Compañía de Teatro La Réplika: Caminos comunes, problemas corrientes

Su ejemplo representa los anhelos y dificultades de cientos de creadores teatrales emergentes en Chile

Compañía de Teatro La Réplika: Caminos comunes, problemas corrientes

Autor: Wari

Su ejemplo representa los anhelos y dificultades de cientos de creadores teatrales emergentes en Chile. Sin plata, pero con una energía colectiva avasalladora, han ganado premios y autogestionado viajes por Chile y Sudamérica. Hoy trabajan en un nuevo montaje y planifican las vías para concretar otras ideas e invitaciones.

Al momento de esta entrevista vienen llegando de Iquique, donde estuvieron presentando “Metro”, trabajo que desde hace un par de años ha sido visto tanto en Chile como en Sudamérica.

Ricardo Hernández, Natalia Navarrete, José Araya, Claudia Barraza, y Karen Carreño dan vida a la Compañía de Teatro La Réplika, un grupo de actores dirigidos por Hernández, pero librados, en realidad, a un proceso colectivo de construcción de sus vidas y horizontes creativos, más allá de las funciones nominales. Un proyecto de vida, podríamos decir sin exagerar.

Probablemente encuentren su nombre tras el terremoto, pero los terremotos personales también tienen sus réplicas. Y sus procesos de reconstrucción. Hernández era un autodidacta venido del teatro callejero, circense, aunque prefería escribir antes que actuar las obras. En 2010, cuando tomaba un seminario de dirección se encontró con Karen Carreño. Con ella, con José y con Claudia terminaron realizando los ejercicios que luego darían vida a “Metro”, su primera obra, aún cuando la intención original no era hacer una compañía estable.

Todo fluyó rápido y casi sin darse cuenta ganaban la Mención Honrosa en Dirección y el premio a la Mejor Actuación Masculina en el Festival de Nuevos Directores de la Universidad de Chile de ese año, que otorgaba media beca para estudiar el Magíster en Dirección.

“Metro”, a partir de mínimos recursos espaciales, recurre al soporte actoral/corporal como vehículo para problematizar distintas situaciones acontecidas en espacios como el transporte público subterráneo: tan cerca y tan lejos, nadie se mira, nadie se ve, nadie se escucha. Si lo hacen, lo hacen con desconfianza, restándose, quizás, al conocimiento de personas y experiencias valiosas. En esto, la mirada crítica se cubre de un humor familiar, a veces naíf, pero efectivo a la hora de equilibrar las interpelaciones al espectador.

La obra -que es una versión libre del texto del mismo nombre de Francisco Sanguino– se presentó una temporada en julio y agosto de ese año. “Notamos la buena aceptación del público y nos dimos cuenta de lo bien que nos sentíamos trabajando juntos”, explica Hernández.

ON THE ROAD

Inspirados y en el delirio, deciden subirse al furgón de Ricardo –una combi llamada “la novia”- y partir hacia el norte de Chile. “Llenamos el estanque, sacamos mercadería de nuestras casas, y nada más. La plata la iríamos haciendo en el camino”, recuerda Araya.

Inicialmente la idea era llegar a Antofagasta (al final, llegarían más lejos), aunque la única escala más o menos clara era en Ovalle, donde estaban unos amigos mexicanos que participaban de un festival que se realizaba ahí por esos días. Haciendo paradas en plazas y montando pequeñas intervenciones circenses, hacían el dinero para el combustible. Llegados a Ovalle, tocaron la puerta, dijeron quiénes era, qué hacían y que tenían su escenografía lista para ser montada, “por si quedaba algún espacio”. Esa vez presentarían “Metro” por primera vez en la calle.

“Nos dimos cuenta que la obra funcionaba en cualquier espacio, no sólo en teatros convencionales. Era algo que inconscientemente queríamos, no lo habíamos teorizado. Pero salió y hoy lo asumimos como parte esencial. Sólo bastan los cuerpos de los actores para narrar algo”, señala el Director.

Actuar en la calle fue un enorme entrenamiento, afirma Karen Carreño. “Hay que aprender a manejar la energía, la atención, la dirección, los problemas técnicos, la interacción con la gente. Eso fue una gran prueba”, dice.

