Visitar jardines botánicos puede ser una cura más poderosa que cualquier medicamento

Asegura neurólogo inglés autor de “Despertares”

Visitar jardines botánicos puede ser una cura más poderosa que cualquier medicamento

Autor: Félix Eduardo Gutiérrez

Recorridos por escenarios naturales ejercen un efecto calmante y organizador en el cerebro de los seres humanos

 

 

La película “Despertares” (1990), protagonizada  por Robert de Niro y Robin Willians, se basó en uno de sus libros más exitosos. En el largometraje, nominado a los premios Óscar, se observan las terapias no convencionales que el neurólogo inglés Oliver Sacks, fallecido en 2015, solía poner en práctica en sus consultas y sitios de trabajo.

Como parte de su legado Sacks dejó 15 libros publicados, entre ellos algunos best sellers sobre personas con enfermedades neurológicas. Además dejó lista para su publicación una colección de ensayos titulada «Everything in Its Place»(Todo en su lugar), en la que describe su experiencia como asiduo visitante de jardines botánicos y cómo usó estos espacios para mejorar la condición de sus pacientes neurológicos crónicos. El New York Times publicó un extracto de estos ensayos, como un preámbulo a su inminente publicación.

Neurólogo inglés Oliver Sacks. Foto Web.

“No puedo decir exactamente cómo pero he visto en mis pacientes los poderes restauradores y sanadores de la naturaleza y los jardines, incluso en aquellos con trastornos neurológicos discapacitantes. En muchos casos, los jardines y la naturaleza son más poderosos que cualquier medicamento”, aseguró al comienzo de su ensayo.

“Como escritor, los jardines me parecen fundamentales para el proceso creativo; como médico, llevo a mis pacientes a visitar jardines siempre que me es posible. Todos hemos tenido la experiencia de pasear por un jardín exuberante o un desierto atemporal, de caminar a la orilla de un río o un océano, o de escalar una montaña y descubrir que nos hemos relajado y revitalizado a la vez, que tenemos la mente enfocada y el cuerpo y el espíritu renovados”.

Visitar jardines

Recordó el galeno que conoció “la maravilla de los jardines a una edad muy temprana, antes de la guerra, cuando mi madre o mi tía Len me llevaban al gran jardín botánico de Kew. En nuestro jardín teníamos helechos comunes, pero no de los dorados o plateados, los acuáticos, los reviviscentes o los arbóreos que vi por primera vez en Kew”.

Adonde quiera que viajo, intento visitar los jardines botánicos, pues me parecen reflejos de su época y su cultura, como museos vivos o bibliotecas de plantas… Cuando viajo con compañeros nadadores y buzos a las Islas Caimán, Curazao, Cuba o cualquier otro lugar, busco jardines botánicos, contrapartes de los exquisitos jardines subacuáticos que admiro al nadar con esnórquel o bucear sobre ellos”.

La película “Despertares” (1990), protagonizada  por Robert de Niro y Robin Williams, se basó en uno de los libros más exitosos de Oliver Sacks. Foto Web.

He vivido en Nueva York cincuenta años y, en ocasiones, solo soporto vivir ahí gracias a sus jardines. A mis pacientes les pasa lo mismo. Cuando trabajé en el Beth Abraham, un hospital ubicado justo enfrente del Jardín Botánico de Nueva York, descubrí que no había nada, ni por asomo, que los pacientes que llevaban mucho tiempo internados adoraran más que una visita al jardín: hablaban del hospital y del jardín como de dos mundos diferentes”.

Dijo que “mi amigo Lowell padece un grado moderadamente severo del síndrome de Tourette. En su entorno habitual, ajetreado y citadino, presenta cientos de tics e impulsos verbales a diario: gruñidos, saltos, toqueteo compulsivo de objetos. Por lo tanto, un día me sorprendió que, mientras paseábamos por un desierto, noté que sus tics habían desaparecido por completo. La lejanía y el vacío del paisaje, combinados con un indescriptible efecto calmante de la naturaleza, sirvieron para apaciguar sus tics, para ‘normalizar’ su estado neurológico, al menos durante un tiempo”.

“Una mujer mayor con la enfermedad de Parkinson, a quien conocí en Guam, a menudo se quedaba congelada, incapaz de moverse, un problema común en aquellos que padecen esa enfermedad. No obstante, cuando la llevábamos al jardín, donde las plantas y las rocas ofrecían un paisaje variado, ella se sentía motivada y lograba escalar rocas y descender de ellas con rapidez y sin ayuda”.

La naturaleza es curativa

Agregó que “tengo varios pacientes con demencia senil avanzada o que padecen la enfermedad de Alzheimer, por lo que tienen un sentido muy reducido de la orientación con respecto a su entorno. Han olvidado o no recuerdan cómo atarse los zapatos o cómo usar los instrumentos de cocina, pero si los pones enfrente de un parterre con algunas plántulas sabrán exactamente qué hacer…”.

La naturaleza despierta algo muy profundo en nuestro interior. La biofilia, el amor por la naturaleza y los seres vivos, es parte esencial de la condición humana. Foto Web.

Señaló que “con frecuencia mis pacientes viven en casas de reposo o en instituciones de cuidados crónicos, así que el entorno físico de estos lugares es trascendental para fomentar su bienestar. Algunas de estas instituciones han utilizado activamente el diseño y la gestión de sus espacios abiertos para mejorar la salud de sus pacientes. Por ejemplo, en el hospital Beth Abraham, en el Bronx, fue donde vi a los pacientes con parkinsonismo postencefalítico grave acerca de quienes escribí en Despertares”. 

 Es evidente que “la naturaleza despierta algo muy profundo en nuestro interior. La biofilia, el amor por la naturaleza y los seres vivos, es parte esencial de la condición humana. La hortofilia, el deseo de interactuar, manipular y cuidar a la naturaleza, también está arraigada en nosotros”.

El papel que juega la naturaleza en la salud y la sanación se vuelve más relevante para quienes trabajan largas horas en oficinas sin ventanas, para niños que asisten a escuelas citadinas o para quienes viven en entornos institucionales como los asilos. Los efectos de las cualidades de la naturaleza en la salud “no son espirituales y emocionales solamente, también físicos y neurológicos”, destacó.

“No me queda duda de que reflejan cambios profundos en la fisiología del cerebro y, quizá, incluso en su estructura”.

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