Derecha y sistema electoral: Los grandes derrotados

Se materializó una realidad que viene de atrás: la mitad de los chilenos no vota La UDI y RN se tragaron una paliza electoral y el gobierno de Piñera se convirtió en la administración que peor resultados electorales haya tenido en casi cien años

Derecha y sistema electoral: Los grandes derrotados

Autor: Wari

Se materializó una realidad que viene de atrás: la mitad de los chilenos no vota

La UDI y RN se tragaron una paliza electoral y el gobierno de Piñera se convirtió en la administración que peor resultados electorales haya tenido en casi cien años. Chile quedó marcado como un país donde la inmensa mayoría de la gente no vota, colocando en un trance el sistema político formal. Pese a que las alzas en votos no fueron del todo cuantitativamente notables, cualitativamente implicaron un logro político/electoral para el arco opositor.

Privadamente, el equipo del Servicio Electoral (Servel) que encabeza Juan Ignacio García, sabía días antes de la elección municipal del 28 de octubre, por sus análisis, que habría un tremendo porcentaje de abstencionismo que superaría el 55%. Por eso, en entrevista con un medio de comunicación, García dijo, antes del proceso, que si había “un 45% de abstención, será un éxito”. No se equivocaron. La gente que no sufragó llegó al 60%. Como sea, con ese frágil universo de electores, la derecha (Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional) se tragó una paliza electoral y el gobierno de Sebastián Piñera se convirtió en la administración que peor resultados electorales haya tenido en casi cien años; Piñera pasó a ser el mandatario que se jodió a la UDI y a RN. La oposición, en todo su abanico, que es mucho más que el colorido arcoíris de una descolorida Concertación, logró arrebatarle casi 20 comunas a la derecha, con candidatas y candidatos concertacionistas, comunistas, independientes, progresistas, de izquierda, que vencieron en comunas como Santiago, Ñuñoa, Arica, Concepción, Recoleta, Los Ángeles, Maipú, Providencia, entre varias otras.

Fueron, a lo menos, los primeros sellos de las “Municipales 2012” que trajeron sorpresas y guerra de nervios como no se esperaba y marcaron la cancha para las presidenciales y las parlamentarias que, según varios dirigentes y analistas, “se comenzaron a correr el lunes 29 de octubre”. Quizá por eso Michelle Bachelet se puso a llamar por teléfono desde Nueva York a triunfadoras como Carolina Tohá (PPD), Claudina Núñez (PC), Josefa Errázuriz (Independiente) y Maya Fernández (PS) y el gobierno de la derecha anunció que habría cambio de gabinete, con el propósito no de mejorar la gestión, sino de abrirles la puerta para que se vayan a correr por la presidencial a Andrés Allamand (RN) y Laurence Golborne (cercano a la UDI).

Desde sectores automarginados de este proceso, se validó como positivo el alto abstencionismo y el rechazo al sistema político. Eloísa González, líder de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces), simbolizó la protesta de la abstención, promovida por grupos políticos, medios de prensa sociales y de izquierda e independientes. En horas del proceso electoral, Eloísa expresó que “hayamos hecho o no la campaña, en Chile ya había un fenómeno alto de abstención en las elecciones, porque la gente no se siente representada por la institucionalidad política chilena, y nosotros lo único que hicimos fue darle voz a este descontento, a esta crítica profunda a nuestra institucionalidad”. Enfatizó lo positivo de “instalar una discusión, como debate público, de qué tipo de democracia tenemos hoy en día, si es que realmente la tenemos, y cuál es la democracia que nosotros necesitamos en este país”.

REMEZÓN INSTITUCIONAL

El 60 por ciento de abstención y la derrota político/electoral de la derecha y el gobierno de Sebastián Piñera sellaron el proceso del 28 de octubre e instalaron lo que podría ser un remezón institucional que del fenómeno del “pato cojo” pasó a tener las casa política “patas pa’arriba”.

Tanto que se habló del civismo y tradición institucional del chileno, y ahora el país pasó a estar junto a las naciones latinoamericanas caracterizadas por la baja participación electoral. Chile quedó marcado como un país donde la inmensa mayoría de la gente no vota, colocando en un trance el sistema político formal.

Paralelamente, el Gobierno, en manos de la derecha encabezada por Sebastián Piñera (liderada sería mucho decir), pasó de tener pésimos porcentajes de aprobación en las encuestas (30% como promedio) a representar el peor resultado electoral de una administración en el poder. Junto a eso, los partidos de la derecha perdieron sus emblemáticas alcaldías, bajaron los porcentajes en votos, perdieron los candidatos de los presidenciables y salieron mal en la evaluación ciudadana. Se instaló la crisis política del Gobierno y de la derecha.

