Moda, belleza, dietas y el horóscopo, parecen ser las temáticas básicas e indispensables para las mujeres, o al parecer eso es lo que nos quieren hacer creer las revistas “femeninas” y las secciones “mujer” de los medios de comunicación nacional. Vernos bien y saber lo que nos depara el futuro son, para los consorcios comunicacionales, las preocupaciones más cotidianas de las chilenas.
Pero la mujer moderna, hoy más liberal en lo moral y con más dinero en el bolsillo, no sólo está preocupada de su apariencia física, sino que también es una mujer preocupada de su trabajo, familia, salud, su desarrollo intelectual y espiritual. Por eso, algunos medios se esfuerzan más y diversifican en contenidos. De este modo, en el mercado comunicacional también podemos encontrar algunas interpelaciones sobre el interés femenino como son: el desarrollo psicosocial de los hijos, cómo afrontar la infidelidad de la pareja, cómo revitalizar el matrimonio según la terapeuta televisiva de moda, cómo lidiar con el estrés laboral diario y ¡cómo no! también ciencia. Pero ojo, no cualquier ciencia.
Y aquí nos encontramos en el manoseado lugar común en donde la relación entre la mujer y la ciencia se traduce en la búsqueda de una que otra información solo para saciar curiosidades del mundo privado de ellas: casa, maternidad y vida íntima.
Si observamos la prensa local, más o menos éste es el panorama: cómo las ondas electromagnéticas que emiten los aparatos eléctricos domésticos van dañando nuestra salud con nuevas enfermedades que la medicina no sabe cómo tratar, es lo que nos explica una especialista en Feng Shui y Limpiezas Energéticas en un diario de alto tiraje. También podremos averiguar cómo determinar enfermedades y dolencias mediante diagnóstico facial, es lo que nos explica un lector de rostro en otro reportaje de sección femenina. Siguiendo con la línea de la salud, las mujeres también podremos aprender cómo obtener una perfecta estabilidad mental y óptima salud física a través de mirar el sol directamente por varios minutos. Sobre esto, un maestro indio y un naturópata chileno nos ofrecen un detallado y minucioso reporte sobre la técnica que ningún oftalmólogo con credenciales recomendaría, sencillamente porque usted podría quedar ciega o ciego.
Expertos, técnicas, ondas electromagnéticas, energías, electrones, ectoplasmas y diagnósticos, son los conceptos más usados por este tipo de informaciones, todas juntas y revueltas formando el cóctel comunicacional perfecto, cargando de cientificismo lo que a cualquiera se le ocurra decir. Un discurso retóricamente efectivo ¿no le parece?
Sin embargo, nada es gratis en esta vida. Para descargar electromagnéticamente nuestro hogar, debemos contratar a una especialista en la materia; para aprender de la lectura del rostro o recibir un diagnóstico debemos o pagar el curso respectivo o asistir a una sesión de lectura; y para aprender de las bondades “terapéuticas” de mirar el sol directamente, debemos o comprar el libro respectivo o asistir a algún taller. Esta información relativa a lo que debemos comprar y consumir, siempre es añadida en este tipo de noticias, a fin de orientar a la lectora en cómo satisfacer esta nueva necesidad.
Así, como la tecnociencia en el resto de las secciones de los medios nacionales queda restringida a comprar el último smatphone, adquirir el último gadget o conseguir el último hit tecnológico para el hogar; la “ciencia” para las mujeres se aleja de la tecnología y se alinea con lo espiritual, lo alternativo, la “ciencia no convencional” o lo que simplemente algunos podrían tachar de “a-científico”. El cómo se denomine importa poco en la prensa, mientras usted lo pague, porque esto es lo importante de la materia: que siempre se supedite al consumo, la compra de algún producto o servicio.
Mujeres ¿y ciencia?
La inquietud científica femenina construida por los medios nacionales parece ignorar el interés por la última investigación en el campo de la biología, física, química o ciencia social nacional o internacional. ¿Es que acaso a las mujeres no nos interesan los temas medioambientales o los altos y bajos de la política científica nacional?