Todos quedaron marcados con las presentaciones en espacios públicos. La gente les agradecía porque en sus lugares nunca llegaba el teatro o no podían pagar por él. “Ahí partió nuestra inquietud de ir a festivales comunitarios, de viajar y llevar nuestro trabajo a lugares donde no hay teatro”, indica Hernández, identificando ese viaje como el real punto de inicio de la compañía y un elemento clave en la consolidación de una propuesta poética.

CAMINOS COMUNES

Luego de un mes medio y medio en el camino, los viajes luego fueron hacia el exterior. “Metro” se presentó en festivales de corte comunitario en Argentina, Uruguay y Chile; y la falta de recursos frustró este año la asistencia al Festival Internacional Cervatino en México, uno de los más importantes de Latinoamérica, donde fueron seleccionados.

Pero el show debe continuar. Los lineamientos creativos estaban claros pero faltaba afirmar la parte de producción. Esto llevó a que se integrara Natalia Navarrete, actriz y periodista con experiencia en la gestión.

“Actuar y producir gasta mucha energía. Para que la autogestión resulte mejor necesitábamos a alguien encargado de las labores de producción”, afirman. “Nos dimos cuenta que no teníamos ni página web y de muchas otras cosas que aún no tenemos… ¡¡pero por lo menos sabemos que las tenemos que tener pronto!!”, dicen riendo.

Ahí comenzaron a trabajar en su segundo montaje, “Cc Comunes y corrientes”, donde se profundiza en elementos ya iniciados: romper las barreras con el público, hacer creación colectiva desde la dramaturgia y desde la composición espacial; reflexionar en torno a los vicios de nuestras sociedades.

“Comunes…” es una obra de superhéroes. La reflexión partió por preguntarse si los pequeños gestos pueden cambiar el mundo y cuáles son esos gestos. “Puede sonar ambicioso, pero creemos que las personas comunes y corrientes con pequeños actos en su entorno pueden cambiar el mundo”, afirma Karen.

“Yo, por ejemplo, vengo de Antofagasta, allá la gente se saluda, no como en Santiago. Entonces yo creo que si la gente empieza a saludarse puede cambiar”, explica Claudia, cuyo personaje de “la saludadora” surge a través de investigaciones en terreno en la que, por ejemplo, debía saludar a cien personas en un minuto. “Cada uno luego compartía su experiencia de investigación y creábamos en colectivo”, dice.

“Comunes…” tuvo una temporada en julio pasado, en La Máquina del Arte y preparan una próxima para marzo o abril de 2012. “Tenemos conversados algunos lugares para presentarnos, pero la idea es armar más presentaciones en lugares no convencionales en el camino y pasar la gorra”, explican.

PROBLEMAS CORRIENTES

Más allá de todos sus pequeños logros, detrás está el desgaste que conllevan las relaciones humanas en un contexto de precariedad. Por un lado se genera comunidad, pero a costos emocionales muy altos. Pero el mayor problema, confiesan, es ver frustradas sus posibilidades de consolidarse, por la falta de recursos, de dinero, aún cuando sus productos artísticos han sido reconocidos por diversos agentes de la cultura y por el público.

“Queremos presentar nuestro trabajo a la gente que no tiene acceso, así que damos funciones gratis, hacemos canjes, invitamos a las temporadas a personas que sabemos que no pueden pagar, pero eso impacta en la forma de financiar nuestras vidas; no podemos vivir sólo del teatro”, explican.

Su horizonte es llegar a la sustentabilidad económica, por eso se muestran receptivos a cualquier tipo de financiamiento público o privado mientras no implique censura o autocensura en el producto final. Además reconocen que el circuito en Santiago es muy competitivo y poco solidario. “Tenemos más redes afuera, es que acá el medio te vuelve muy individualista. Igual, estamos tratando de generar cosas con otras compañías afines”.

Este año fueron invitados a un importante festival en México pero no lograron reunir el dinero que necesitaban. Frustrados, ahora planean cómo financiar el viaje para la invitación que dicho Festival les extendió para 2013.

“Bueno, aunque reclamamos por la falta de plata, todos nos sentimos privilegiados de poder hacer teatro y de hacerlo con amigos y compañeros. Al final igual estamos haciendo lo que queremos, eso es un privilegio, y podemos lograr las cosas que queremos paso a paso, nadie nos apura”, concluye Karen.

Por Cristóbal Conejo G.

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El Ciudadano Nº135, primera quincena noviembre 2012


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