Frases de dirigentes y analistas del ámbito de la representación política nacional sinterizaron este panorama. Alberto Mayol dijo que “la era de la impugnación tiene como protagonista a la derecha”. Francisco Javier Díaz (asesor de Michelle Bachelet) apuntó que la derrota de la derecha “es una debacle de proporciones épicas e históricas”. El vocero de La Moneda, Andrés Chadwick, sostuvo que “nos hubiera gustado un mejor resultado” y el ministro de Defensa y presidenciable de RN, Andrés Allamand, manifestó que “no ha sido una buena elección para la centro derecha”. Ascanio Cavallo indicó que todo “fue una catástrofe para el gobierno” de Piñera. Osvaldo Andrade, presidente del PS, precisó que “se derrotó a los más genuinos representantes de la derecha más reaccionaria”.

En las líneas más finas, hay factores que quedaron representados en las municipales. Sincerando las cosas, en términos crudos y absolutos, en Chile siempre la decisión de no votar ha rondado el 50%, considerando que durante 20 años más de cinco millones de personas no se inscribieron para sufragar. Lo que ocurre es que los análisis de los procesos electorales se hacían en base a “los votos válidamente emitidos”. En la abstención actual hay que considerar a alrededor de un millón de chilenas y chilenos que residen en el exterior y están inscritos por el mecanismo de registro automático, pero se les niega la opción de sufragar porque está prohibido que lo hagan quienes viven afuera. Se han señalado otros elementos como la falta de condiciones para los trabajadores y adultos mayores, las falencias del transporte público, la ausencia de una campaña cívica de orientación, la mala información para los electores (lugares de votación, etc.) y el que una parte del electorado tanto de derecha como de la oposición, dio por ganado o perdido a su candidato y entonces prefirió no concurrir a las urnas. El ex funcionario de Augusto Pinochet, diputado Alberto Cardemil, dijo que “como un millón 300 mil personas de nuestro sector no fue a votar”.

A lo anterior se considera lo que el presidente del Partido Comunista consideró como “fallas del sistema institucional y electoral” chileno, “como la existencia del binominal y la falta de repuesta a las demandas sociales y ciudadanas”, lo que lleva a que “mucha gente se pregunta ¿para qué voy a votar?”. Al mismo tiempo, parte del abstencionismo está en un segmento que de manera consciente recurre a esa opción como herramienta de expresión política, lo que fue reivindicado por académicos, dirigentes sociales y cientistas políticos.

Se dijo que “la abstención beneficia a la derecha”. La realidad mostró otra cosa. Ayudó, al parecer, a la derrota de la derecha. El senador de la UDI, Juan Antonio Coloma fue claro: “Tengo la convicción de que el cambio de sistema al voto voluntario no fue bueno para Chile”. La Alianza se quedó con un poco más del 37% (de los votos emitidos, es decir, tiene menos adhesión real), lo que le significó un retroceso de varios puntos. Perdió comunas “seguras” electoralmente como Providencia, Recoleta y Santiago. Bajó en número de concejales. Además, se mostró dividida frente al resultado y sus liderazgos aparecieron erráticos y confundidos (pelea de Iván Moreira con Andrés Allamand, ambigüedades de Laurence Golborne, el presidenciable de la UDI, la escapada del presidente de RN, Carlos Larraín, la disputa por la fecha de cambio de gabinete y el “fuego amigo” contra Piñera). Revisando la prensa y los análisis, se registró una falta de instalación de discurso y una impronta pos/electoral de la derecha, incapaz de absorber el golpe con creatividad política y consistencia mediática.

Las municipales 2012 le generaron una crisis a RN y la UDI con efecto institucional, porque el Gobierno quedó en una postura de des/gobierno: derrota electoral municipal; baja porcentaje de representación municipal; saldo negativo en evaluación de la administración piñerista; el Gobierno no traspasó adhesión a la derecha, sino “voto de castigo”; negativo posicionamiento para los presidenciables (Allamand, Golborne) en medio de pugnas intra/sector.

Es así que si las fuerzas políticas de todo signo tienen el desafío de “reencantar” y convocar a la ciudadanía a sufragar (presidenciales y parlamentarias), la derecha tiene el reto de ser capaz de revertir los resultados y no enfrentar una derrota parlamentaria y perder La Moneda que conquistó electoralmente después de medio siglo.

OPOSICIÓN Y EL PECADO DEL ENTUSIASMO

Los partidos del conjunto de la oposición sacaron, todos, cuentas alegres. “Pura ganancia” se escuchó en varias sedes políticas. Pese a que las alzas en votos no fueron cuantitativamente notables, cualitativamente implicaron un logro político/electoral. Como ejemplos: el Partido Comunista subió de 44 a 102 concejales y su votación pasó del 5,03% al 6,44%; ganó Recoleta, fundo de la derecha, lo que indica un impacto positivo de las municipales para esta colectividad. La Concertación recuperó -pacto por omisión de por medio con comunistas y la Izquierda Ciudadana– alcaldías vitales como Santiago, Concepción, Maipú y Ñuñoa y quedó bien instalada para las presidenciales y las parlamentarias. El Partido Progresista (PRO) ganó en siete alcaldías. Con distintas características y efectos, la oposición capitalizó triunfos como los de Josefa Errázuriz en Providencia y Jorge Soria en Iquique. Como lo dijeron Osvaldo Andrade y Guillermo Teillier, se lograron dos altos objetivos: desbancar a la derecha de municipios claves, propinarle una derrota a RN y la UDI y tener más alcaldes y más concejales de la oposición.

