El 6 de noviembre, la Corte Suprema de Chile rechazó el recurso de casación interpuesto por la República del Perú sobre el registro de la marca “Soprole suspiro limeño”.
El motivo de la presentación del recurso es que el nombre podría generar confusión al llamarse suspiro limeño, en tanto podría entenderse que es un producto proveniente de
Perú. Así, la República del Perú mediante el abogado don Juan Enrique Puga Valdés considera que no debería poder ser registrado el nombre Soprole Suspiro Limeño dado que “la expresión SUSPIRO LIMEÑO constituye una denominación de origen peruano, por lo que el signo inducirá a pensar que dicho producto es originario de Lima”.
Existen productos culinarios con la difusión y atractivos suficientes para ser disfrutados y apreciados por gente en diversas latitudes. Esto conlleva que se conviertan en universales en su preparación y consumo, sin perjuicio sobre el reconocimiento del origen.
En la pretensión legal de República del Perú se llega a un absurdo tan intenso como el dulzor del suspiro. Sobre todo porque el postre en mención lleva impreso en su nombre el lugar del que es originario. Cosa que no quiere decir que solo se puede preparar allí. Del mismo modo como no todas las salsas a la bolognesa se preparan en Bologna.
Ante esto es válido preguntarse si al gobierno de Italia se le habrá ocurrido denunciar a Maggi o tantas otras marcas comerciales aduciendo que engañan al público induciéndole a creer que las salsas bolognesas instantáneas son efectivamente de Bologna. Imagino que no.
La comparación del suspiro y la salsa bolognesa es tan solo un ejercicio para reparar en el absurdo de pretender remarcar lo que ya está marcado o circunscribir lo originario a las fronteras que lo originaron. Encuentro que lamentablemente las discusiones que enfrenten propiedad de peruanos y chilenos tienen matices particulares.
A mi entender como ciudadano peruano, el razonamiento detrás de ello parte de la resaca de una guerra perdida. Pretensiones como esta estimulan la sensación popular de que quien te quitó algo una vez bien podría quitarte otra cosa en una nueva ocasión. Es en esta línea que actuó República del Perú en este caso. Apoyada en una paranoia popular peruana que aun tiene partidarios.
Los costos evidentes de la Guerra del Pacífico son -para unos- los kilómetros cuadrados de territorio con sus beneficios económicos en guano y salitre. Para todos, las vidas perdidas y el costo económico de la guerra. Estos costos son fijos y tangibles, ya delimitados por la historia registrada.
Existe al mismo tiempo un costo vigente y que se mantiene renovando. Muchos vecinos del norte sienten que tienen al lado a plagiarios, imitadores y sanguijuelas de lo que por propio mérito no pueden desarrollar. Esto se ve estimulado por actitudes como la de Gobierno del Perú que, a mi juicio, no debería incentivar la sensación de robo y el subsecuente rechazo hacia un abstracto “Chile” o “los chilenos”.
Este caso saca a la luz qué tan absurdas pueden llegar a ser hoy en día las causas de esa sensación de peligro de robo y qué tan imprudente puede llegar a ser un gobierno para obtener aceptación de la facción más troglodita y resentida de una población.
Por Eduardo Osterling Dankers