Pronto podría ser legal que los muertos se conviertan en alimento directo para flores y árboles en los jardines traseros del estado de Washington.
La legislatura del estado aprobó recientemente un proyecto de ley que, si es aprobado por el gobernador, permite que los cuerpos humanos sean compostados y se utilicen como abono para la tierra.
A medida que la población de Estados Unidos envejece, sus prácticas funerarias están cambiando -y en buena hora. Las tasas de cremación superaron el 50 por ciento en 2016 y ya son más altas que las de los entierros, que hasta ahora han sido la opción más popular.
La Oficina del Censo, en un informe de 2017, pronosticó un auge de muertes: se proyecta que un millón más de estadounidenses morirán en 2037 que en 2015. Ahí surgen los partidarios de compostaje humano; una opción ecológica que puede satisfacer esta demanda creciente.
Una compañía con sede en Seattle, llamada Recompose, planea ofrecer un servicio llamado «reducción orgánica natural» que utiliza microbios para transformar la piel, los huesos y todo lo que ya se ha ido. El plan tiene dos patentes pendientes, pero ha avanzado bastante y está logrando pasar el proyecto de ley.
«Tenemos esta experiencia humana universal de la muerte y la tecnología no ha cambiado lo que hacemos de ninguna manera significativa», dijo el senador estatal Jamie Pedersen (D), quien presentó el proyecto de ley que fue aprobado con apoyo bipartidista el 19 de abril. «Hay problemas ambientales significativos» al enterrar y quemar cuerpos, recalcó.
Joshua Trey Barnett, un experto en comunicación ecológica de la Universidad de Minnesota en Duluth, enumeró las fallas en los entierros convencionales: «Embalsamamos cuerpos con soluciones tóxicas, los enterramos en costosos ataúdes hechos de maderas preciosas y metales y luego los confinamos indefinidamente en una parcela de tierra».
Aunque la incineración tiene una huella ecológica más pequeña, las estimaciones sugieren que el cuerpo cremado promedio emite aproximadamente 40 libras de carbono y requiere casi 30 galones de combustible.
El proyecto de ley aguarda al gobernador Jay Inslee (D), quien colocó el cambio climático en el centro de su candidatura presidencial anunciada en marzo. «El proyecto de ley fue aprobado por la legislatura con apoyo bipartidista y parece ser ecológico», dijo Tara Lee, una portavoz de la oficina de Inslee.
Las prácticas de entierro son, en gran parte, asuntos de ley estatal, no federal. El proyecto de ley, que entraría en vigencia el 1 de mayo de 2020, también legalizaría la hidrólisis alcalina, un método que convierte los cuerpos en líquidos utilizando una base como la lejía. En la última década, más de una docena de estados lo han aprobado.
El Senador Pedersen dijo que estaría «sorprendido, francamente», si el gobernador no firmara el proyecto de ley.
La fundadora, Katrina Spade, quien lanzó la idea de legalizar el compostaje humano, dijo que este método es una versión mejorada de la descomposición microbiana natural. «En realidad, es el mismo proceso que ocurre en el suelo del bosque, ya que la hojarasca, las ardillas y las ramas de los árboles se descomponen y se convierten en tierra vegetal», dijo.
El servicio de la compañía, que incluiría una ceremonia fúnebre, costará alrededor de US$5.500, dijo Spade, que es más que la cremación promedio, pero menos que un entierro tradicional.
Los microbios hacen su tarea dentro de un recipiente grande, de aproximadamente ocho pies de altura y cuatro pies de ancho, que se ajusta a un solo cuerpo humano junto con un relleno de alfalfa, paja y astillas de madera.
En el transcurso de 30 días, a medida que las temperaturas en el recipiente aumentan a 65 grados Celsius, la descomposición destruye el cuerpo, junto con la mayoría de los patógenos y sustancias farmacéuticas dentro del cuerpo.
Los marcapasos serían removidos de antemano y las articulaciones artificiales u otros implantes serían tamizados posteriormente. «Haremos una yarda cúbica de tierra por persona», dijo Spade.
A las familias, se les permitiría llevar el compost a casa o donarlo a grupos de conservación en la región de Puget Sound, en caso de que la cantidad de material sea excesiva para un jardín doméstico.
La normativa sobre los lugares donde aplicar el compost serían un reflejo de las reglas para dispersar las cenizas, que en términos generales, solo dependerán del permiso del propietario de una tierra.
La técnica de descomposición «ahora es un procedimiento bastante común» que se usa para deshacerse de los cadáveres de ganado, dijo Lynne Carpenter-Boggs, científica de suelos de la Universidad del Estado de Washington y asesora de Recompose, quien ayudó a los agricultores a implementar un método similar para destruir aves de corral infectadas durante un brote de gripe aviar.
Carpenter-Boggs recientemente supervisó un estudio piloto en el que Recompose procesó seis cadáveres humanos donados por sus familias.
Los resultados aún no se han publicado, pero Recompose declaró, en un comunicado de prensa, que los umbrales de seguridad cumplieron con los requisitos establecidos por el departamento de ecología de Washington.
«El material que teníamos al final era realmente encantador», dijo Carpenter-Boggs. «Me encantaría tenerlo en mi patio».
Joshua Trey Barnett opina que los medios de comunicación a menudo inflan el factor de repulsión asociado al compostaje humano y recalca que muy pocas personas con las que él habla tienen una respuesta de rechazo a este método. «Si la mayoría de la gente conociera los entresijos del embalsamamiento, sospecho que les resultaría mucho más escalofriante que el compostaje», dijo el experto en comunicación ecológica.
Spade, por su parte, dijo que la han tapado de correos electrónicos de personas que quieren ser compostadas, con entusiastas remitentes de California, Colorado y Vermont, y otros desde el extranjero; Brasil, los Países Bajos y Australia.
«Tengo unos cuantos amigos en algunas de las casas de reposo acá en Seattle,» dice Spade; «octogenarios que dicen: ‘mira, queremos estas opciones… nos importa el último acto significativo que dejamos en esta tierra».
Fuente: The Washington Post