Las voces científicas femeninas también escasean en los medios de comunicación. Si no son dermatólogas, psicólogas, nutricionistas o psiquiatras, son especialistas en descargas energéticas, reflexología o astrología. Difícilmente nos encontramos en las secciones femeninas con otras voces hermanas que vengan de las neurociencias, la genética, la astrofísica o la biotecnología. Al margen, ni qué hablar de la política científica nacional, donde las mujeres no se ven ni en las secciones femeninas, ni en ninguna otra. ¿Existen acaso voceras de las agrupaciones, asociaciones, sociedades y academias científicas en Chile? Ante la escasez, la pregunta parece válida.
La estrategia de los medios de comunicación es situar a las mujeres en ámbitos alejados de la producción científica y solo invitarnos a ser consumidoras de lo que a nosotras nos podría atraer de ese ámbito, subestimando el interés por otras materias de relevancia nacional e internacional.
¿Estamos las mujeres preparadas para vincularnos a esos temas “tan complejos” de la ciencia, que históricamente han sido territorio de los hombres? Aunque pueda parecer bastante lógico, no está demás resaltar que el primer mito a derribar es que no existe ninguna condición genética que impida que las mujeres se interesen, comprendan e investiguen temas científicos. Claramente, los prejuicios sociales no ayudan en este propósito, como por ejemplo lo que se oía hace algunas décadas atrás cuando se inició el uso masivo de computadoras: “las computadoras no son para las mujeres”.
Si bien, hay algunas disciplinas en donde claramente las mujeres son minoritarias (basta pasearse por las facultades de ingeniería de casi cualquier universidad), poco a poco las mujeres ganan terreno en diversas áreas, se perfeccionan en otros países, se insertan en laboratorios, centros de investigación y universidades de Chile y el extranjero. Mujeres atentas a la ciencia hay en muchos espacios y también hay muchas mujeres realizando producción científica de alto nivel. Lo que ocurre es que al mirar los medios de comunicación en la vinculación mujer-ciencia nos encontramos frente una hegemonización de “lo masculino” en el ámbito de la Ciencia.
Desde hace décadas, científicas como la zoóloga y filósofa Donna Haraway y la física Evelyn Fox Keller, entre muchas otras, vienen desentramando el misterioso mundo de las relaciones ciencia y género. En éste, las mujeres generan conocimiento importante para la humanidad, pero que evidentemente son invisibles ante la sociedad, puesto que al interior del mundo científico también las mujeres parecieran estar relegadas a espacios de menor visibilidad. Y el motivo parece no ser nuevo y tiene relación con la paradoja cultural sobre el terreno que las mujeres deben habitar, en donde la ciencia parece un lugar destinado para los hombres.
Genética o prejuicio, mito o realidad, el asunto es que como ya nos hemos dado cuenta, los seres humanos nos definimos por la cultura y a eso no le podemos hacer la vista gorda. Los sistemas de comunicación juegan en la cultura un rol crucial y no es posible que sigan relegando a las mujeres a un plano distinto al de los hombres en cuanto al conocimiento y el tipo de información que generamos y demandamos. Tampoco es posible que la ciencia siempre se supedite a su uso y su consumo, como si la generación de conocimientos sólo debiera relegarse exclusivamente a su torre de marfil. ¿Es que la ciencia debe vincularse con la sociedad solo si “sirve” para algo? ¿Acaso la ciencia para las mujeres siempre debe ser de consumo del hogar, familiar o personal? ¿Es que el debate social de la ciencia sólo se debe restringir a columnas de las agrupaciones de científicos en los medios de comunicación o alguna reunión de expertos en el parlamento?
La discriminación por género no se soluciona con secciones especiales dedicadas al mundo femenino, por el contrario, leer una de estas secciones solo sirve para reafirmar la imagen de una mujer que debe seguir relegada a un rol o sitio histórico: el hogar y el cuidado de la familia. En tanto la ciencia para la mujer en prensa, es de carácter “alternativo”, usualmente supeditada al área de la salud y escasamente avalado con rigor.
Es importante que los medios de comunicación nacional hagan un esfuerzo en abrir espacios de debate y diálogo sobre la ciencia, que sean inclusivos, en cual mujeres y hombres podamos no sólo informarnos del acontecer científico nacional, sino de lo que es aún más importante: las implicancias sociales del desarrollo tecnocientífico.
Por Lorena B. Valderrama* y Rocío Alorda**
*Becaria chilena, doctorado en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica, Universidad de Valencia.
**Tesista Fondecyt, Magister en Comunicación Política, Universidad de Chile.