Eso ya tuvo un efecto en las proyecciones de las presidenciales y las parlamentarias. Las que, según el diputado Pepe Auth (PPD) “empiezan este 29 de octubre”. Claro que se pasea sobre todos ellos la sombra del pecado del entusiasmo. Las municipales pueden ser un buen piso, pero con patas todavía enclenques. Algunas de las críticas, por ejemplo, escuchadas y leídas en contra de la Concertación, fueron sus actuaciones soberbias, prepotentes y destempladas potenciadas en 20 años de gobierno, que calaron mal en el pueblo. Si con estos resultados asoman esas actitudes, pueden sobrevenir sorpresas; no hay que desdeñar, quizá, que hubo asomos de cuestionamientos al verse a los mismos operadores de siempre frente a las cámaras el día de las municipales y no se vio para nada aquellos “rostros nuevos” que tanto se prometieron, inclusive llegándose a imágenes patéticas como antiguos funcionarios de gobiernos concertacionistas capitalizando el triunfo de Errázuriz en Providencia.

Los resultados del 28 de octubre no lo es todo para la oposición. Paradójicamente hay un tema crucial: ¿se podrá seguir hablando de oposición o se volverá al mapa de Concertación por un lado, Partido Comunista e izquierda por otro, el PRO más allá, el MAS por acá y así una seguidilla de candidatos y grupos? En concreto, más allá de la multiplicidad de vocerías, no parece muy claro si todos los partidos de la Concertación están dispuestos a generar una nueva entidad opositora, más amplia y diversa. Lo más probable es que el PRO con Marco Enríquez-Ominami corran solos. El PC ya estableció que para un acuerdo para las presidenciales y parlamentarias tiene que haber un programa, si no, irán por su camino. En todo caso, el generar una convergencia opositora tuvo un aliento con el buen balance que hicieron muchas colectividades respecto al pacto por omisión (Concertación, PC e Izquierda Ciudadana). Pero dentro de los concertacionistas hay otra tesis: ir los mismos partidos sin “el ruido” de estar con los comunistas, confiados en que con Michelle Bachelet ganan en primera vuelta y si no, el voto comunista les llegará en la segunda vuelta. En esa ruta están las vocerías que levantan la tesis de la “izquierdización” para evitar concretar programa y acuerdo con el PC y estableciendo con ello el punto de quiebre. Claro que hay noticias de que a Bachelet y su equipo eso no les resulta auspicioso. Mucho más si se considera que en la noche del 28, en la sede del PS donde se reunieron los representantes de la oposición, un comentario generalizado era “pucha que le fue bien a los comunistas” y se repartieron efusivos abrazos a representantes de esa colectividad que vencieron en Recoleta, Pedro Aguirre Cerda y estuvieron a punto de coronarse en Estación Central, a parte de tener otras cuatro alcaldías.

Se podría decir que en el campo opositor se pasó de los votos a los contenidos. A definir cuáles serán los derroteros programáticos y las letras que llenarán los acuerdos político/electorales.

En ello, por cierto, hay un tema determinante. El comportamiento y el compromiso de los partidos con el movimiento social y ciudadano. El involucramiento y el argumento en torno de las demandas estudiantiles, laborales, comunales y regionales, medioambientales, indígenas, con sectores como los pescadores y los deudores habitacionales, juveniles, mujeres, diversidad sexual y en materia de medios de comunicación (donde es absolutamente conservadora la postura de la Concertación).

Y claro, un tema gravitante será el abstencionismo, la posibilidad que de nueva cuenta no vote la mayoría de la gente, que la campaña de “Yo No Presto el Voto” o de “Anula con la Tula” surta efecto, que ahora sí vote el millón de derechistas a los que aludió Cardemil, que se dispersen los votos anti/derecha y que todo sea algo más que un susto. El entusiasmo de las municipales y la seguridad que daría Michelle Bachelet podría convertirse en un boomerang, aunque los números los acompañen.

Otra factor señalado sobre todo por dirigentes sociales, es que si bien se viene un año “muy politizado” por las campañas presidencial y parlamentaria, también se viene un año “muy pesado” en cuanto a las movilizaciones sociales y las protestas de todo tipo (reforzado por el descrédito del gobierno de Piñera), donde se medirá el argumento del conjunto de la oposición.

Por Hugo Guzmán

El Ciudadano Nº135, primera quincena noviembre 2012

Fuente fotografía


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