Este domingo se conmemora el natalicio 130 de la poeta chilena y Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral. En ese sentido, una mirada interesante sobre la persona y la poesía de Mistral, es la que entrega el escritor peruano Ciro Alegría en su libro “Gabriela Mistral Íntima”, iniciado tras la muerte de la poeta en Nueva York en 1957.
Ambos escritores forjaron una hermosa amistad, unida por el ancestral pegamento de las montañas de los andes, donde rito, infancia y aridez hicieron de Gabriela y Ciro una suerte de hermanos cómplices, andinos, mientras ambos viajaban por el mundo coincidiendo en uno y otro lugar, incluyendo la residencia de Mistral en Santa Bárbara, California.
Un párrafo a destacar es aquel donde Ciro Alegría describe su primer encuentro con Gabriela Mistral:
“La impresión que me llevé fue grande. Gabriela me extendió con llaneza no extenda de altivez, una mano fina y tibia, mano de india. Su rostro, pese a los ojos verdes, me hizo recordar el de las indias que me acunaron en mi infancia. La misma nariz aguileña, la misma boca pulposa, la misma sonrisa suavemente irónica y decididamente tierna. Entre esos verdes ojos asomaba otro de los ancestros, el vasco, que también se hacía presente en la alta estatura y los huesos fuertes. El cabello lacio estaba peinado con descuido. La vestimenta tenía una campesina sencillez. Tal era el aspecto de Lucila Godoy Alcayaga, por otro nombre, Gabriela Mistral”.
Ciro Alegría era veinte años menor que la poeta chilena. Él es un escritor que ha sido traducido a todas las lenguas vivas del mundo. Es además el autor peruano con más ediciones en castellano. Entre sus libros destacan “La serpiente de oro”, “Los perros hambrientos” y “El mundo es ancho y ajeno”.
Por su participación en los movimientos sociales de su país, Ciro Alegría fue perseguido, torturado y encarcelado. Posteriormente viajó exiliado a Chile, siguiendo a Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba.
Su escritura en Gabriela Mistral Íntima expresa una tremenda ternura y cariño por la poeta, su ancestro andino común, pero también una intelectual capaz de declararse abiertamente antiespañola, y llamar por toda la casa a su peruano, para que fuera a conversar con ella, muerta de risa:
“Entonces nos sentábamos en el corredor y Gabriela hacía una pregunta, o una sugerencia, o una apreciación que abría cauce a la plática. Charlaba bien Gabriela y ésta es otra discrepancia mía con quienes la presentaban muda y hosca. Una persona no es la misma con todos y los dictámenes generalizadores, son imprudentes. Conversábamos de cuanto tema se presentaba, ya sea porque estuviese en las noticias del día, hubiera surgido de nuestras lecturas o asomara incidentalmente. A Gabriela le interesaba hasta el menor asunto que saltara al paso. Como todo gran artista, tenía una avidez mental que hacía que su mente tratara de hacer un registro del vasto panorama del mundo. En nuestras conservaciones, para dar una idea somera, discutimos desde el destino de la cultura grecorromana, hasta la utilidad del maguey”.
La relación entre ambos escritores nos sirve para profundizar en el ser andino, latinoamericano, mestizo, intelectual, indagar el ambiente natural del pensamiento, lo habitual de la inquietud y por sobre todo, nuestro lenguaje tan rico y salvaje como la selva madre.
“Oír hablar a Gabriela constituía una formidable experiencia idiomática. Su parla tenía expresiones de puro corte clásico, giros y modismos de sello propio y maneras de decir populares. Estas últimas, se le pegaban en las tierras que visitaba. Era un compendio de americanismos, mayormente de chilenismos. Quede ejemplo de todo. ‘Mi salud es flaca’, ‘La requirió de amores’, ‘Esta enfermedad cae a la vista’, ‘Dime vos’, ‘Me quedé como pájaro guacho’, ‘Soy paticaliente’, ‘Lo llevaron al apa’, ‘Andá, vení’. La prosa de Gabriela Mistral tiene influencia de Martí, como ella misma ha señalado. En los versos se trasunta más aproximadamente su lenguaje hablado. Pero la expresión oral era única, típica y completamente suya hasta no poderla imaginar. Vocabulario y frases tenían múltiple colorido, una poderosa y natural poesía. Como que oíase hablar a América”.
Por Absalón Opazo M.