y estúpidos mayores, sino el desvarío de sus pares que soberanizaban sus presas en un festivo y liberador perreo.

La mayoría optó por la censura, el juicio pacato e hipócrita, o la super conciente, militante y seudointelectual negación a todo lo que tenga gustillo al más simple y saludable placer.

Pero en esa liberación sexual que desechaba la moral chilena al igual que las “aberraciones” del Marqués, en la francesa estaba la semilla de la revolución de los “pendejos”, de los cabros que no temieron hacer un trío en una plaza pública coronando con un “Buena Naty” el talento de su joven compañera.

“El Quico”, una fantasía propia del setentero deep throat, con los aportes actuales del gagging y el face fuking, relatado natural y desprejuiciadamente por una chiquilla a un animador en una discoteca, nos demuestra que la impronta continúa, que el proceso sigue su curso y por lo menos yo, lejos de la farsante reprobación, celebro que las jóvenes chilenas estén viviendo su sexualidad con un acento lúdico y despreocupado de quien ya se ha empoderado de su cuerpo, más cuando conozco en carne propia la misoginia imperante y que las adolescentes gracias al doble estandar que promueve la negación de la vida sexual imputando culpa y pecado, no hace más que enmascarar su práctica y con ello someter a la falta de cuidado, lo que termina en embarazos adolescentes no deseados.

Para el país esto venía siendo positivo, considerando que el crecimiento demográfico consistía en los “condoros” de las liceanas. Si bien esto continúa siendo así, lo importante de que el sexo sea recreativo y desenmarañado del aburrido y engañoso romanticismo, que los jóvenes se hagan conscientes de su biopoder y la responsabilidad que esto implica.

A contar de esta experiencia vital el nuevo sujeto social amplía su registro y se entiende como un individuo, como un ser total que puede aprovechar sus garantías como ser humano en el propósito de gozarse y liberarse de las ataduras de la estructura que aprisiona y homogeniza.

Los pokemones fueron una moda, pero el legado en este aspecto fue el primer coqueteo con la revolución primaria, esa que propone que los métodos de producción humana ya no sean para la reproducción de mano de obra barata y guacherío republicano, y en su reemplazo, se desarrolle la recreación y el goce.

No se trata de que los cabros se pongan con una porno-pyme y utilicen su cuerpo en la imaginería comercial, pues sería un despropósito. Pero sí debemos conceder importancia a este “salto del cóndor” cultural que, además de liberar a la niña mujer, no es exclusivo de la heteronorma sino que es capaz de explorar sin miedos el homosexualismo, y aún más, el lesbianismo, siempre vapuleado y motivo de burla por parte del falocentrismo.

Mucho de este proceso tiene que ver con que los secundarios se sientan personas, con libertad de decisión sobre su cuerpo y sobre su pensamiento, capaz de modificar tanto su propia vida como la de la sociedad en su conjunto rompiendo el molde de la norma sufrida, pacata, temerosa y avergonzada de su propia existencia en una negativa esencial a la vida.

Los cabros y cabras no solo se toman sus liceos para protestar por la decadencia del trabajo en aula, sino para llenar su espacio, ese que ocupan como guarderías casi el 100% del tiempo para que sus padres trabajen como bueyes, con una nueva cultura, lejana a esa frígida y menopáusica de madres y abuelas piernijuntas, escandalizadas con el brillo de los estrógenos y la testosterona de la festiva voluptuosidad de los colegiales. Wena Pinguinos! Ya lo decía la sandinista Gioconda Belli, “hay que erotizar la política” y enrojecer a los coroneles vociferantes aunque digan que los colegios los han convertido en un “puterio”, como dice mi vecino Redolés. “No importa, hay viejos culiaos que no creen en nuestro amor”, menos en el propio, no les conviene.

Por Karen Hermosilla

El Ciudadano Nº132, primera quincena septiembre 2012


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