De cajón

No hay drogas, no hay fiesta, no hay minos ni amor, no hay ganas de leer ni de salir en bicicleta

De cajón

Autor: Wari

No hay drogas, no hay fiesta, no hay minos ni amor, no hay ganas de leer ni de salir en bicicleta. Y todo lo de la columna anterior no es más que un estimulo de quizás qué optimismo. El síndrome bipolar me obliga a huir de las alturas y las ferreterías con sus sogas y venenos y la ira contra la política procedimental se reduce a la pequeñez de una lucha mediocre por el sillón edilicio.

Nada importa y ellas, las rameras del reino vegetal se visten de colores mientras nuestra ciudadanía se viste de un gris perpetuo, homogéneo en el #VotoDerecha #VotoIzquierda, #yoVoto, #yonovoto, #yoAnulo #Noprestoelvoto.

Si bien me quedo con el último, y hago comparsa de los pulentísimos Eloísa y Alberto Mayol me da pena que todo gire en torno al voto. Que nuestras luchas sigan siendo de tesis y antítesis, y la problemática quede reducida a las mismas alternativas que articulan el puzzle.

Que perdamos energías en querer salvar algo e intentar construir sobre ruinas como si el Belén nos latiera en el pecho.

Sin duda nuestra contingencia personal si se acoge a la lógica deseante, debería en vez de estar atado a las urnas, desatarse en un día de merecido descanso donde la obra del ser humano tuviera cabida. Una acción directa para hacer verdadera patria de los sentidos y el sí a la vida.

Pero esa pulsión resumida a la autocensura, se sublima en la misma cantinela de los dimes y diretes discursivos y que si es mejor votar nulo, no votar, o cuidarse de no “hacerle el juego a la derecha” como si Providencia fuera la madre de todas las batallas, y Labbé encarnara la misma Constitución pinocheta.

Entonces así como los universitarios piden no al lucro y educación gratuita sin comprometerse a no lucrar una vez titulados, haciendo creer que la sociedad chilena merece el postre antes de tomarse la sopa del sueldo mínimo digno y el trato de los oficios en justicia a su importancia, nos debatimos por las elecciones creyéndonos el cuento que es la concreción perfecta del modelo también perfecto de participación democrática.

Ese ejercicio que nos genera la sensación de estar movilizándonos convirtiendo un hashtag en Tending Topic, no es nada más que el simulacro de la participación política.

Y he ahí el punto donde he caído en cuenta que el lenguaje que recrea consenso, siempre democrático, es justo el que deberíamos combatir con el desvarío, ese que yace antes del deseo como un objeto perdido en el todo que atomizados no somos capaz de observar.

En el momento en que lean esta columna sabrán que ni Josefa ni Tohá cambiarán el mundo, porque candidatas y candidatos no son capaces más que de ilusionar desmovilizando aquello auténtico y directo de la masa crítica.

Y sí, no propongo más que refunfuño, que congoja primitiva e inevitable como las estaciones y el cambio climático. Y es que no me satisface la castración social y el arrebato discursivo de los líderes que sobran con esperanza volcada en las palabras, sobre todo en las que caen de cajón, para guardarlas al poco tiempo y olvidarlas en el fondo.

Por Karen Hermosilla

El Ciudadano Nº135, primera quincena noviembre 2012


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